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El 2017, el año más violento de México: The New York Times

proceso.com.mx

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- “El año más violento en México, visto desde uno de los municipios más peligrosos” reza el encabezado de un reportaje escrito por Azam Ahmed y publicado hoy por el influyente diario estadunidense, The New York Times (NYT) que a partir de relatos sobre la ola de violencia que azota a Tecomán, un pequeño poblado de Colima, muestra el fracaso de la estrategia del gobierno contra el crimen organizado, que sólo ha producido más muertes.

Según el diario, México se acerca a su momento más mortífero en décadas: más de 100 mil muertes, 30 mil desaparecidos y miles de millones de dólares “en la hoguera de la lucha contra el crimen organizado, y las flamas siguen vivas”.

Para tartar de explicar el fenómeno del incremento de la violencia en el país el New York Times envió a Azam Ahmed a Tecomán, Colima, que el año pasado fue uno de los más mortíferos, con una tasa de homicidio de 151.8 por cada 100 mil habitantes, según un análisis independiente de datos oficiales, anotó.

El promedio de homicidios para todo Colima fue de 42.12 homicidios dolosos por 100 mil habitantes y el promedio nacional, de 16.81, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

La cifra de Tecomán, refiere el diario, bien podría aumentar al doble este año, “lo que lo vuelve uno de los ejemplos más claros de una crisis nacional”.

El rotativo recuerda que alguna vez, Colima fue uno de los estados más seguros de México y un lugar al que iban en busca de santuario los mexicanos que querían huir de los enfrentamientos con narcotraficantes. “Ahora los funcionarios de Tecomán, un pueblo agricultor en la costa del Pacífico, apenas y se encogen de hombros cuando ocurren dos homicidios en unas pocas horas. Ya no es algo fuera de lo común”, subraya el diario.

Y advierte que “México se acerca a su momento más mortífero en décadas” ya que en los primeros seis meses de este año ya se han dado más homicidios a nivel nacional, que en el mismo periodo de los últimos veinte años, cuando empezaron los registros.

Ahmed relata en su reportaje una de las escenas que ya se han hecho cotidianas en Tecomán.

Describe:

“Estaba desparramado en una silla blanca, con el cuello torcido a la derecha. A pocos centímetros había un teléfono celular, como si justo hubiera terminado una llamada. Tenía puesto unos zapatos con las agujetas desamarradas; era una imagen mórbida de lo que se ha convertido la ‘vida’ en este poblado colimeño.

“Israel Cisneros tenía 20 años. Murió de manera instantánea en la casa de su padre. Cuando llegó la policía a la escena del crimen, el segundo homicidio reportado esa noche, la sangre que salía del ojo izquierdo de Cisneros –donde recibió el balazo– ya estaba algo endurecida y comenzaba a agrietarse; la cara y el cuello de Cisneros parecían tener escamas de color rojo”.

En este caso, dice, sólo hubo una víctima, en otras escenas han sido varias pero “la mayor frecuencia de estos es indicativa de la creciente violencia del narcotráfico”, subraya.

“Los grupos criminales llegan cada vez más a zonas antes seguras y han dejado un rastro de homicidios que, según algunos conteos, es mayor al vivido en el punto más crítico de la guerra contra el narco, en 2011”, añade.

José Guadalupe García Negrete, el presidente municipal de Tecomán, dijo al New York Times: “Lo que está pasando aquí está pasando en todo el estado, todo el país. Es como un cáncer”.

Y es una tendencia, señala el diario, que para el presidente Enrique Peña Nieto, representa “mucho más que un vapuleo de la estrategia para combatir al crimen organizado. También es un reto fundamental a la narrativa principal de su gobierno: que México se mueve en el sentido opuesto a la violencia y la inseguridad”.

Antes de llegar al cargo, añade el rotativo, Peña Nieto aseguró que cambiaría la imagen del país en el mundo al transformarla de una nación agobiada a una reconocida a nivel global como líder en materia energética, educativa, comercial y en telecomunicaciones.

“Funcionó, por un tiempo. Sus reformas económicas avanzaron en el congreso y, aun cuando la violencia se hizo evidente con la desaparición de 43 estudiantes en septiembre de 2014, aumentó el turismo y cayeron las tasas de homicidio; era algo a lo que el presidente mencionaba en sus discursos.

“Pero las cifras ya no encajan con esa narrativa. Los números totales de homicidios van en aumento. La violencia se ha hecho sentir hasta en zonas turísticas como Los Cabos, en Baja California Sur”, subraya.

David Shirk, profesor de la Universidad de San Diego que ha estudiado la guerra contra el narco, dijo al diario:

“El gobierno de Peña Nieto subestimó muy seriamente, o malentendió, la naturaleza del problema que vivía México. Pensaron que con usar mercadotecnia cambiarían la conversación y enfocarían la atención de la gente en todas las cosas buenas que estaban pasando para alejarla del problema de violencia que pensaron era exagerado”.

