La extorsión y el cobro de piso han aumentado tras la fragmentación del Cártel de Sinaloa, evidenciando su colapso
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Durante décadas, el Cártel de Sinaloa fue considerado la organización criminal más poderosa de México. Con una estructura jerárquica clara, el grupo logró mantener un férreo control sobre el tráfico de drogas y otras actividades ilícitas, evitando en muchas de sus plazas prácticas como la extorsión y el cobro de derecho de piso para garantizar el apoyo de la población local.
Sin embargo, el panorama ha cambiado radicalmente. Hoy, tras divisiones internas y capturas de sus principales líderes, el grupo criminal se ha fragmentado en múltiples facciones enfrentadas, como Los Chapitos y La Mayiza. Esta transformación ha sido progresiva, pero los recientes golpes contra la organización han acelerado su desintegración.
“El Cártel de Sinaloa ya no existe”, sostiene el comunicador, quien ha seguido de cerca la evolución del crimen organizado en México.
En entrevista con Jesús Escobar Tovar, para su canal de noticias de YouTube, el periodista Óscar Balderas explicó que, en su época de mayor poder, el Cártel de Sinaloa operaba bajo una jerarquía rígida, en la que las órdenes de sus líderes eran obedecidas sin cuestionamientos.
Sin embargo, su estructura comenzó a debilitarse con la extradición de Joaquín “El Chapo” Guzmán a Estados Unidos en 2017, lo que desató una tensión de poder entre dos facciones principales: Los Chapitos, liderados por los hijos de Guzmán, y el grupo de Ismael “El Mayo” Zambada, lucha que finalmente estalló tras la traición de éste último el pasado 25 de julio de 2024.
Síntomas de la fractura

Uno de los efectos más visibles de esta fragmentación es el incremento de la extorsión y el cobro de derecho de piso en zonas donde antes no ocurría. Balderas explicó que, cuando el cártel funcionaba como una estructura unificada, estas prácticas no eran comunes porque los líderes buscaban mantener el apoyo de la población local.
“Mientras el Cártel de Sinaloa era una estructura completa, no había grandes problemas, incluso no había cobro de derecho de piso. No había por qué, el cártel agradecía a la base social (a los habitantes) su confianza, su silencio, con dejarles permitir que sus negocios existieran y el cobro de derecho de piso se hacía en otros lados”, señaló.
Sin embargo, con la ruptura entre Los Chapitos y La Mayiza, las facciones resultantes han recurrido a la extorsión como fuente de financiamiento para sostener su guerra interna. “Como la guerra es muy costosa, las propias escisiones comienzan ya a cobrar derecho de piso, y esto es una consecuencia de la caída del Cártel de Sinaloa”, afirmó Balderas.
Este patrón se ha replicado en otras regiones de México. En Acapulco, donde antes un solo cártel mantenía el control, ahora 14 grupos criminales compiten por el territorio, generando un entorno de violencia extrema.
“En un mismo territorio ya tienes tres o cuatro escisiones peleando esa misma plaza y eso hace muy complicado saber con quién te vas”, explicó el periodista. “Es muy probable que una escisión te pida apoyo en la mañana y te obligue o te haga jurar que no vas a apoyar al otro, y por la tarde el otro llegue y te pida el apoyo”, agregó.
De cárteles a brazos armados

El periodista de investigación sostiene que México ha dejado de ser un país de grandes cárteles y se ha convertido en un país de brazos armados, es decir, grupos más pequeños que han surgido tras la fragmentación de organizaciones más grandes.
“Estamos viendo que el Cártel de Sinaloa, cuando se derrumba, le da razón a esta idea de que ya no somos un país de cárteles, y que somos más bien un país de brazos armados”, explicó.
El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), aunque sigue siendo una de las organizaciones criminales más fuertes, ha adoptado un modelo distinto. A diferencia del Cártel de Sinaloa, el grupo criminal de Nemesio Oseguera Cervantes, alias “El Mencho”, permite mayor autonomía a sus jefes de plaza, lo que ha evitado fracturas significativas.
“El Cártel Jalisco podría ser el último gran cártel porque responde a una estructura más o menos vertical. Pero también es cierto que, como empresa criminal, ha logrado hacer franquicias para que no exista esta tentación de escisión”, detalló Balderas.
Esta transformación también ha cambiado la relación entre los grupos criminales y sectores como la política y la economía. Antes, cuando un cártel tenía el control de una región, empresarios y políticos sabían con quién negociar. Ahora, con múltiples grupos compitiendo por el mismo territorio, la incertidumbre y el riesgo han aumentado.
El colapso del Cártel de Sinaloa representa una oportunidad para el Estado mexicano, pero también un reto. Balderas subraya que la clave no está solo en capturar líderes criminales, sino en atacar sus redes financieras.
“Cuando estamos frente a escisiones, aunque su propaganda en redes sociales diga ‘somos una tropa y mira las trocas y el gran armamento’, en realidad son fácilmente aplastables por un ejército formal como el Ejército mexicano, las Fuerzas Armadas”, explicó.
La reciente entrega de 29 capos a Estados Unidos responde a esta estrategia. Balderas señala que la salida de estos líderes deja a muchas organizaciones acéfalas, lo que podría ser aprovechado por el Estado. “Hoy muchos criminales se encuentran acéfalos, ya no tienen liderazgos, no saben cómo va a seguir operando la empresa criminal, y este momento de vulnerabilidad es probablemente el mejor momento que tenga el gobierno mexicano para lanzarse contra estos grupos criminales”, afirmó.
La caída del Cártel de Sinaloa marca el fin de una era en el crimen organizado en México. Sin embargo, la proliferación de grupos más pequeños y violentos indica que la violencia y la extorsión seguirán en aumento, a menos que el gobierno implemente estrategias eficaces para desmantelar sus estructuras financieras y operativas.
“En la medida en que estos grupos sean más pequeños y tengan menos dinero, será más fácil borrarlos del mapa”, concluyó Balderas.