Andy Ruiz no pudo refrendar sus títulos; cae con Anthony Joshua

jornada.com.mx

Andy Ruiz fue por el Choque en las Dunas, como llamaron a esta revancha en la capital de Arabia Saudita. Anthony Joshua, a desarrollar una danza en fuga, sobre puntillas, un paso a un lado, otro de vuelta, siempre para atrás, como en un ballet en calzoncillos y con guantes de cuero. Y en esa obra en el desierto, el mexicano no consiguió atrapar a esa mariposa revoloteante que nunca picó como avispa.

Algo estaba mal desde antes. Andy había llegado mucho más pesado que su oponente, una escultura atlética en su mejor momento en los recientes cinco años. La ventaja de la agilidad y la gracia elusiva fue clave para vencer el ímpetu, a veces ciego, del voluminoso mexicano.

Llegué muy pesado a la pelea, no me preparé bien, pero no quiero dar excusas, dijo Ruiz al final.

En el primer combate que sostuvieron en junio ganó el mexicano, quien protagonizó una suerte de cuento de hadas donde la Cenicienta doblegó al gladiador. Lo hizo de manera inesperada y por la emocionante vía del nocaut. Todo un país vibró con su primer campeón en la categoría de los pesados. Un fenómeno de estrella pop que culminó en audiencia con el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Se impone la realidad

Pero en la revancha no hubo fantasía para Andy. Se impuso una realidad poco romántica, donde el Adonis británico impuso la ventaja de su tamaño y la gracia de su agilidad deportiva. Andy quedó reducido a una gran masa de carne que se movía más por voluntad que por estrategia.

No dejaba de retumbar el eco de la historia de James Buster Douglas, el peleador desconocido que una noche salió del anonimato para cortar la racha imbatible del hombre más temido del boxeo, Mike Tyson. Después de noquear al que fue invencible, Douglas regresó a la penumbra y desapareció sólo para ser recordado como aquel que una vez venció a Tyson.

Después de la victoria sorprendente de Andy sobre Joshua en junio, el mexicano se volvió un personaje que lo mismo recibía homenajes que aparecía en comerciales de toda clase de productos: ba-rras de chocolate, bebidas hidratantes, consejos motivadores. La saturación de su imagen hacía sospechar posibles distracciones, como algunos advirtieron.

En el primer episodio de esta revancha todo quedó definido desde que sonó la campana. Joshua mantuvo a raya al mexicano, con un jab insistente que no dejó que se acercara un rival cuya mejor arma es el intercambio de golpes, con esa táctica kamikaze que exige el sacrificio para hacer daño. Apenas concluyó el episodio se veía al mexicano sin recursos y con un párpado cortado.

Baile sobre puntas

No emocionaba Joshua, porque el baile sobre puntas evitaba el castigo. Andy se desesperaba mientras avanzaba como un rinoceronte enfurecido, pero sin objetivo claro. Los puños del mexicano no lograban lastimar al oponente; no conseguía cazarlo.

Si Joshua se movía a la derecha Andy intentaba frenarlo ahí, pero cuando lo tenía a tiro, el rival regresaba a la izquierda. Los episodios se iban en el constante aleteo de las piernas de Joshua.

Y cuando parecía que Andy podía cortar las salidas y emprender un ataque peligroso, Joshua sólo tenía que abrazarlo para no dejarlo sacar su repertorio.

Aquella coreografía funcionó hasta el octavo episodio en el que Ruiz despertó por fin. Recordó por qué había derrotado a ese contrincante medio año antes. Andy entonces sacudió la cabeza de Joshua, quien intentaba abrazarlo para detenerlo, pero el mexicano estaba harto y reventaba las cadenas para sacar de donde sea un gancho o un volado, que en las escasas oportunidades que pudo dar en el blanco, hacían evidente la preocupación del británico.

La reacción de Andy parecía en curso. No sólo pudo ganarle el octavo, sino que también en el noveno inclinó el combate en su favor. Otra vez con la fórmula de aguantar lo que el británico le enviara para poder acercarse lo suficiente y lograr conectarlo. Un gancho logró sacudir otra vez la cabeza de Joshua y eso daba esperanzas de que el mexicano apelara a su único recurso.

Pero fue apenas una ilusión, porque el británico de nuevo impuso el estilo del escapista. Andy otra vez se desesperaba de no poder atrapar a esa presa tan esquiva, tanto como el haz de una lámpara para un gato.

Cuando el pleito estaba por terminar y el mexicano sabía que estaba perdido, se plantó al centro del cuadrilátero y como un niño desesperado le exigió a Joshua que no huyera, que lo enfrentara cara a cara. El británico sólo sonrió, no iba a darle ninguna posibilidad de hacer daño a un rival que para ese asalto número 12 está derrotado.

En el instante que fue anunciado el nuevo campeón unificado de peso pesado Anthony Joshua celebró con entusiasmo de quien recupera lo que siempre pensó que le pertenecía. Andy sólo reaccionó como en un berrinche, se golpeaba con ambas manos la cabeza como si quisiera castigar al culpable de su derrota.

Fue su noche: Joshua hizo un gran trabajo, dijo Andy; no me preparé como debía, pero queremos hacer una tercera pelea.

Andy pidió entonces perdón a los mexicanos por todo el apoyo mientras fue campeón del mundo.

Joshua, en tanto, abrazó a su rival y se detuvo un momento para susurrarle algo al oído, con la paciencia de quien le habla a un niño. Después, el británico describió su código de triunfador.

Nunca debes cambiar la mentalidad, dijo Joshua; mantente hambriento y humilde; lo fui en la derrota y ahora lo seré en la victoria.

AMLO: Ánimo, tocayo

Desde la sonda de Campeche, el presidente Andrés Manuel López Obrador escribió en su cuenta de Twitter: ¡Ánimo, tocayo! Eres un profesional; no te tumbaron y ojalá haya revancha. Los mexicanos no nos rendimos fácilmente, somos perseverantes. Mira el ejemplo de los trabajadores y los técnicos que están levantando a Pemex, poniendo en alto a nuestra gran nación.

                                                         
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