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Basta con una rápida búsqueda en Internet para notar que es una realidad presente en todo el mundo. Ocurren con más frecuencia en India o algunos países de África, pero los linchamientos populares también son una realidad en Latinoamérica. En plena era de la información, este tipo de hechos suelen estar motivados por noticias falsas que se comparten en redes sociales. Los rumores sirven de combustible para avivar la llama de la indignación generalizada.
¿Justicia o injusticia popular?
Una cadena falsa por WhatsApp mató a un padre de familia de 23 años en Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá (Colombia). La ira popular se ensañó contra él y otros dos individuos que habían sido detenidos por delincuencia común. Como muestran estas fuertes imágenes, al hombre lo golpearon con piedras, palos y hasta machetes hasta dejarlo herido de muerte. El joven fue llevado a un hospital, donde confirmaron su deceso.
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Ecuador se vio sacudido a mediados de octubre con un episodio similar. En este caso, dos hombres y una mujer que habían sido detenidos por intento de estafa fueron sacados a la fuerza del retén policial y masacrados por habitantes de Posorja, parroquia rural de Guayaquil. La matanza tuvo lugar ante los agentes del orden: no pudieron con una multitud compuesta por más de 1.000 personas, quienes también vandalizaron la Unidad de Policía Comunitaria del lugar e incendiaron un taxi en el que se movilizaban los aprehendidos. El sangriento episodio se viralizó en Internet. Una infinidad de videos circularon en las redes sociales, captados por espectadores más preocupados por lograr el ángulo perfecto que por evitar la barbarie.
Falsos rumores e histeria colectiva
¿Qué tienen en común estos dos casos? Según las respectivas autoridades de ambos países, ambos fueron originados por rumores sobre supuestos robos de niños. La multitud dio muerte a individuos como una reacción colérica ante un supuesto delito imperdonable. Por mensajes en redes sociales en uno y de boca en boca en otro, los cotilleos fueron equívocos y los supuestos victimarios terminaron siendo víctimas.
Rubén Aroca, doctor en interculturalidad, sociólogo y catedrático ecuatoriano, recuerda que casos de ajusticiamiento como este «se producen en la parte oriental del Ecuador, más precisamente entre los clanes Taromenane y Taegueri», grupos indígenas que viven en aislamiento voluntario en la selva ecuatoriana. Agrega que «la noción de justicia, del ojo por ojo, está presente indiferentemente de la población de que se trate. Pero una cosa es estimar que aquello puede tener algo de consistencia de justicia y otra muy diferente es sostener que una comunidad de la nada produzca formas de justicia ancestral que no corresponde a las configuraciones culturales de esos grupos».
«Bien hecho»
«Así se corta un problema de raíz», «bien hecho, se lo merecían», «Nadie merece morir de esta forma»… Reacciones polarizadas inundaron las redes sociales en Ecuador tras lo ocurrido en Posorja. Unos comentaron los crudos videos para condenar el accionar del pueblo, otros defendían que la comunidad haya hecho justicia por sus propias manos y atribuyeron su reacción al descontento ante la inseguridad, la impunidad y la desconfianza en el sistema de justicia.
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Alfredo Velazco, director de la plataforma Usuarios Digitales, que controla las redes en ese país andino, subraya la rápida viralización de episodios violentos como este. «Los comentarios o reacciones estuvieron un 50/50: por un lado, quienes criticaban el linchamiento y, por otro, quienes apoyaban la acción banalizando el delito», apunta. Añade que lo preocupante en este tipo de casos es que se perpetúan en la memoria colectiva: «Ocurre lo que se denomina como ‘memeficación’: convertir el hecho en un meme y que siga estando en la memoria de las personas a manera de burla». Finaliza aclarando que la plataforma que dirige no ha hallado evidencia que verifique las alertas que circulan en Internet por supuestos robos de niños.
En Ecuador, los familiares de los tres asesinados exigen justicia a las autoridades. A ocho personas se les dictó prisión preventiva por el hecho. Entre las víctimas del linchamiento estaba una pareja de esposos, que dejó a cinco niños en la orfandad.