El exsecretario de Seguridad Pública de México será condenado el próximo 16 de octubre
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El exsecretario de Seguridad Pública de México, Genaro García Luna, está a ocho días de recibir sentencia en Estados Unidos por cargos de narcotráfico. El hombre que alguna vez fue considerado el más poderoso en la lucha contra el crimen organizado podría enfrentar una condena perpetua.
Desde su peculiar apodo que refleja su personalidad ansiosa y obsesiva, hasta las acusaciones de narcotráfico que lo tienen hoy a la espera de una sentencia en Nueva York, la historia de García Luna es un ejemplo de la dualidad del poder en México, donde las figuras que prometen seguridad a menudo se ven envueltas en los mismos crímenes que juran combatir.
Genaro García Luna fue conocido en los círculos de poder de México por su peculiar forma de actuar y hablar. Apodado “La Ametralladora” o “La Metralleta” tanto por sus colegas policías como dentro de la nómina del Cártel de Sinaloa, podría pensarse que estos apodos hacían alusión a su figura de poder como el “súper policía”.
Sin embargo, la verdad sobre sus apodos es totalmente opuesta. Este mote, según relata la periodista Peniley Ramírez en su libro “Los millonarios de la guerra. El expediente inédito de García Luna y sus socios”, proviene de su particular forma de hablar, rápida y confusa, que reflejaba un pensamiento acelerado que superaba a su capacidad para expresar ideas con claridad.
“El tartamudo”, como también le decían, dejaba ver con esta afección del habla constante su nerviosismo y su temor a equivocarse. Este miedo lo llevó a prácticas obsesivas, como leer en voz alta, repetir frases una y otra vez, y acudir a terapias de lenguaje para mejorar su desempeño comunicativo, según relata la comunicadora.
“Practicaba sus discursos con un ahínco obsesivo, y no porque estuviera inseguro de cuáles frases usar, sino porque le aterraba trabarse a medio enunciado”, se lee.
Pese a estas dificultades, García Luna logró consolidarse en la esfera de seguridad de México, particularmente durante su tiempo en el Cisen (Centro de Investigación y Seguridad Nacional), donde muchos lo describían como un hombre ambicioso, pero también reservado y calculador.
Según Peniley Ramírez, el secretario de Felipe Calderón prefería evitar las discusiones o confrontaciones, optando por la adulación hacia sus superiores y el silencio frente a sus subordinados.
Cuando hablaba, lo hacía con un círculo íntimo de personas, limitando sus palabras frente a aquellos en los que no confiaba plenamente: “Sí, señor”, “Claro, lo hacemos”, y “Por supuesto, claro que sí”, era las frases que usaba de forma automática en su trato con superiores y reflejaban su afán por agradar y cumplir con lo que le pedían sin generar confrontaciones.
García Luna era reconocido como alguien que buscaba destacarse a toda costa. A lo largo de su carrera en el Cisen, se ofrecía voluntario para las misiones más arriesgadas, esperando ser reconocido por sus superiores.
Sus compañeros confesaron a Peniley Ramírez que García Luna era un hombre tenaz, que no rehuía a los peligros, aunque sus intentos por ganar visibilidad no siempre fueron recompensados, pues a menudo era excluido de las misiones en equipo, lo que generaba frustración y lo motivaba a seguir buscando la aceptación de sus jefes.
Pese a estas dificultades, se mantuvo firme en su afán por sobresalir, hasta que finalmente su carrera despegó con su participación en la lucha contra el zapatismo en Chiapas durante los años 90.
De la lucha contra el narco a las acusaciones de colusión
A lo largo de su carrera, García Luna escaló posiciones hasta convertirse en el hombre más poderoso de la seguridad pública en México. Fue un actor clave en la administración de Felipe Calderón (2006-2012), donde lideró la estrategia de combate frontal contra los cárteles de drogas.
Sin embargo, a medida que acumulaba poder, también comenzaron a surgir sospechas sobre sus vínculos con el crimen organizado. Estas acusaciones no fueron tomadas con seriedad hasta años después, cuando se descubrió que García Luna, quien juraba combatir el narcotráfico, presuntamente había aceptado millones de dólares en sobornos del Cártel de Sinaloa.
En febrero de 2023, un jurado en Nueva York lo declaró culpable de varios cargos, incluyendo el tráfico internacional de cocaína, conspiración para distribuir estupefacientes y proporcionar falsos testimonios a las autoridades estadounidenses.
Los fiscales lo acusan de haber utilizado su posición de poder para facilitar las operaciones del Cártel de Sinaloa, permitiendo el paso de toneladas de droga hacia Estados Unidos a cambio de sobornos millonarios. Estas acusaciones, según la fiscalía, no solo traicionan al pueblo mexicano, sino también a las fuerzas de seguridad estadounidenses que colaboraban con García Luna en la lucha contra el narcotráfico.
La fiscalía de Nueva York ha solicitado que García Luna sea condenado a cadena perpetua, argumentando que sus “crímenes exigen justicia”. El 16 de octubre de 2024, tras varios aplazamientos, está previsto que se dicte la sentencia definitiva en su caso.
A pesar de las graves acusaciones en su contra, Genaro García Luna ha mantenido su inocencia desde el inicio del proceso judicial. En una carta manuscrita dirigida a los medios de comunicación, el exsecretario se declaró víctima de una conspiración en su contra, señalando que las pruebas presentadas por los fiscales provienen de “información falsa proporcionada por el gobierno de México”.
García Luna también afirmó que muchos de los testigos que testificaron en su juicio son criminales con antecedentes que él mismo persiguió durante su mandato como jefe de la Secretaría de Seguridad Pública.
En su carta, García Luna lamentó que la fiscalía no presentara “una sola prueba o evidencia que acreditara los delitos” por los que fue condenado. También defendió su legado, afirmando que su “honor está intacto” y que no había cometido ningún delito.