El diario refiere que el gobierno afirma que ha encarado a la violencia con toda la seriedad. Pero, sostiene, el aumento en los homicidios lo causan diversos factores: la debilidad de la policía local y estatal, la fractura de los grupos criminales después de que sus líderes han sido arrestados, el incremento en la demanda de drogas en Estados Unidos y el flujo de dinero y armas que manda a México.

Y ante las cifras, los funcionarios han presentado a un nuevo presunto culpable, señala el diario: dicen que las reformas al sistema jurídico promovidas por el gobierno anterior fracasaron y eso es lo que ha vuelto a México más peligroso que nunca.

“La reforma judicial que empezó en 2008 y culminó el año pasado –con ayuda de más de 300 millones de dólares otorgados por Estados Unidos– es considerada el cambio más importante a la jurisprudencia en México en más de un siglo. Pretende enmendar el Estado de derecho y ha adoptado un modelo muy similar al estadounidense, en el que hay presunción de inocencia, la evidencia se presenta en una corte abierta al público y se busca que sea más difícil esconder la corrupción.

“Eso conlleva, también, que no haya detenciones arbitrarias y que los sospechosos que son detenidos sin prueba deben ser liberados. Por eso varios funcionarios argumentan que el sistema acusatorio es responsable de que haya más crimen y una mayor impunidad”, explica el NYT.

Durante meses, añade, políticos del gobernante Partido de la Revolución Institucional (PRI) han sentado las bases para coartar el sistema acusatorio; han buscado revertir, por ejemplo, protecciones como la inadmisibilidad de evidencia obtenida por medio de la tortura.

Con el aumento de la violencia, sigue, el gobierno puede argumentar a favor de revisiones y poderes como poder detener a sospechosos durante años en lo que hay un juicio.

García Negrete, el presidente municipal de Tecomán, –señala el diario– entiende muy bien el dilema que enfrenta el presidente:

Si se pronuncia mucho sobre la violencia, podría reducir a su comunidad a una estadística. Si se queda callado, Tecomán podría terminar siendo controlada por criminales sin que él pueda enfrentárseles solo.

Pese al riesgo, el alcalde decidió no guardar silencio y ha acudido ante el congreso y se ha reunido con políticos en la capital, para conseguir algo de ayuda para Tecomán. Sin embargo, no ha hecho tanta diferencia.

El gobierno mexicano envió a fuerzas de la Marina, el Ejército y la Policía Federal. A principios de 2017 hubo más operativos pero el resultado no cambió: los homicidios aumentaron.

“No puedes atacar un problema tan fundamental como este nada más podando las hojas o cortando las ramas. Tienes que llegar a las raíces”, dijo Negrete al diario.

Y relató que decidió llevar su mensaje a la juventud. Una tarde reciente, relata el diario, decenas de colegiales hicieron fila en el calor del verano para la graduación de primaria, en la que el alcalde dio un discurso.

Tecomán estaba perdiendo sus valores, les dijo, las tradiciones que habían mantenido unidas a las familias y lejos a los criminales. Les dijo también que fuerzas externas estaban afectando el tejido de la comunidad y que los ciudadanos necesitaban redoblar esfuerzos para mantenerse fuertes y unidos.

Con base en estadísticas del gobierno sobre incidencia delictiva por mes, cuyos registros comenzaron en 1997, el NYT considera que hay “un camino difícil por delante”. Y como prueba señala que mayo y junio pasados rompieron récords de homicidios dolosos en comparación con las últimas dos décadas.

El número total de homicidios de todo México, subraya, también va en ascenso; ahí también mayo y junio rompieron récords y “este año se encamina a ser el más mortífero desde que hay registro, que comenzó en 2014”.

Con otro relato, el reportaje describe cómo se siente la ciudadanía ante la creciente ola de violencia:

“La violencia quizá se ha vuelto algo familiar y conocido. Los restaurantes todavía tienen clientes y las familias celebran bautizos. Las parejas se reúnen en la plaza central en la que los niños juegan fútbol y los ancianos están sentados en las bancas para disfrutar del calor del sol.

“Ángela Hernández llevó a su hijo de cinco años a comprar helado. Dijo que cuando se mudó a Tecomán hace una década casi no había homicidios, pero que no se siente atemorizada.

“’Realmente solo alcanza a los que están en el mundo criminal, dijo”.

A la pregunta de si le preocupaba que su hijo estuviera creciendo en un ambiente donde la violencia es cotidiana, respondió: “Es mejor que se acostumbre”. Su hijo estaba jugando cerca en el kiosco, y añadió: “Esto no va a cambiar, en nada”.

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