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NUEVA YORK (apro).- Luego de tres días de ausencia y justo en la última audiencia de 2018, Emma Coronel, esposa de Joaquín El Chapo Guzmán, reapareció en la Corte Federal del Distrito Este, en Brooklyn, junto con sus hijas, y se apoderó de la atención en el juicio que se sigue contra el capo sinaloense.
A escasos cinco minutos de haber iniciado la audiencia de este jueves, Emma Coronel, María Joaquina y Emali hicieron su aparición en la sala del juez Brian Cogan.
El líder de una de las fracciones del Cártel de Sinaloa concentró la mirada en sus hijas, y por un momento olvidó que el gobierno de Estados Unidos lo acusa de ser uno de los capos más poderosos y peligrosos del tráfico de drogas.
Incapaz de contener sus emociones, a El Chapo se le llenaron los ojos de lágrimas, y aunque se contuvo para evitar que se le escaparan, volteó completamente a su flanco izquierdo para saludar y mandarle besos a las mellizas.
Durante la sesión realizada en la Corte en Brooklyn, Nueva York, era imposible no voltear a ver a las niñas, ambas vestidas con saco blanco, muy elegante, pantalón de mezclilla azul, camisetas blancas y zapatos tenis. La esposa de Guzmán Loera, quien desde hace tres días no se aparecía en la Corte, iba ataviada de manera similar: pantalón de mezclilla azul, saco negro, blusa blanca y zapatos tenis.
El Chapo no podía contenerse. Las niñas le mandaban besos, le hacían ojitos y lo saludaban con la mano, y él respondía de manera similar, aprobando con la cabeza sus gestos y muecas, y les mandaba besos soplados.
El espectáculo no pasó desapercibido para los 18 integrantes del jurado, quienes miraban con ternura la escena. Uno de los abogados comentó a los reporteros que Emma Coronel se ausentó porque regresó a México para traer a Nueva York a sus pequeñas, con el fin de que estuvieran cerca de su padre en las fiestas decembrinas y de año nuevo.
Por orden del juez Cogan, la esposa de Guzmán Loera tiene prohibido acercarse a su marido, y las niñas son las únicas autorizadas a permanecer físicamente unos minutos junto a su padre cuando éste se encuentra en su celda, no en las audiencias.
Nadie en la sala ponía atención a lo que decía el testigo de la defensa, el intendente de la Policía Nacional de Colombia Hernán Tapasco Suárez, sobre el descubrimiento de un cargamento de armas y 423 kilos de cocaína en un aeropuerto de su país, en 2014.
Con una de sus pequeñas sentada en sus piernas y la otra atendida por una asistente, Emma también mandaba besos y saludos a su marido. El Chapo era el menos interesado en lo que ocurría entre el oficial colombiano y el fiscal Adam Fels, que lo cuestionaba.
Sentadas en la segunda hilera de bancas, en la sección del lado derecho de la sala destinada a la prensa, público y asistentes de la fiscalía y la defensa, las cuatitas y Emma eran el centro de atracción.
El corresponsal, sentado en la primera fila del lado derecho de la sala, destinada únicamente para la prensa, justo detrás de él tenía sentada a la familia del capo sinaloense.
El Chapo movía la cabeza a los lados para tener una mejor visión sobre sus hijas, por lo que el corresponsal, sentado al extremo derecho de la banca, pidió a su colega Marisa Cespedes, de Televisa en Nueva York, que se moviera a su lado izquierdo para que quedara un hueco entre los dos.
Guzmán, al darse cuenta del movimiento de los dos reporteros, hizo con la mano una señal de agradecimiento al corresponsal de Proceso, y justo en ese instante uno de los tres alguaciles que lo vigilan le llamó la atención para que dejara de ver hacia la sección de bancas del público y se concentrara en la audiencia.
A El Chapo se le enrojeció un poco el rostro, con ironía volteó a ver al alguacil que lo reprimía, y en inglés le dijo “gracias”.
Antes, cuando su esposa y sus hijas hicieron acto de presencia, se levantó de su silla unos segundos, pero otro de los alguaciles lo jaló para que se sentará de inmediato. Y es que nadie dentro de la sala se puede levantar sin la autorización del juez. Todas las personas que se encuentran en la sala, por regla, deben ponerse de pie cuanto entran o salen el juez y los integrantes del jurado. El acusado es el que menos radio de movimiento tiene dentro de la sala de la Corte federal.
Coronel y sus cuatitas permanecieron en la sala las primeras dos horas de la audiencia y regresaron después del receso del almuerzo, para retirarse una hora antes de que concluyera la última sesión de 2018 en el juicio contra el capo.
Pocos representantes de la prensa acudieron este jueves, aunque la sala estaba llena por la presencia del público y los “Chapo-Turistas” o “Narco-Turistas”, como los llaman algunos reporteros que cubren el juicio.
Además de presentar a Tapasco Suárez como testigo, la fiscalía incluyó a otros dos oficiales de la Policía Nacional de Colombia y a un funcionario migratoria del país sudamericano. A los cuatro testigos se unieron un policía del Departamento Antinarcóticos de la ciudad de El Paso, Texas, y dos agentes del Buró Federal de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés), para hablar del decomiso de armas en una casa de la ciudad estadunidense que colinda con Ciudad Juárez, Chihuahua.
El 13 de enero de 2010, en una casa en El Paso, se descubrieron 40 rifles AK-47, 80 cargadores y siete chalecos antibalas. Los testigos no ligaron directamente el descubrimiento del arsenal con El Chapo, pero la fiscalía eventualmente lo hará, ya que en relación con el incidente se mencionó el nombre de José Antonio Marrufo, El Jaguar, quien en esos años era líder en Juárez de la célula del Cártel de Sinaloa conocida como “Gente Nueva”.