Después de escalar posiciones en la organización criminal, “Capache” cambió de bando. Ahora trabaja con una de las autodefensas más grandes del país, en donde encabeza una célula que se dedica, precisamente, a asesinar (“limpiar”, en su expresión) a sicarios del grupo al que antes pertenecía
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Es un veinteañero, pero ha vivido varias vidas en su corto paso por esta tierra. De infancia áspera, se hizo adulto abruptamente: fue sicario del cártel más poderoso de México, pero en los últimos tiempos pasó a ser uno de sus enemigos. Es un asesino de asesinos. Esta es la historia de «Capache», sobrenombre con el que lo conocen, o al menos como quiere ser llamado.
Ahora mismo vive en Chilpancingo, la capital del estado de Guerrero, en el sur del país, un punto neurálgico para el tráfico de droga y, por lo tanto, la delincuencia organizada. En dicha entidad se genera cerca de la mitad de la heroína que entra a los Estados Unidos y se ha vuelto uno de los productores principales de fentanilo.
Pero su nueva vida es reciente.»Capache» abandonó “hace un par de años” el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), conocido por sus crueles y salvajes métodos para imponerse. Así fue como suplantó al Cártel de Sinaloa, alguna vez dirigido por Joaquín “El Chapo” Guzmán, como uno de los más peligrosos del continente.
Sin embargo, después de escalar posiciones en el CJNG, «Capache» cambió de bando. Ahora trabaja con una de las autodefensas más grandes del país, en donde encabeza una célula que se dedica, precisamente, a asesinar («limpiar», en su expresión) a sicarios del grupo al que antes pertenecía.
Sus inicios en el Cártel Jalisco Nueva Generación
«Tenía apenas 14 años cuando dejé mi casa y me uní al cártel», declaró «Capache» al sitio The Daily Beast. Hijo de una madre soltera y con 10 hermanos, tuvo que abandonar la escuela a los 13 porque no había dinero para pagarla. Entró a trabajar en un restaurante en Ocotito, una pequeña comunidad en Guerrero, cuando uno de sus amigos lo reclutó.
«No teníamos nada, ni siquiera para comer. Estaba cansado de ver a mi mamá pasar hambre. Y sabía que podía ganar 10 veces más si trabajaba para ellos. Tan pronto como escuché la oferta, supe que lo haría. Menos de una semana después, ya estaba en el autobús rumbo a Jalisco», relató. El estado se encuentra en el oeste del país.
En el pueblo de Guachinango, más de 105 kilómetros al oeste de Guadalajara, la capital, llegó «Capache», con menos de 10 prendas de vestir. Durmió junto a otros jóvenes reclutas en tiendas de campaña esparcidas en una zona remota del lugar.
Ahí, los jóvenes y niños fueron instruidos por miembros retirados de las fuerzas especiales del Ejército mexicano, que habían ingresado al CJNG. De acuerdo con The Daily Beast, también recibió clases de parte de personal en servicio activo, que se encontraban en la nómina de la organización.
«Capache» aprendió entonces que no había vuelta atrás. «Uno extraña a la familia y piensa en escaparse. Pero si te intentas escapar, te persiguen y te matan. Vi a otro intentarlo y fueron cazados», explicó. A los desertores, el grupo dirigido por Nemesio Oseguera Cervantes, «El Mencho» los rociaba con gasolina y los quemaba vivos. A otros, les colocaban explosivos con cinta adhesiva.
En el campamento, «Capache» recibió entrenamiento general de infantería, incluidas tácticas de unidades pequeñas, prácticas de tiro con rifle de asalto y ametralladoras y lanzamiento de granadas, así como construir armas mientras se encontraban con los ojos vendados.
Pero, además, los reclutas tenían que pasar por duros ejercicios para aprender a insensibilizarse, tanto del dolor propio como el de otros. Uno de los peores ejercicios era el de soportar, durante 10 minutos sin moverse y desnudos, a los ataques de avispas. «Si te movías o gritabas, iban y te golpeaban», recordó. «Era mejor aguantar el dolor», dijo.
El entrenamiento duró unos tres meses. Entonces, era hora del examen final, que requería cortar en pedazos a una persona. Primero, debían torturar a alguien sin que muriera desangrado, para obtener información. Después, tenían que matarlo. Por último, era hora de cortarlo de manera específica para poder deshacerse de los restos.
«Sabías que si no participabas, te mataban», precisó «Capache». «Era la manera de probar que eras leal al cártel». completó. Las víctimas eran criminales menores de grupos antagónicos.
Una vez integrado formalmente en la organización, «Capache» inició como halcón en las calles de Ameca, en Jalisco. Después, comenzó a armar paquetes de droga para su envío. Pero el joven tenía un talento natural que lo llevó a ser un sicario.
Como asesino del cártel, «Capache» estuvo involucrado, de acuerdo con su propia cuenta, en «siete u ocho» enfrentamientos contra bandas rivales o autoridades. Su capacidad en el campo de batalla, las calles de Jalisco, lo elevaron nuevamente.
