Juan Manuel Frausto
Agencia Reforma
GUADALAJARA, JAL 06-Apr-2020 .-«No están solos», les repitió el entonces Gobernador Aristóteles Sandoval a los uniformados. Estaban sentados en un círculo de sillas, en medio del patio de la Academia de la Policía del Estado, en Tonalá.
Esa mañana, el Fiscal Luis Carlos Nájera y el Comisionado de Seguridad Pública, Alejandro Solorio se quedaron apartados de la asamblea, como para que los gendarmes pudieran desahogarse sin temor. Lo necesitaban.
Las miradas estaban lejanas, pensativas, mientras el discurso político continuaba. Era inútil ocultar la tristeza e impotencia, pues apenas una semana atrás habían asesinado a 15 de los suyos en una emboscada. Una de las peores ocurridas en Jalisco. Y lo que les decían es que todo cambiaría. Que todo iría mejor.
El 6 de abril de 2015 quedó grabado para siempre en la memoria de los policías de Jalisco.
Ese día los agentes de la Fuerza Única regresaban a Guadalajara después de permanecer varias jornadas en Puerto Vallarta.
Sin embargo, en un puente conocido como Las Palmas, en el kilómetro 65+800 de la Carretera Mascota-Las Palmas, empezó todo.
Sujetos armados bajaron a los ocupantes de dos vehículos por la fuerza, atravesaron los automotores en pleno puente y los incendiaron.
Cuando las columnas de humo se alzaron, empezó el terror.
Desde este punto, los elementos, que iban en al menos cuatro patrullas, se fueron al entronque de la desviación al poblado de Soyatán y en el kilómetro 55+700 de la carretera les fue cortado el paso.
Ahí el camino pasa entre dos elevaciones de terreno, desde las que los delincuentes atacaron el convoy con fusiles de asalto y lanzagranadas. Los oficiales habían sido emboscados. 15 murieron. Las llamas alcanzaron parte de la vegetación que rodeaba la carretera y el humo pudo ser visto a unos 5 kilómetros de distancia.
Al igual que en el puente, otro vehículo fue incendiado en el kilómetro 17 de la citada carretera. Los automovilistas que buscaban salir de Puerto Vallarta por la vía libre comenzaron a detenerse sin saber qué ocurría.
Decenas de unidades de la Fuerza Única, el Ejército y otras corporaciones acudieron al sitio para tratar de ayudar a los agentes, pero su ingreso fue entorpecido por los bloqueos.
Al final, los criminales se salieron con la suya y lograron escapar.
En el artero ataque murieron Ramón Águila Espejo, de 47 años, Gilberto Aguilar García, de 35, Deivy Almeida Hernández, de 33, Juan Carlos Cázares López, de 41, Jesús Adrián Chávez Hernández, de 28, Valente Chávez Hernández, de 34, Jesús Alberto Chávez Rodríguez, de 28, Rosendo Fregoso Ramírez, de 33 años, y Gerardo Hernández Padilla, de 37.
Al igual que Rigoberto Murillo Prieto, de 33 años, Juan Antonio Nolasco Reynaga, de 34, Pedro Oliveros Rosas, de 36, Gerardo Rojas Soto, de 28, Ricardo de Jesús Uribe Niño, de 20, y Bonifacio Velázquez Díaz, de 42 años.
Por eso, nada de lo que les pudiera decir en la reunión el entonces Gobernador a los oficiales los iba a tranquilizar del todo. Ni lo que les dijera ningún político.
El Secretario general de Gobierno, Roberto López Lara, aseguró que los elementos realizaron peticiones en aspectos como horarios, instalaciones policiales y asesoría jurídica.
Aristóteles se comprometió a respaldarlos, además de revisar temas como la capacitación, sueldos y prestaciones.
«No están solos», les repetía el Gobernador.
Sin embargo, han pasado los años y las mismas peticiones, las mismas inquietudes, los mismos problemas aquejan a los policías del Estado. El eco vacío de las promesas aún se escucha en estos días.