Un estudio reciente mostró que los niños que saben que sus padres los engañan son más propensos a hacer lo mismo con ellos. Los investigadores sugirieron a los adultos fomentar una comunicación honesta
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(HealthDay News) — Los niños son más propensos a mentir a sus padres si sus padres les han estado mintiendo, incluso con mentiras “piadosas” positivas, muestra un estudio reciente.
Pero los investigadores encontraron una diferencia entre alentar las mentiras piadosas y las mentiras instrumentales que involucran amenazas o promesas falsas.
Cualquier tipo de mentira instrumental -”Pórtate bien o llamaré a la policía” o “Termina tu tarea y nos iremos a Disneylandia”- aumentaba la probabilidad de que un niño mintiera a sus padres.
Pero las mentiras piadosas solo afectaban a los niños si sabían que sus padres no decían la verdad, encontraron los investigadores.
”Nuestro estudio muestra que aunque tanto las mentiras instrumentales como las mentiras piadosas dichas por los padres podrían resultar en que los niños mientan a sus padres, el efecto de las mentiras piadosas solo se observó en los niños que saben que les han mentido”, señaló el investigador principal, Pei Pei Setoh, profesor asociado de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur.
“Esto sugiere que la forma en que los niños desarrollan conductas mentirosas podría depender de la forma en que entienden y procesan los distintos tipos de mentiras que se les dicen”, añadió en un comunicado de prensa de la universidad.
En el nuevo estudio participaron 564 parejas de padres e hijos en Singapur, con niños de 11 y 12 años. Los investigadores eligieron esta edad porque es el momento en que los conceptos de los niños sobre la mentira se vuelven más sofisticados.
Los padres respondieron a un cuestionario sobre las mentiras instrumentales y piadosas, señalando cuándo habían dicho algo similar a sus hijos. Un ejemplo de una mentira piadosa es decirle a un niño “¡Buen trabajo!”, incluso cuando no es cierto, para promover emociones positivas.
Por separado, se les preguntó a los niños si les habían dicho mentiras similares.Tanto a los padres como al niño se les entregó un segundo cuestionario sobre el comportamiento del niño. A los niños se les preguntó con qué frecuencia mentían a sus padres, y se les preguntó a los padres con qué frecuencia sus hijos les mentían.
Los datos sugieren que mientras más se les decían a los niños mentiras instrumentales, más probable era que mintieran a sus padres, incluso si no sabían que lo que les decían era mentira. Dado que estas mentiras instrumentales pueden hacer que un niño se comporte, los niños podrían estar recibiendo una lección no intencionada de ellas, especularon los investigadores.
Podrían estar aprendiendo que tales mentiras son efectivas para lograr un objetivo, lo que los hace más propensos a mentir. Pero estas mentiras instrumentales también podrían provocar sentimientos negativos porque son de naturaleza coercitiva, tensando la relación entre padres e hijos y haciendo que el niño sea más propenso a mentir por resentimiento, añadieron los investigadores.
Sin embargo, las mentiras piadosas solo promovían más mentiras si los niños sabían que sus padres no eran sinceros. ”Nuestros resultados sugieren que cuando la exposición a las mentiras piadosas se combina con la conciencia de que se les miente, los niños pueden aprender la idoneidad de las conductas mentirosas, y así usar más mentiras hacia sus padres”, dijeron los investigadores.
Los estudios futuros podrían basarse en este hallazgo para observar más profundamente cómo los niños interpretan las mentiras de los padres, y cómo las diferentes mentiras afectan al desarrollo social y emocional de los niños, planteó. El nuevo estudio aparece en la edición de abril de la revista Journal of Experimental Child Psychology.