Ha trascendido que antes de ser hallado muerto, Alejandro Arcos acudió a la localidad de Petaquillas, zona dominada por Los Ardillos
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En Chilpancingo, Guerrero, el asesinato del alcalde Alejandro Arcos Catalán ha generado una profunda conmoción y preocupación tanto a nivel nacional como internacional. El cuerpo del funcionario fue hallado el 6 de octubre de 2024 dentro de un vehículo, en el toldo reposaba su cabeza, una escena brutal que provocó fuertes condenas.
Este martes, durante la conferencia de prensa matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, el secretario de Seguridad Pública Ciudadana (SSPC), Omar García Harfuch, ventiló que el presidente municipal se dirigía a una reunión en la localidad de Petaquillas, un área dominada por el grupo criminal Los Ardillos.
El alcalde había salido de Chilpancingo sin escoltas ni chofer, lo que ha levantado interrogantes sobre las circunstancias de su traslado y el motivo de la reunión a la que se dirigía.
Aunque aún no se han identificado a los responsables directos del crimen, la fuerte presencia de Los Ardillos em el municipio ha generado especulaciones sobre su posible implicación en el asesinato, especialmente tras conocerse que el alcalde presuntamente no habría accedido a las demandas que hacía el grupo criminal, que buscaban cooptar los recursos del municipio.
Además, cabe recordar que en 2023, la exalcaldesa Norma Otilia Hernández fue grabada en una reunión con el líder de esta organización, Celso Ortega, lo que desató suspicacias sobre vínculos entre el gobierno local y el grupo criminal
Los Ardillos, junto con Los Tlacos, son facciones criminales que surgieron tras la fragmentación del cártel de Los Beltrán Leyva y actualmente se disputan el control de diversas actividades delictivas en la región de Chilpancingo.
Según el consultor en Seguridad Pública David Saucedo, el asesinato de Arcos coincide con el modus operandi de Los Ardillos, quienes suelen ejecutar a sus rivales de manera similar. El 24 de junio de 2023, varias personas fueron decapitadas y sus cabezas exhibidas en la cajuela de una camioneta de lujo abandonada frente a una iglesia en San Mateo junto a unas cartulinas en donde le pedían un segundo desayuno a Norma Otilia Hernández.
Los Ardillos surgieron en la región montañosa de Guerrero hace más de dos décadas, en un contexto marcado por la proliferación de grupos criminales derivados del colapso de los grandes cárteles de la droga que habían dominado el estado durante los años 90 y principios de los 2000.
El líder original, Celso Ortega Rosas, un ex policía que conocía bien el territorio, comenzó cultivando amapola en el municipio de Quechultenango, a 45 kilómetros de Chilapa de Álvarez, de acuerdo con un informe de InSight Crime.
Tras la muerte de Ortega Rosas en 2011, tres de sus hijos tomaron las riendas del grupo y expandieron su influencia en la región. A diferencia de otros cárteles que se disputan el control de vastas zonas del país, Los Ardillos se han concentrado en mantener su dominio sobre las montañas de Guerrero, enfrentándose a otros grupos criminales como Los Rojos, con quienes han sostenido una violenta guerra territorial por más de 10 años.
Actividades delictivas de Los Ardillos
Aunque Los Ardillos comenzaron principalmente en el narcotráfico, su modelo de negocios ha evolucionado en respuesta a los cambios en el mercado de la droga. Con el declive del mercado de la heroína, que alguna vez fue una fuente importante de ingresos debido a la producción de amapola en la región, el grupo ha diversificado sus operaciones.
Falko Ernst, analista del International Crisis Group, explicó a InSight Crime que, si bien la heroína sigue siendo una fuente de dinero, su disminución ha obligado a los grupos armados como Los Ardillos a buscar otras fuentes de ingresos.
“La minería se ha convertido en un foco importante de conflicto en muchas partes de Guerrero, y Los Ardillos buscan controlar estos recursos”, afirma Ernst. Las minas, principalmente de oro y plata, son altamente lucrativas, y controlar las tierras donde se encuentran garantiza ingresos mediante extorsiones y cobro de “protección” a las empresas mineras y las comunidades que habitan las áreas.
