La Organización Meteorológica Mundial juega un papel fundamental, al seguir un procedimiento estricto para designar a estos fenómenos meteorológicos
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Los huracanes, fenómenos naturales imponentes y a veces devastadores, llevan consigo historias que van más allá de sus vientos y lluvias. La asignación de nombres a estas poderosas tormentas es un proceso cuidadoso, gestionado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), y detrás de cada nombre hay una metodología que ha evolucionado a lo largo del tiempo.
De acuerdo a información proporcionada por la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la OMM prepara anualmente una lista de nombres antes del inicio de la temporada de ciclones. Estas listas, que se repiten cada seis años, contienen tanto nombres femeninos como masculinos en tres idiomas: español, inglés y francés.
El ciclo de nombres
En el Atlántico, por ejemplo, se utilizan 21 nombres al año, alternando entre masculinos y femeninos. Cada año, una nueva lista de nombres es implementada, y después de seis años, se reinicia el ciclo. Este orden se sigue rigurosamente cada vez que se forma una nueva tormenta, asignándole el siguiente nombre de la lista.
La regla general es que los nombres se mantienen, pero existen excepciones. Si un huracán causa pérdidas mortales y daños materiales significativos, el país afectado tiene el derecho de solicitar a la Organización Meteorológica Mundial que retire ese nombre de la lista. Además, la OMM puede reemplazar un nombre si el huracán en cuestión provoca impactos extraordinarios.
Un ejemplo palpable de este proceso se dio en 2014, cuando México solicitó retirar los nombres “Ingrid” y “Manuel”, reemplazándolos con “Imelda” y “Mario”, debido a los estragos causados por estos fenómenos en septiembre de 2013.
En la cuenca del Pacífico, el proceso es idéntico, aunque la lista consta de 24 nombres. Cada vez que surge una nueva tormenta, las autoridades meteorológicas siguen el orden de la lista, asignando nombres de manera secuencial.
¿Quién denomina los nombres de las tormentas tropicales y huracanes?
La responsabilidad de denominar las tormentas tropicales y huracanes recae en la Organización Meteorológica Mundial (OMM), con sede en Ginebra. Siguiendo un procedimiento riguroso, la lista del Atlántico cuenta con 21 nombres anuales, masculinos y femeninos, que se alternan. Este ciclo se repite cada seis años, asegurando una variedad de nombres en tres idiomas: español, inglés y francés.
En la cuenca del Pacífico, el proceso es idéntico, aunque la lista consta de 24 nombres. Cada vez que surge una nueva tormenta, las autoridades meteorológicas siguen el orden de la lista, asignando nombres de manera secuencial.
Origen de la tradición
En el siglo XIX y principios del XX, las tormentas tropicales en las Antillas solían nombrarse según el santo del día en que ocurrían. Clement Wragge, meteorólogo australiano, fue pionero al utilizar nombres propios para huracanes a fines del siglo XIX, siguiendo el orden alfabético griego y romano. Inicialmente, optó por nombres mitológicos y de políticos antes de decantarse por nombres propios femeninos.
Estados Unidos comenzó a denominar huracanes con nombres de mujeres en 1953, una práctica que se extendió hasta 1978. Desde 1979, la OMM y el Servicio Meteorológico de Estados Unidos decidieron alternar nombres masculinos y femeninos, buscando equidad en la denominación.
En 2014, un estudio de la Universidad de Illinois concluyó que los huracanes con nombres femeninos podrían causar más víctimas, ya que la población no los tomaba tan en serio, relajando las medidas de protección. Este hallazgo instó al Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos a enfocarse en la categoría de las tormentas tropicales, independientemente de su nombre, al enfrentarse a ellas.