“¿Por qué tengo la cabeza hecha un lío?”, se pregunta esta bestseller internacional que, en su nuevo libro, propone consejos de la neurociencia para dejar atrás “todo lo que arruina tu vida”.
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“Nuestros cerebros hacen todo lo posible por ayudarnos, pero a veces pueden comportarse como unos verdaderos imbéciles”, afirma la Dra. Faith G. Harper -consejera profesional, sexóloga, nutricionista y bestseller internacional- en su nuevo libro, Calma tu p*ta cabeza.
Con este libro, que ha ayudado a más de 5 millones de personas a través de sus profundos conocimientos de la neurociencia y su inusual sentido del humor, Harper busca hacer “que tu cerebro trabaje a tu favor, no en tu contra” para superar problemas como la ansiedad, la depresión, el estrés y la infelicidad.
“Para poder pensar más, tenemos que sentir más. Y luego tener en cuenta ambas cosas a la hora de tomar decisiones. Las emociones son tan importantes para nuestra supervivencia como los pensamientos. ¿A que ves perfectamente hacia dónde voy con eso?”, escribe la autora, que también ha sido profesora universitaria y conferenciante en TEDx.
Desde las cicatrices que nos deja el trauma hasta las profundidades poco exploradas del cerebro, Calma tu p*ta cabeza cuenta con una aproximación poco usual a la autoayuda, en la que mezcla los complejos términos de la neurociencia con “palabrotas” que acercan al lector a un universo poco conocido que, sin embargo, podría ser fundamental para lograr los cambios necesarios.
Así empieza “Calma tu p*ta cabeza”, de la Dra. Faith G. Harper
Por qué se nos jode el cerebro
¿Quieres una respuesta breve? Por el trauma.
Este libro básicamente trata sobre el trauma . Y de cómo respondemos ante el trauma, las putadas de la vida y a la actitud de mierda de otras personas que nos impiden petarlo en esta vida. También trata sobre cómo podemos crear estrategias de afrontamiento para lidiar con todas estas movidas que los médicos pretenciosos llaman ansiedad, depresión, adicción, ira, etcétera.
Estas estrategias sobre todo forman parte del complicado proceso de respuesta por el que pasa el cerebro después de que ocurre cualquier movida en tu vida. En realidad, el cerebro solo intenta hacer su trabajo, es decir, protegerte tan bien como sabe. Pero a veces acaba siendo un gilipollas y no ayuda una mierda. Es como ese amigo que siempre está dispuesto a partirle la cara aquienquiera que te moleste. Es gratificante, pero a la larga no es muy útil.
Este libro también trata sobre las putadas de la vida en general y las actitudes de mierda de otras personas. Sobre las movidas que puede que no sean traumáticas de por sí pero que no nos facilitan en absoluto las cosas. Sobre la manera en que lidiamos con todo lo que no llega a ser un trauma … pero que desde luego no son ni gatitos, ni arcoíris ni peluches. Al igual que ocurre con los traumas, las estrategias de afrontamiento que creamos para ESTAS situaciones tienden a ser menos útiles con el tiempo y sumamente agotadoras.
La buena noticia es que da igual el tiempo que lleves atascado en estas arenas movedizas, porque no cabe duda de que PUEDES reprogramar tus respuestas y calmar tu puta cabeza.
¿Por qué tengo la cabeza hecha un p*to lío?
Tenemos la tendencia a separar la salud mental de la física. Como si no se afectaran la una a la otra en un puto bucle de retroalimentación continuada ni nada.
Todo lo que aprendemos sobre el cerebro en sí suele entrar en la categoría de «salud física». En cambio, los pensamientos, los sentimientos y los comportamientos suelen formar parte de la categoría de «salud mental».
Entonces, ¿en qué parte del cuerpo está todo este pensar y sentir? Nuestra mente parece una especie de globo de helio que siempre flota por encima de nuestra cabeza. Puede que lo tengamos cogido por un hilo, pero en realidad no forma parte de nosotros (a pesar de que todo lo que hace sigue siendo responsabilidad nuestra). Esa imagen incorpórea de la mente no es muy útil.