«Capache» se convirtió en un integrante de un cuerpo de élite integrado por 35 guardaespaldas dedicados a uno de los hombres más fuertes del Cártel: Hugo Gonzalo Mendoza Gaytán, «El Sapo», o «El 090», uno de los comandantes regionales de Oseguera Cervantes en el oeste del país.
De acuerdo con la DEA (Administración para el Control de Drogas estadounidense, por sus siglas en inglés), la esposa de Mendoza Gaytán es una de las administradoras del lavado de dinero de la organización.
Su viaje a Guerrero y el giro de su vida
En los siguientes meses, «Capache» sería enviado a su natal Guerrero para ayudar en el reclutamiento de nuevos miembros, pero sobre todo para allanar el camino del CJNG, con presencia en más de una veintena de estados, en su intento por tomar la plaza.
En Chilpancingo, la capital del estado, «Capache» fue capturado después de varios meses en la zona por un grupo de autodefensas llamado Frente Unido de Policías Comunitarias del Estado de Guerrero (FUPCEG), que de acuerdo con sus líderes, está compuesto por más de 11,000 milicianos que operan en 39 municipios (más de 760 comunidades) de Guerrero.
El entonces sicario recibió «clases de reeducación» durante media año, de acuerdo con el relato de «Capache. Entonces fue invitado a unirse a la fuerza dedicada a contraatacar al cártel al que pertenecía. Y aceptó.
Con la FUPCEG, «Capache» usó todos sus conocimientos sobre armas y táctica para enseñar a sus nuevos compañeros. Una de sus primeras tareas fue enfrentar al llamado «Cártel del Sur», una banda aliada al CJNG.
Pero «Capache» nuevamente fue ascendido. De vuelta en Chilpancingo, se incorporó como parte de un grupo de élite dedica al «programa de limpieza» clandestino, encargado de identificar, encontrar y asesinar a sicarios de su ex cártel.
«Capache», que vive en una casa de seguridad en alguna zona de la capital, recibe a través de su celular la orden para realizar un golpe. Poco después, un hombre llega a u ubicación con un arma «imposible de rastrear». Entonces, parte ya armado con un grupo de dos personas más, que incluyen a un conducto y a un «explorador».
Usualmente, el pequeño grupo se rota para ser el «tirador designado». Su método, el más seguro, es atacar a su blanco por la espalda desde una motocicleta o un automóvil.
En caso de que el hombre al que intentan matar suele estar rodeado por sus guardaespaldas, utilizan a un grupo de mujeres que consigue que se «relajen» y, en cuanto ellas logran su cometido, escapar del lugar y permiten el ingreso de la célula.
De acuerdo con «Capache», ha matado a cinco personas directamente en su trabajo con el grupo especial de la FUPCEG. El asesino de asesinos no cuenta su trabajo previo con el CJNG ni los enfrentamientos, ya que nunca se sabe si logró matar a alguien o sólo herirlo.
«No quiero inflar un número que podría ser menor. Los combates son tan confusos, no es como los pasan en la televisión», aseguró. Cuestionado sobre qué siente cuando mata a alguien, su respuesta es simple: «No siento nada más que adrenalina».
«Sin embargo, es deprimente cuando a tus amigos los hieren o los matas, pero su dolor te ayuda a seguir luchando, porque te hace buscar la revancha», precisó.
El joven viste con pantalones de mezclilla y botas de combate. Usa una camiseta ajustada de manga larga y camuflada. En el cuerpo, tiene un tatuaje de una calavera en la parte anterior de su mano derecha y un anillo con la imagen de un lobo aullando.
«Me siento bien con el trabajo que hago», expresó. «No es fácil, y tienes que cuidarte la espalda todo el tiempo, pero estoy orgulloso de esto», añadió. «Estoy defendiendo a la gente que no puede defenderse. Estoy luchando y la policía no hace nada contra los cárteles, así que si nosotros no lo hacemos, ¿quién lo va a hacer?», concluyó.
Sin embargo, grupos de autodefensas como el FUPCEG han recibido también críticas por las tácticas que emplea, ya que la línea que los diferencia con los cárteles a los que dice combatir se difumina cada vez más.
De acuerdo con los expertos, las autodefensas han sido posibles tanto por la ineficiencia del gobierno para proteger a ciertos sectores del país como por los políticos locales que lo permiten para lavarse las manos.
Mientras tanto, México vive uno de los peores momentos de violencia desde que se llevan a cabo registros. De acuerdo con cifras oficiales, agosto tuvo un promedio de 79 asesinatos al día y 2,469 víctimas en total.
Solo junio, con 2,560 homicidios, fue considerado más violento que agosto, pues según los registros del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública En ese orden, seguirían julio, con 2,414; marzo, con 2,404; mayo, con 2,384; enero, con 2,326; febrero con 2,326, y abril, con 2,227.