Ocultándose
Una vez más.
El poderoso astro rey hizo de las suyas.
Nos regaló una bella postal al ocultarse.
En Puerto Vallarta, cada día culmina con un espectáculo natural incomparable: el atardecer.
El astro rey, en su lento descenso hacia el horizonte, tiñe el cielo de una paleta infinita de colores cálidos.
Naranjas, rojos y púrpuras se mezclan en un lienzo que parece cambiar de tono con cada minuto que pasa, convirtiendo el océano en un espejo que refleja ese regalo de luz y color.
Es un momento mágico, donde el día se despide con una explosión de belleza y serenidad que invita a detenerse y simplemente contemplar.
Las playas de Puerto Vallarta se transforman en los mejores asientos de este teatro celestial.
Los visitantes y locales, fascinados por el espectáculo, se reúnen en la orilla, en terrazas o en botes que navegan suavemente por la bahía.
Los sonidos del mar, acompañados por el suave murmullo de las olas, crean una sinfonía natural que se mezcla con los tonos dorados del sol.
Es un instante donde el tiempo parece detenerse, y la vida se toma un respiro para admirar la majestuosidad del astro rey que, como cada tarde, entrega su más impresionante despedida.
Conforme el sol se aproxima al horizonte, los tonos vibrantes se van suavizando, como si el cielo se vistiera de terciopelo.
Las sombras se alargan sobre la arena, los edificios y las montañas que enmarcan la bahía, creando un contraste entre la luz y la oscuridad que revela la silueta perfecta de Puerto Vallarta.
En ese momento, el sol parece besar el mar, dejando una estela de luz que dibuja un camino dorado sobre las aguas. Los últimos rayos, como un suspiro final, se reflejan en las ventanas de los edificios y las olas, prolongando el espectáculo unos instantes más.