Rostros de la solidaridad: los otros héroes del sismo

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Al llegar al patio de la escuela, los niños cambiaron su semblante y corrieron a su encuentro: era Batman, quien jugaría con ellos el resto de la tarde.

A sus seis años de edad, Sebastián observó caer el edificio donde habitaba, en la Unidad Habitacional Tlalpan. Su madre y él alcanzaron a escapar aquel martes 19 de septiembre.

Sebastián se llena de alegría con la visita de Batman al albergue de la escuela Fray Eusebio Francisco Kino, en la colonia Educación.

Primero platican de superhéroes e historietas. Entre frase y frase, el pequeño recuerda el derrumbe de los edificios y el superhéroe no olvida sus palabras.

«Me dijo que había caído la vivienda donde estaba y que había niños muertos», relata Jonathan Montes de Oca, el profesor de primaria que acudió disfrazado de Batman al albergue.

«Lo que yo le decía a él es que hay que ser valientes y ayudar a los niños que también perdieron su casa», agrega el maestro de 27 años.

Mientras otros héroes se arrastran entre los escombros para buscar víctimas a unas cuantas calles, Jonathan ayuda a que los niños se olviden por unas horas de la tragedia.

«Sea académico, sea personal, mi regla número uno es ayudar a los niños», las palabras de un Batman de carne y hueso.

Para Bárbara León, una profesora y psicológa de 24 años que se sumó al apoyo en los albergues, la caracterización les brinda confianza a los niños para volver a sus actividades.

«Es importante como profesores estar preparados psicológicamente», comenta Bárbara, «no hay que decirles todo va a estar bien o no va a volver a pasar porque si ocurre de nuevo se sienten engañados y ansiosos».

Lo mejor en estas situaciones es explicarle a los niños qué ocurrió, las causas y que estén conscientes de que un sismo es un fenómeno que podría volver a ocurrir, considera la profesora.

sismo albergue

Mientras los niños corren entre elementos de la Marina y brigadistas, algunos de los adultos son atendidos por las especialistas de Sanidad Naval.

Para llegar al área psicológica, se debe atravesar el patio en cuya parte central hay cerca de 30 casas de campaña donde las personas que se quedaron sin vivienda pasan la noche.

En una de las escaleras, un grupo de 15 mujeres son tratadas con hipnoterapia por la médico Yadira Méndez Paredes y la psicóloga Celia Nájera Castillo, ambas integrantes de la Marina.

«A través del habla, uno induce a la persona a relajar su mente y entrar al inconsciente», comenta Nájera Castillo. «La intención es que ellos mismos hallen soluciones».

Por doquier hay cartulinas pegadas donde se puede leer que es normal sentir tristeza, miedo o angustia, también ganas de llorar.

«Hablen lo que sienten. ¡No están solos!», remata una de las cartulinas. Y es verdad: a donde se mire hay psicólogos que escuchan a víctimas romper en llanto.

Detrás de las tiendas de campaña, varios perritos ladran y se dejan acariciar por los niños. Algunos de los canes se quedaron sin dueño.

perros albergue
«Tus papás te cuentan, tus abuelitos relatan lo que vivieron en el 85», comenta la estudiante de veterinaria Andrea Regino Zundel, de 19 años.

Ella se quedó dormida en la biblioteca de la Facultad de Veterinaria de la UNAM al ocurrir el temblor. Al despertar el edificio estaba vacío, nadie la había ayudado.

Cuando se enteró del sismo, fue con una brigada hacia los pueblos de Xochimilco, pero no pudo auxiliar porque ya había suficientes manos.
Aquí en el albergue ha apoyado con el cuidado de los perros rescatados.

«A veces hay personas que solo quieren ayudar a quienes sufrieron daños por el temblor, está bien y me da gusto», menciona, «pero ojalá fuera siempre, al salir a la calle todos los días».

sismo

Roberto Rangel Coronado, de 23 años, vivió el terremoto en las instalaciones de Centro Médico.

El estudiante de medicina ayudó a sacar pacientes del hospital y, cuando se aseguró que estaban bien, se trasladó al Zócalo para ofrecer sus servicios.

«Me tocó el sismo con los pacientes mientras estaba en consulta», recuerda Roberto. «Era mantener la calma, sacar a los pacientes y luego a los internados desalojarlos».

También fue enviado a uno de los albergues que atiende a los damnificados de la Unidad Habitacional Tlalpan.

«Hay muchísima solidaridad, es apoyar con nuestro conocimiento, para eso estamos estudiando», agrega. «Voy a ser médico para apoyar a las personas como me gustaría que me apoyaran».

Afuera, los motociclistas van y vienen con ayuda o víveres. En la zona cero los rescatistas son pacientes para buscar vidas o cuerpos por rescatar.

A unas cuadras, una familia acampa en el parque y sus pequeños han tomado los juegos como la única distracción posible. La tarde cae, de 5:50 a 6:10 pm se hace el último silencio para tratar de escuchar sobrevivientes. Todos callan. Los juegos en el parque se detienen.

                                                         
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