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CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El juego de artificios creado por el presidente Andrés Manuel López Obrador con pretexto de la conquista española, ocultó un hecho que provocó decepción y molestia entre los mandos de la Armada de México.
El lunes 25 de marzo, López Obrador viajó a su tierra, Tabasco. Tenía programados dos compromisos en el municipio de Centla. El primero, condecorar al secretario de Marina, Almirante José Rafael Ojeda Durán, en las instalaciones de la Marina en el lugar. El segundo, conmemorar los 500 años de Batalla de Centla, entre los maya-chontales y las huestes del conquistador Hernán Cortés.
Aunque en el fondo su propósito era abonar en su compromiso de convertir a Tabasco en la capital petrolera del país, según lo adelantó en campaña, el presidente cambió la agenda y decidió trasladarse con su esposa, Beatriz Gutiérrez Müeller, a la zona arqueológica de Comalcalco, donde grabó el polémico video de la petición de perdón por parte de España.
Los convocados a la gira se sorprendieron por el repentino viaje del presidente y su esposa, una doctora en literatura a la que designó presidenta del proyecto “Memoria Histórica y Cultural de México”.
El recorrido entre Centla y Comalcalco requiere de casi dos horas de camino. Por eso fue que el presidente canceló su primer evento: la ceremonia de protocolo militar para entregar la Condecoración de Perseverancia Excepcional de Primera Clase nada menos que al Alto Mando de la Marina, el Almirante Ojeda Durán, el hombre de mayor ascendencia en la Armada de México.
Por ese mero hecho, que significa ser el marino de mayor antigüedad en México, el Almirante se convirtió en el titular de la Secretaría de Marina, aun cuando López Obrador pensara diferente.
Es una convención contra la que no pudo ir, a diferencia de su designación al frente de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), donde nombró al general Luis C. Sandoval, a pesar tener apenas un año como divisionario y de que había generales con mayor antigüedad.
Todo estaba puesto en la Quinta Zona Naval, en el puerto de Frontera, en Centla, para el reconocimiento al jefe militar más respetado entre los marinos. Pero el presidente, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, se desentendió del simbolismo y valores entre los militares y decidió apuntalar las inquietudes intelectuales de su esposa.
“Era una condecoración, pero se pasa para el 21 de abril, cuando vamos a Veracruz”, dijo el presidente minimizando la frustrada ceremonia, sin considerar que los militares son hombres de símbolos.
Más que una descortesía fue un desaire de quien ha apostado a los militares como solución a la crisis de inseguridad del país y por la que se evaluará en parte a su gobierno. Su creación, la Guardia Nacional, tiene entre sus componentes a la Policía Naval.
López Obrador tiene una clara tendencia hacia el Ejército. Cuando en noviembre pasado, a dos semanas de asumir la Presidencia de la República, dio a conocer su plan de seguridad, quien habló a nombre de los militares fue el general Sandoval. El Almirante parecía un convidado de piedra.
Ya en Palacio Nacional, ha llenado de atribuciones y recursos al Ejército. La Marina, que en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña estuvo a cargo de las detenciones de jefes del narcotráfico, parecen ahora jugar de comparsa en la visión presidencial.