El exsecretario de Seguridad Pública en el sexenio de Felipe Calderón será sentenciado este miércoles por cargos relacionados al narcotráfico
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No hay fecha que no se cumpla ni plazo que no llegue, y este miércoles 16 de octubre de 2024, Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón, conocerá finalmente su condena tras haber sido encontrado culpable de varios cargos relacionados con el narcotráfico. La sentencia se dictará en un tribunal de Brooklyn, Nueva York, luego de un proceso judicial que ha sido aplazado en varias ocasiones.
García Luna, quien fue el encargado de la seguridad nacional de México entre 2006 y 2012, fue declarado culpable por un jurado en febrero de 2023 de cinco cargos, incluyendo tráfico internacional de cocaína y asociación con el Cártel de Sinaloa. Este miércoles, tras más de un año de su veredicto, el juez Brian Cogan finalmente impondrá la pena, la cual podría ser de 20 años de prisión o incluso cadena perpetua, como lo ha solicitado la fiscalía.
En los días previos a la sentencia, la defensa de García Luna solicitó que el exfuncionario pueda recibir su condena vestido con ropa personal en lugar del uniforme de la prisión. Un documento, hecho público el lunes 14 de octubre, detalla la autorización para que García Luna use una chaqueta azul marino, camisa blanca y zapatos de vestir negros. Su abogado defensor, César de Castro, también adelantó que García Luna está deseoso de dirigirse a la corte y hacer un comentario público, como es permitido en este tipo de casos.
Durante el juicio, la fiscalía presentó testimonios y pruebas que señalaban los vínculos de García Luna con el Cártel de Sinaloa mientras estaba a cargo de la seguridad del país, lo que fue determinante para el fallo en su contra. Por su parte, el exfuncionario ha mantenido su inocencia, asegurando en una carta manuscrita dirigida a la prensa que los cargos en su contra están basados en “información falsa” proporcionada por el gobierno mexicano y testigos con antecedentes criminales. “Mi honor está intacto, yo no he cometido ningún delito”, sostuvo en la misiva.
El sueño truncado
Antes de convertirse en una figura clave en la seguridad pública y estar en el centro de uno de los mayores escándalos de corrupción en México, Genaro García Luna tenía un sueño muy distinto: ser futbolista profesional.
En su adolescencia, mucho antes de que se hablara de sus vínculos con el narcotráfico, García Luna aspiraba a jugar futbol a nivel profesional. Este capítulo poco conocido de su vida es detallado en el libro Los millonarios de la guerra. El expediente inédito de García Luna y sus socios, de la periodista Peniley Ramírez.
En 1984, a los 16 años de edad, García Luna ingresó al club Real Gijón, un equipo amateur que participaba en la Liga Española de Fútbol Amateur en México. Esta liga estaba conformada principalmente por descendientes de inmigrantes españoles y, aunque el nivel de competencia no era profesional, representaba una plataforma para jóvenes como él que soñaban con triunfar en el balompié.
El joven García Luna jugaba con determinación y disciplina, aunque sus compañeros de equipo recuerdan que no era un jugador destacado. Las fotografías de esa época lo describen como un adolescente delgado, con cabello lacio y raya en medio, bigote incipiente y una actitud seria en el campo.
A pesar de sus esfuerzos, el sueño de García Luna de convertirse en futbolista profesional no se concretó. Aunque llegó a formar parte de la reserva profesional del Club América, uno de los equipos más importantes de México, no logró consolidarse en el fútbol.
Ramón Raya, exjugador y entrenador de la selección mexicana, dijo en su momento a ESPN que fue Ángel Coca González quien se llevó al futuro policía al nido del águila.
Aunque García Luna entrenaba con los de Coapa, Ramón Raya lo calificó como un defensa “que no era muy bueno, pero sí disciplinado. Era de mucho esfuerzo, era callado porque tenía la situación del lenguaje, pero nunca tuvo problemas con nadie”, aseguró.
En 1987, a los 20 años, se enfrentó a la realidad de que no tendría un futuro en el deporte, pues no tenía el apoyo de sus papás. “Él estuvo hasta la tercera división y ya entrenaba en la mañana y el papá no lo dejó. Por ahí intentó, pero el papá no quiso, le pidió que primero la escuela”, compartió el visor de futbol.
Fue entonces cuando decidió buscar otras opciones, y esa búsqueda lo llevó hacia un rumbo completamente diferente: el mundo de la seguridad pública.
Según relata Peniley Ramírez en su libro, el rechazo en el fútbol marcó profundamente a García Luna. Este fracaso, junto con su ambición de mejorar su situación económica, lo empujó a ingresar a la policía de la Ciudad de México.
En los años siguientes, su ascenso en la estructura de poder fue notable. En la década de 1990, se integró a la extinta Dirección Federal de Seguridad (DFS), una agencia gubernamental vinculada con la represión de movimientos guerrilleros y que fue señalada por casos de desapariciones forzadas. Posteriormente, García Luna se unió a la nueva generación de policías que formaron parte del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), y en el año 2000, se le confió la creación y dirección de la Agencia Federal de Investigación (AFI).
Este ascenso lo llevaría a convertirse en secretario de Seguridad Pública durante el gobierno de Felipe Calderón, donde jugaría un papel clave en la llamada “guerra contra el narcotráfico”.
Durante su gestión, García Luna fue un hombre poderoso, con acceso a información sensible y con un control significativo sobre las fuerzas de seguridad del país. Sin embargo, detrás de esa imagen de funcionario implacable, comenzaban a surgir denuncias sobre su presunta relación con el crimen organizado, específicamente con el Cártel de Sinaloa.