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Declaratoria 28 de julio de los Arcos de Mismaloya

Luis Michel conminó a seguir protegiendo el medio ambiente y recursos naturales

El presidente municipal de Puerto Vallarta, Luis Alberto Michel Rodríguez, encabezó la ceremonia de la declaratoria de los Arcos de Mismaloya, cada 28 de julio.

El alcalde al hacer uso de la voz hizo un recuento de la historia para la protección de los arcos de Mismaloya, imán de turismo mundial.

Visitar Puerto Vallarta tiene una parada obligada que son los arcos de Mismaloya.

En el evento se contó con la presencia de José Campillo García, ex titular de la PROFEPA.

Reconoció al gobierno de Michel por impulsar esta declaratoria en favor de los arcos de Mismaloya.

Muy distinguidos integrantes del Municipio de Puerto Vallarta

Distinguidos representantes de las organizaciones civiles y colectivos que trabajan incansablemente en favor de las causas ambientales de su estado y de esta maravillosa región costera

Miembros del Comité PRO-DECLARATORIA de LOS ARCOS DE MISMALOYA; hoy, por fin, su incansable trabajo rinde frutos

Representantes de las instituciones de educación superior y científica que nos acompañan
A los Guardianes de la Bahía de Puerto Vallarta, mi más cumplido agradecimiento
Señoras y señores

 Dijo que hace casi medio siglo, surgió un acontecimiento inédito, al publicarse, el 28 de julio de 1975, el ACUERDO que establece como zona de refugio para la protección de la flora y fauna marinas, las aguas comprendidas en «Los Arcos», Jalisco. La lucha apenas empezaba, y hoy tan solo culmina una etapa más, al declarase esta fecha como el Día de los Arcos de Mismaloya.

 Enhorabuena por los luchadores sociales, y mi mayor reconocimiento a las autoridades municipales por su solidaridad con esta causa.

 Tocó a mi señor padre, José Campillo Sáinz -en ese entonces Secretario de Industria, Comercio y Pesca-, expedir el singular decreto. ¿Era Campillo Saínz un ambientalista? Quizás no. En aquella época los movimientos a favor del medio ambiente eran incipientes y lejos estaba la Cumbre de Rió de 1992, de la cual emergerían las legislaciones modernas en todo el mundo, y con ellas los ambientalistas.

 Lo que sí movió a mi señor padre a declarar como Hábitat Crítico a los Arcos de Mismaloya fue su enorme sensibilidad por las bellezas naturales de su País, un conocimiento profundo de su historia y de sus tradiciones. Como estudioso del Derecho y la Filosofía (por más de 50 años impartió Cátedra y sus alumnos se cuentan por cientos), tenía claro que los mexicanos tenían derecho a un ambiente sano, principio que sería plasmado en la Constitución, 22 años después, en 1999.

 De mi parte, debo decir, que no heredé sus grandes capacidades intelectuales –sería presuntuoso afirmarlo- pero sí, en cambio, su vocación de servicio, lo que me llevó a una ruta profesional muy semejante a la suya:

sector privado, sector público y ejercicio libre de la profesión. Así como él se debió de sentir orgulloso de haber sido Secretario de Estado y durante 12 años Director del INFONAVIT (del cual fue su creador), así lo siento en mi caso al haber encabezado, entre otra cosas, la Subsecretaría de Regulación Sanitaria federal y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, PROFEPA, pues fue de aquí que me nació una convicción ambientalista que llevaré hasta la muerte.

Aseguró también que Experiencias como ésta –a la que sumaría el haber sido impartidor de Justicia como Magistrado del Tribunal Superior de Justicia- es que llegué a entender y abrazar ese valor que proclamaba Campillo Sáinz, quien decía: “El mayor privilegio que puede tener un hombre, es servir a los demás”. Y lo repito:

“El mayor privilegio que puede tener un hombre, es servir a los demás”.

 Por qué mi insistencia? Muy sencillo:

porque tengo la convicción de que todos los que estamos aquí sentimos la necesidad de gozar de ese privilegio: servir a los demás. ¿Hay algo más valioso?

 También tengo la convicción de que jamás hubiéramos llegado a este día, si no fuera porque ciudadanos libres y gobiernos legítimos –como los de Puerto Vallarta- han trabajado juntos por la misma causa.

 Ahí estarán –y estarán para siempre- los Arcos de Mismaloya. De nosotros depende que sigan conservando esa riqueza que les rodea (por arriba, por abajo y a todo lo ancho). No son, entiéndase, un accidente rocoso a la orilla del mar: son el Corazón de Piedra Verde – diría Salvador de Madariaga- que da vida a todo un cuerpo prodigioso de la Naturaleza; son el lecho acuoso de la Tierra Pródiga, de Agustín Yáñez; son los Arcos de Mismaloya los días maravillosos de Bahía de Banderas; son las misteriosas y sensuales Noches de la Iguana.
Felicidades a todos por este día memorable.

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