Además de la minería, Los Ardillos han incrementado sus actividades en la extorsión, el secuestro y el cobro de piso a negocios locales, campesinos, taxistas y hasta autoridades municipales. Lo que a su vez ha aumentado las cifras de homicidas y desapariciones.
En varias ocasiones, han sido señalados de imponer su control político en las elecciones locales, apoyando a ciertos candidatos a cambio de impunidad y recursos. Bernardo Ortega, hijo del líder fundador, fue alcalde del municipio de Quechultenango de 2002 al 2005 y diputado local en dos periodos (2005-2008 y 2012-2015), dichos cargos de la mano del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Esto les ha permitido no sólo mantener el control territorial, sino también tejer una red de complicidad que les facilita operar con total impunidad.
Desde 2015, la escalada de violencia, con asesinatos, emboscadas y enfrentamientos armados ligados a este grupo criminal ha generado una grave crisis de seguridad en municipios donde operan Los Ardillos, como Chilpancingo, Chilapa, Tixtla y José Joaquín de Herrera.
Ataques y autodefensas
La violencia perpetrada por Los Ardillos ha provocado la formación y fortalecimiento de grupos de autodefensa en la región, especialmente entre las comunidades indígenas de Guerrero, con la creación de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias de los Pueblos Fundadores (CRAC-PF), que además ha usado a niños, de entre 6 y 15 años de edad, como reclutas para la defensa de las comunidades, imágenes que también han dado vuelta al mundo.
Los Ardillos han sido protagonistas de una serie de ataques violentos contra comunidades indígenas y fuerzas de seguridad en la región. En noviembre de 2015, participaron en una emboscada contra cuatro integrantes de la policía comunitaria de la Casa de Justicia “La patria es primero”, en El Fortín, Tixtla.
En abril de 2018, el mando policial de Chilapa, Isidro Casarrubias Tlatempa, fue asesinado junto con otro oficial. Sus cuerpos fueron encontrados abandonados en un vehículo.
En enero de 2019, durante las celebraciones del Santo Niño de Atocha, Miguel Ángel Tenorio Hidalgo, quién se desempeñaba como director de la Juventud en Chilapa, y una mujer, fueron asesinados en un ataque que también dejó tres civiles heridos.
Días después, el 27 de enero de 2019, un enfrentamiento entre el Sistema Comunitario de los Pueblos Originarios y Los Ardillos en los límites de Chilapa y José Joaquín de Herrera dejó un saldo de 12 muertos y dos heridos. Las autodefensas afirmaron que Los Ardillos intentaron ingresar al municipio, abatiendo a 10 sicarios, aunque también sufrieron dos bajas.
En octubre de 2019, al menos 150 miembros de Los Ardillos lanzaron un ataque contra la comunidad de Rincón de Chautla. Unos 30 milicianos de la CRAC-PF repelieron el ataque, dejando dos muertos y mostrando la resistencia de las autodefensas indígenas frente a un cártel armado de manera desproporcionada.
En enero de 2020, un grupo de músicos fue emboscado por sicarios de Los Ardillos cuando regresaban de una presentación en Tlayelpan. Los 10 integrantes de la caravana fueron asesinados, lo que provocó que las autoridades comunitarias exigieran a las autoridades municipales, estatales y federales medidas contundentes para desmantelar a los grupos delictivos en la región.
Un día después de esa emboscada, cuatro indígenas fueron hallados muertos dentro de su camioneta en la carretera Chilapa-Tlapa, con signos de tortura y disparos en la cabeza.
En septiembre de 2020, tres policías comunitarios del Consejo Indígena y Popular de Guerrero-Emiliano Zapata (CIPOG-EZ) resultaron heridos tras una emboscada en la carretera Ahuixtla-Papaxtla, en el municipio de Chilapa de Álvarez, en un nuevo ataque atribuido a Los Ardillos.
En el 2023, Chilpancingo comenzó a paralizarse debido a la violencia en el municipio, lo que también ha causado el desplazamiento forzado de decenas de familias, mientras los asesinatos, levantones, secuestros y extorsiones se han convertido en el pan de cada día que ninguna autoridad ha podido frenar.