Agentes de la Policía Nacional española han desarticulado una organización criminal de origen nigeriano dedicada a la trata de mujeres para su posterior explotación sexual en clubes de alterne y calles de Bilbao y principalmente en Benidorm (Alicante).
Tras establecer un dispositivo para la detección de posibles víctimas de trata de seres humanos en las zonas habituales de prostitución de Bilbao, una joven nigeriana entrevistada por la Policía decidió contar su situación a los agentes. Después de ofrecerle todos los recursos y medidas de protección pertinentes, se inició la investigación.
La organización estaba formada por ciudadanos nigerianos con recursos y contactos en diversos países, tanto africanos como europeos. Se trataba de una estructura piramidal, con una jerarquía perfectamente establecida, dirigida por tres mujeres muy especializadas en este procedimiento delictivo. Entre las tres poseían la infraestructura necesaria (es decir, los pisos en los que se iba alojando a las víctimas desde su país de origen hasta el lugar de su explotación), y tenían a su cargo un personal que se encargaba de trasladar a las jóvenes y de su control.
Victimas jóvenes y pobres, amenazadas con vudú
Según fuentes policiales consultadas por RT, la organización captaba a mujeres muy jóvenes -que vivían en su país de origen en la más absoluta pobreza- con falsas promesas de un trabajo digno y bien remunerado en Europa. Cuando las víctimas aceptaban, eran sometidas a rituales de vudú, que eran una especie de contrato por el cual prometían fidelidad a la organización y que, en caso de incumplimiento, las acarrearía terribles consecuencias e incluso la muerte, tanto a ellas como a sus familias.
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Tras los rituales, -según explica la Policía Nacional de España en un comunicado- los contactos de la organización en Nigeria trasladaban a las víctimas a Níger, desde donde otros miembros las acompañaban hasta Libia, custodiándolas allí hasta que podían enviarlas a Italia, para lo cual no dudaban en poner en riesgo sus vidas, acomodándolas en cualquier tipo de embarcación carente, en la mayoría de los casos, de cualquier medida de seguridad. De hecho, hay pruebas de que dos de las víctimas de esta organización tuvieron que ser recogidas por un barco de rescate tras hundirse la nave en la que viajaban en el Mediterráneo, pereciendo ahogados varios de los inmigrantes.
Desde Italia hasta España viajaban en avión, tuteladas por las parejas sentimentales de las máximas responsables de la organización, utilizando pasaportes que pertenecían a otras mujeres nigerianas que ya estaban legalmente viviendo en España.
Ya en España, una gran deuda y más rituales.
Una vez en territorio español, las jóvenes eran alojadas en pisos de la organización en Bilbao (en la zona norte del país) donde se les daba instrucciones para que solicitaran asilo, evitando así que la Policía pudiese expulsarlas si las identificaba. Tras efectuar la solicitud, y para evitar que las pudieran relacionar con sus explotadores, las víctimas se alojaban durante unos días en algún albergue público, regresando luego a la red de pisos de la organización.
Y ahí, de vuelta en estos inmuebles, era donde ocurría la verdadera traición: las víctimas eran informadas entonces de la «deuda» contraída con la organización, que oscilaba casi siempre entre los cuarenta y cuarenta y cinco mil euros, y se les informaba también de que para saldarla tendrían que ejercer la prostitución. Entonces se llevaban las mujeres a Benidorm, donde los mafiosos tenían otros pisos y otras personas de confianza encargadas de iniciarlas y mantenerlas en el ejercicio de la prostitución. En ese momento, las jóvenes eran sometidas otra vez a nuevos rituales de vudú, para ejercer un control psicológico absoluto sobre ellas.
Muy controladas, explotadas y aterrorizadas
«Las tratantes controlaban absolutamente todos los movimientos y quehaceres de las víctimas, que vivían aterrorizadas», explica la Policía. Únicamente tenían permitido salir del domicilio en el que se alojaban para comprar comida o para trabajar. Ni siquiera tenían una copia propia de las llaves del inmueble. Todos los días de la semana estaban obligadas a prostituirse, en largas jornadas de más de 14 horas de duración, con lluvia o con sol, sanas o enfermas.
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La Policía explica hasta qué punto se hallaban psicológicamente sometidas con hechos cómo éste: «Era tanto el temor que sentían las víctimas hacia las máximas responsables que una de ellas, tras quedarse embarazada, había abortado y aún así continuaba ejerciendo la prostitución con normalidad para que ellas no se enteraran».
La organización obtenía considerables beneficios económicos mediante este procedimiento de explotación, que permitían vivir cómodamente a todos los miembros, quienes disfrutaban según la Policía de un elevado nivel de vida. Además, blanqueaban importantes cantidades de dinero enviándolo a Nigeria donde, aparte de enriquecerse, lo reinvertían subvencionando nuevos episodios de trata de seres humanos.
Completa desarticulación de la trama
En el golpe definitivo a la red mafiosa han contribuido la Brigada Central contra la Trata de Seres Humanos de la Comisaría General de Extranjería y Fronteras, la Unidad contra Redes de Inmigración y Falsedades Documentales de Alicante y la Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras de Bilbao, bajo la supervisión de Europol. El éxito del dispositivo ha sido notable, ya que se logró la completa desarticulación de la organización y la detención de seis de sus miembros en Bilbao y otros tres en Alicante, y con la liberación de siete víctimas.
En la operación, los agentes llevaron a cabo cinco registros domiciliarios (tres en Bilbao y dos en Benidorm) en los que se intervinieron unos 20.000 euros en efectivo, abundantes e importantes registros contables, otros documentos reveladores ( principalmente justificantes de envíos de dinero y anotaciones de los principales países que forman parte de las rutas migratorias empleadas), además de material informático y muchos terminales de telefonía móvil, que en este momento están siendo analizados por expertos.