elfinanciero.com.mx
Hace casi 5 años, Julián Ríos recibió una mala noticia: a su madre no le diagnosticaron correctamente un tumor y su vida corría peligro por esa negligencia. Seis meses después, le amputaron ambos senos. Él no era más que un estudiante en su natal Monterrey, pero la experiencia le dejó claro lo lejos que estábamos de tener evaluaciones certeras y oportunas para detectar el cáncer de mama.
“Si esto le sucedió a mi mamá, una mujer con posibilidades económicas y una cultura de autoexploración, qué pueden esperar otras mujeres que no cuentan con las mismas ventajas”, señaló Julián.
De su ingenio y trabajo, y del de un grupo de jóvenes que en algunos países no podrían comprar alcohol, idearon a EVA, un dispositivo que se coloca en las copas de un sostén deportivo diseñado para detectar anormalidades en los patrones térmicos de los senos y la elasticidad del tejido, que pueden ser fuertes indicadores de cáncer de mama en etapas tempranas. Los datos son enviados vía bluetooth a un celular o tablet y son comparados con una base de datos de más 500 mujeres que han padecido la enfermedad para tener una evaluación de riesgo en minutos.
“El cáncer no es solo una enfermedad, es una amenaza a la humanidad, un problema que destruye familias, que rompe lazos, que lastima a la sociedad”, añadió Julián, quien tiene apenas 20 años.
Por ello, su empresa Higia Technologies se ha aliado con la Universidad de Stanford para recopilar más bases de datos y tener detecciones más eficaces, así como con empresas de tecnología, como Apple, Kio Networks y Google, que lo apoyan en el desarrollo de EVA. El Tecnológico de Monterrey, en Nuevo León, en donde estudiaba hasta hace apenas unos meses (es difícil estudiar y ser CEO de una de las empresas más innovadoras del sector salud), también lo ha apoyado.
Higia hoy cuenta con 15 desarrolladores, que continúan mejorando los dispositivos y los servicios que ofrecen, como las notificaciones al ginecólogo en caso de sospecha de peligro y la ayuda psicológica especializada. Reunir ese equipo fue el mayor reto para Julián, por encima de conseguir dinero y los materiales.
La invención de Julián y su equipo ha sido reconocida a nivel internacional y próximamente se espera una alianza con el IMSS para hacer llegar EVA a más mujeres que la necesitan.
En octubre se hizo una preventa en su página oficial, donde se colocaron 5 mil piezas. EVA es producida en Asia, en donde cada seis semanas se fabrica un lote de alrededor de 10 mil unidades y la demanda crece un diez por ciento. El costo de EVA es de 120 dólares. Julián espera que con el apoyo de varios organismos se logre bajar el costo y, si todo sale como espera, a finales de este año, octubre quizá, ya se hará la venta al público en general.
Por lo pronto, Julián está muy activo. Viaja constantemente a foros y convenciones en el país y el extranjero para acercar su invención a un sector salud ansioso de dispositivos que salven vidas. Cambió su residencia a la Ciudad de México y dejó de lado los hobbies y el estilo de vida de alguien de su edad. Por supuesto, su madre sigue siendo su inspiración tras haber vencido al cáncer.