De hecho, no tiene ningún sentido.
Esto es lo que realmente sabemos de la mente: hasta cierto punto habita en el intestino. En esta parte del cuerpo residen unos microorganismos únicos que mantienen una comunicación tan constante con el cerebro (a través del eje intestinocerebro… un concepto bien real) que hemos acabado refiriéndonos a esa zona como «el segundo cerebro». Uno que tiene un papel muy importante a la hora de guiar nuestras emociones. ¿Alguna vez has tenido una reacción visceral? Sí, es un hecho real.
Eso significa que nuestra mente, en vez de ser una entidad que apenas está atada a nosotros y no para de meternos en problemas, en realidad se encuentra en las profundidades de la parte de en medio de nuestros cuerpos y actúa como centro de control, ya que procesa un montón de información y toma decisiones incluso antes de que nos demos cuenta de que tenemos que tomarlas.
Nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos provienen de AQUÍ . Están profundamente arraigados a nuestros cuerpos físicos y a la percepción que tiene el cerebro del mundo que nos rodea en base a experiencias pasadas y a la información que tiene del momento presente. Así que si dijéramos que es IMPORTANTÍSIMO saber lo que ocurre en el cerebro y comprender cómo funciona nos estaríamos quedando cortos. Y en cuanto lo entendamos, veremos que nuestra manera de interactuar con el mundo que nos rodea es por completo normal, teniendo en cuenta cómo funciona el cerebro y nuestras experiencias pasadas. Si todo va bien y el aterrizaje es suave significa que no hay ningún problema. Pero ¿qué pasa si aterrizamos con brusquedad? Cuando el cerebro no cumple con su papel de torre de control y no gestiona todas esas movidas como es debido es cuando empezamos a ver las consecuencias:
♦ Se nos va la olla.
♦ Evitamos las cosas importantes con las que tendríamos que lidiar.
♦ Estamos siempre cabreados.
♦ Nos comportamos como unos capullos con las personas que nos importan.
♦ Nos metemos mierdas en el cuerpo que sabemos que no nos hacen ningún bien.
♦ Hacemos gilipolleces aun sabiendo que son estúpidas, destructivas y que no tienen ningún sentido.
Nada de todo eso nos ayuda mucho. Pero tiene sentido que ocurra.
A lo largo de la vida nos suceden cosas horribles. Y el cerebro almacena toda la información sobre esas cosas horribles para evitar que vuelvan a ocurrirnos en un futuro. Entonces se adapta a las circunstancias de tu vida y hace todo lo posible para protegerte, bendito sea. A veces estas respuestas pueden resultar muy útiles. Pero otras acaban convirtiéndose en un problema incluso mayor que el original. Tu cerebro no está INTENTANDO joderte (a pesar de que a veces no cabe duda de que lo hace).
¿Puede ser que nos ocurra lo mismo aunque no estemos lidiando con ningún trauma en concreto? Las estrategias de afrontamiento adaptativas, los malos hábitos y los comportamientos de mierda se programan en el cerebro de manera similar. Los estudios han demostrado que estos problemas en realidad son los más sencillos de tratar con terapia… siempre y cuando abordemos la raíz y no solo los síntomas.
He descubierto que una de las cosas más útiles que hago como terapeuta es explicar lo que ocurre dentro del cerebro y cómo diseñamos las sesiones de terapia para reprogramar las respuestas que exhibimos ante ciertas situaciones.
Los métodos que utilizamos en terapia (y los métodos y habilidades que la gente puede llegar a descubrir por su cuenta) están diseñados para reprogramar el cerebro de manera que pueda procesar información sin que eso desencadene una reacción exagerada de cojones. Esas reacciones exageradas son el mecanismo que tiene el cerebro para adaptarse y protegernos cuando percibe que una situación puede ser una amenaza… y lo lleva a cabo para que nos preparemos para hacer lo que sea necesario para mantenernos con vida. Modo lucha del cerebro ACTIVADO. Incluso aunque el supuesto enemigo sea una persona cualquiera con la que te has cruzado en una librería y que ni siquiera sabe que acaba de desencadenarte una respuesta al trauma.
