Panteón de la 5 de diciembre
En Puerto Vallarta, la tradición por el día de los muertos está más viva que nunca.
Los panteones lucieron sus mejores galas y la asistencia de la gente para estar con sus fieles difuntos, fue muy positiva.
Afuera de los recintos, venta del tradicional pan de muerto, las flores, ofrendas, comida exquisita y el cuidado de los grupos de rescate hicieron que esta jornada fuera en orden y con mucha seguridad.
En el panteón de la colonia 5 de diciembre, recibió a miles de feligreses, lo mismo que la visita importante de turistas, ávidos de estos festejos nacionales.
Muchas familias que visitaron y arreglaron las tumbas de sus seres queridos, dejaron ofrendas, llevaron música y dejaron comida que gustaba a los difuntos.
En la colonia 5 de Diciembre, el 2 de noviembre se transformaba en un día mágico, lleno de colores y aromas que danzaban en el aire.
Desde temprano, las familias comenzaban a llegar al panteón, llevando ofrendas decoradas con flores de cempasúchil, velas encendidas y deliciosos platillos típicos.
La luz dorada del sol se filtraba entre los árboles, creando un ambiente casi etéreo, mientras el murmullo de las risas y las anécdotas llenaba el espacio, tejiendo recuerdos entre los vivos y los que habían partido.
A medida que avanzaba el día, el panteón se llenaba de vida.
Gente local y visitantes admirando las coloridas tumbas y las esculturas de papel picado que adornaban las ofrendas.
Los adultos, por su parte, se sumergían en la tradición, contando historias de sus seres queridos, riendo y llorando en un mismo suspiro.
El aire se impregnaba de la fragancia del incienso y el sabor del pan de muerto, creando un ambiente de celebración que honraba el ciclo de la vida y la muerte.
Con la llegada de la noche, las velas encendidas iluminaban los caminos del panteón, convirtiéndolo en un lugar de ensueño.
Las sombras danzaban suavemente, mientras las familias se reunían alrededor de sus seres queridos, compartiendo recuerdos y canciones.
El cielo resplandecía como si los espíritus estuvieran escuchando desde el más allá.
En ese instante, el 2 de noviembre se volvía un puente entre dos mundos, donde la vida y la muerte se entrelazaban en un abrazo eterno, recordando a todos que el amor nunca muere.