El Día del Amor y la Amistad resalta la dualidad de los colibríes en México, venerados por mitologías ancestrales y amenazados por prácticas ilícitas
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El 14 de febrero, conocido como el Día del Amor y la Amistad, es una celebración donde se exalta el amor en sus diversas manifestaciones. Sin embargo, para los colibríes en México esta fecha también puede marcar un incremento de riesgos, ya que antiguas creencias y rituales los vinculan profundamente con el tema del amor.
Esta relación se remonta a épocas prehispánicas, cuando las culturas nativas de lo que hoy es México le otorgaban a los colibríes una potente simbología tanto en el ámbito del amor como en el de la guerra. Entre las deidades más emblemáticas que ejemplifican esta dualidad se encuentra Huitzilopochtli, el dios azteca del sol y la guerra.
El mito de Huitzilopochtli, una de las principales deidades del panteón azteca, está estrechamente ligado a los colibríes desde sus orígenes. Huitzilopochtli, cuyo nombre se interpreta comúnmente como “Colibrí del Sur” o “Colibrí Zurdo”, es el dios del sol y de la guerra. Su nacimiento es uno de los mitos más representativos de la mitología azteca y subraya su conexión con estas aves.
Según el mito, Coatlicue, la madre de Huitzilopochtli, estaba barriendo un templo cuando una bola de plumas descendió del cielo. Al guardarla en su seno, quedó milagrosamente embarazada. Sin embargo, sus otros hijos y su hija Coyolxauhqui, diosa de la luna, consideraban esto una deshonra y conspiraron para matarla. En el momento culminante, Huitzilopochtli emergió del vientre de su madre completamente armado y en su forma divina, acompañado por una hueste de guerreros que espiritualmente representaban colibríes. Derrotó a sus hermanos y a Coyolxauhqui, reafirmando su poder y su posición como dios principal del panteón azteca.
La figura del colibrí en este mito simboliza varios aspectos importantes para los aztecas. El retorno del colibrí, una ave que migra estacionalmente, se asociaba con el retorno del sol y el renacimiento de la vida, implicando así una relación con el ciclo de la vida, la muerte y la resurrección. Además, los guerreros aztecas que caían en batalla o eran sacrificados se identificaban con el colibrí; se creía que volverían al mundo como estas aves, disfrutando del néctar de las flores en un paraíso de eterna primavera. Esta creencia reflejaba la idea de honor y renacimiento para quienes morían en combate, vinculando estrechamente al colibrí con los conceptos de guerra y sacrificio sagrado, así como con el ciclo vital del sol.
Sin embargo, la relación del colibrí con el amor también se manifiesta en varias leyendas y mitos que lo presentan como un mensajero del amor y la alegría. Una leyenda dice que los colibríes eran enviados por deidades amorosas para difundir amor y belleza en el mundo, convirtiéndose así en símbolo de afecto, felicidad y buen augurio. En algunas tradiciones, se creía que ver un colibrí era señal de que un mensaje de amor estaba en camino o que un amor verdadero y duradero no estaría lejos.
Esta conexión mística entre los colibríes y el amor se ha mantenido a lo largo de los siglos, haciendo que estas aves ocupen un lugar especial en el folclore y la cultura popular de México
Este contexto histórico-cultural subraya por qué los colibríes son especialmente venerados y, durante fechas como el Día del Amor y la Amistad, pueden correr mayor peligro debido a la continuidad de algunas tradiciones que buscan aprovechar su supuesta influencia mística en asuntos del corazón.
El otro lado de la moneda
Los colibríes se enfrentan a un incremento en el peligro alrededor del 14 de febrero en México debido a la demanda de amarres de amor, una práctica de brujería que supuestamente atrae o recupera un amor no correspondido. Estos rituales a menudo implican el uso de partes del cuerpo de colibríes, como plumas, cabezas o corazones. La creencia en el poder místico de los colibríes para atraer amor hace que aumente la caza y el comercio ilegal de estas aves durante esta época. Además, el tráfico ilegal de colibríes no solo pone en riesgo a estas especies, sino que también contribuye a la pérdida de biodiversidad y afecta a los ecosistemas en los que habitan.
La legislación mexicana prohíbe la caza, venta y posesión de vida silvestre sin permiso, pero la aplicación efectiva de estas leyes sigue siendo un desafío.
La Ley General de Vida Silvestre (LGVS) tiene como uno de sus propósitos regular el aprovechamiento sustentable y la conservación de la vida silvestre, así como de su hábitat, en el territorio nacional.
Uno de los artículos clave en esta materia es el Artículo 27, el cual establece que para realizar actividades que impliquen la colecta, captura, posesión, transporte, manejo, aprovechamiento y, en general, cualquier uso de ejemplares, partes y derivados de la fauna silvestre, será necesaria una autorización expedida por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), conforme a los requisitos y procedimientos que la misma ley y otras disposiciones aplicables establezcan.
Además, el Artículo 60 especifica los delitos y las penas aplicables a quienes realicen, sin la autorización correspondiente, actividades como la caza, pesca o captura de especies de flora y fauna silvestre, las cuales están protegidas por la legislación mexicana.
No obstante, pese a estas disposiciones legales, la caza y comercio ilegal de vida silvestre permanecen como problemas significativos en México, en gran parte debido a desafíos relacionados con la vigilancia y aplicación efectiva de estas leyes.
Varias especies de colibríes están listadas en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010, la cual clasifica a las especies de flora y fauna silvestres de México según sus categorías de riesgo: en peligro de extinción, amenazadas o sujetas a protección especial. La inclusión en esta norma implica una protección adicional y reconocimiento de su vulnerabilidad, intensificando los esfuerzos por su conservación y aplicando regulaciones más estrictas respecto a su manejo.
Por lo tanto, las actividades ilícitas que afectan a los colibríes, como su caza o comercio sin permiso, son contrarias a la Ley General de Vida Silvestre y pueden ser sancionadas conforme a lo establecido en dicha legislación y otras normativas aplicables en México.
Conforme al Artículo 420 del Código Penal Federal, se castiga con pena de uno a nueve años de prisión y por el equivalente de trescientos a tres mil días multa a quien ilícitamente capture, dañe o prive de la vida a ejemplares de alguna especie de flora o fauna silvestre, terrestre o acuática, en peligro de extinción, amenazada, sujeta a protección especial, o regulada por algún tratado internacional del que México sea parte. Esta misma disposición también aplica para quien ilícitamente realice actividades de caza, pesca o captura de especies de esta naturaleza.
Es importante destacar que las sanciones pueden variar según la gravedad del delito, el daño causado a las especies o los ecosistemas, y si se trata de especies consideradas en peligro de extinción. La aplicación efectiva de estas sanciones busca desalentar las prácticas ilegales y promover la conservación de la biodiversidad en México, aunque aún persisten lugares clandestino ampliamente conocidos, como el mercado Sonora, en donde se pueden conseguir como tipo “amuletos”.