Si retomamos el control del cerebro podremos responder ante esas amenazas percibidas de la manera más segura y racional posible.
Deja que te explique a qué me refiero.
Introducción al cerebro
Seguro que esta sección del libro será la que más te costará entender porque el cerebro es complicado de cojones. Pero solo te hablaré de cosas difíciles cuando sea absolutamente necesario para poder explicarte todo lo que quieres saber sobre lo que ocurre en el cerebro. Así que ten un poco de paciencia, lo haremos entre los dos.
La corteza prefrontal (a la que llamaremos PFC, por sus siglas en inglés), básicamente la parte frontal de tu cerebro, es la parte encargada de la función ejecutiva, que incluye la resolución de problemas, los comportamientos para alcanzar objetivos y la gestión de las interacciones sociales según las expectativas de lo que se considera «apropiado». En lo fundamental, la función ejecutiva consiste en pensar.
Se encuentra más o menos detrás de la frente (tiene sentido por el nombre, ¿no?). Es la parte del cerebro que ha evolucionado más recientemente, la que nos hace tan diferentes a otras especies. Es la parte del cerebro encargada de recibir información del mundo y gestionar los pensamientos y las acciones de manera acorde.
La corteza prefrontal es también la parte del cerebro que tarda más en desarrollarse cuando crecemos. No alcanza su máximo apogeo hasta los veintitantos años. Eso no significa que los niños, adolescentes y jóvenes no tengan corteza prefrontal. Y desde luego no significa que tengamos carta blanca para hacer estupideces durante las primeras décadas de nuestra vida. Pero sí que significa que nuestras conexiones neuronales van creando redes de comunicación cada vez más nuevas y complejas (nuevas vías de comunicación) a medida que nos hacemos mayores y nos volvemos más sabios. Y, si todo va bien, la PFC va funcionando cada vez mejor, una de las claras ventajas de envejecer.
Quédate con eso de «si todo va bien».
Así pues, la corteza prefrontal es la parte del cerebro que teóricamente está al mando.
Y por lo tanto es comprensible que la corteza cerebral esté muy conectada con el resto del cerebro. La parte ventral (que viene a ser la parte trasera de la PFC… vaya, el culo de la PFC, por así decirlo) está conectada directamente con una zona del cerebro distinta por completo… la parte que almacena las emociones (enseguida te contaré más sobre esta liada). Además, toda la PFC recibe información sobre los niveles de excitación del tallo cerebral (no te preocupes, después te contaré más sobre este tema también).
Así que cualquier información que reciba la PFC de estas otras partes del cerebro afecta esa región pensante. La PFC tiene un área llamada corteza cingulada anterior. El trabajo de esta área es gestionar el diálogo entre la PFC (la parte pensante del cerebro) y el sistema límbico (la parte sentimental del cerebro). La corteza cingular anterior está al mando de la conversación que se produce en nuestro cerebro entre lo que sabemos y lo que sentimos… y luego nos sugiere qué podríamos hacer con todo este lío.
Todas las conexiones que tenemos en esta zona son RARAS de cojones. Las células de esta parte del cerebro se llaman neuronas en huso… son como supermodelos, altas y de piernas largas, no como las demás neuronas que abundan por todas partes, bajas y con piernas frondosas. Esas jodidas sí que saben dar una buena patada en el trasero. Tienen la capacidad de enviar señales mucho más deprisa que el resto de las neuronas, por eso la respuesta emocional nos afecta tanto como si nos metiéramos un chute de algo.
¿Por qué tenemos ese tipo de neuronas y por qué están precisamente ahí? Solo los humanos y los grandes simios tenemos neuronas en huso. Muchos científicos creen que es en parte gracias a ellas que hemos evolucionado hasta llegar a un nivel de cognición superior.
Para poder pensar más, tenemos que sentir más. Y luego tener en cuenta ambas cosas a la hora de tomar decisiones. Las emociones son tan importantes para nuestra supervivencia como los pensamientos. ¿A que ves perfectamente hacia dónde voy con eso?