A sus 19 años, Juan Diego Martínez subió en 27 horas la cuarta y primera montaña más altas del mundo.
Comunicado | La cumbre del mundo es un lugar solitario, hay temperaturas máximas 19 a los 60 grados bajo cero, vientos traicioneros, glaciares con grietas ocultas por la nieve, poco oxígeno y un paisaje inhóspito, no hay vida ni refugio o ayuda humana a miles de kilómetros a la redonda.
Eso espera a quien deseé conquistar la cima del Monte Everest, de 8 mil 848 metros de altura, la montaña más alta del planeta.
Muchos han sido derrotados por la inclemente montaña y pocos la han conquistado, entre ellos, el estudiante de segundo cuatrimestre de Ingeniería Industrial de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), Juan Diego Martínez Álvarez, quien se convirtió en el alpinista mexicano más joven en alcanzar la cima de la primera, el Everest, y la cuarta, el Lhotse, montañas más altas del mundo en un lapso de 27 horas.
El joven de 19 años, originario de Jalisco, con esta hazaña logró romper varios récords mundiales, entre estos el mexicano más joven en llegar a la cumbre y el mexicano más joven en subir una montaña de más de más de 8 mil metros.
Como subió ambas montañas sin aclimatación previa se hizo acreedor de otros récords: el más joven en lograr esta hazaña y el más rápido en llegar a sus cumbres sin antes haberse aclimatado.
Pero todo lo anterior, lo logró por varios factores, entre estos la determinación, fuerza, entrenamiento, el apoyo de su familia y sus creencias religiosas, ya que se encomendó a la Virgen de Guadalupe para este viaje.
El Everest se encuentra en la cordillera del Himalaya, cerca de Mahalangur Himal y que marca la frontera entre China y Nepal. El estudiante tuvo que subir tres picos vecinos del más alto al más bajo: el Lhotse, luego Nuptse y Changtse.
La meta es el viaje y sientes a la montaña
Esta historia empezó durante una cena en agosto del 2021, en la que decidió enfrentaría este reto. Tras fijarse esa meta, se preparó diariamente, por seis meses, de manera física y mental.
Desde muy temprano realizó ejercicios de cardio, lagartijas, sentadillas, levantamiento de pesas, spinning, natación, entrenamiento de fuerza y en la noche ejercicios para fortalecer sus pulmones y mente.
“Desde temprano, del amanecer al anochecer, hacía ejercicio, venía a la escuela, luego regresaba y ejecutaba ejercicios”, dijo.
Decidió escalar el Everest por el reto y aprendizaje que le dejaría, “es lo que vives. Aprendes a dar gracias por todas las cosas, las pequeñas y las grandes, que tienes en la vida. También quería enseñar a las personas que nada es imposible cuando crees en ti y tienes una idea, con un plan estructurado, a alcanzar”.
Él había escalado otras montañas, montes y cerros de nuestro país, entre estos el Pico de Orizaba, en Veracruz.
Para iniciar su viaje, voló a Madrid, España, con su papá y su mamá y de ahí a Nepal; subieron juntos en la primera etapa, y después del primer campamento, se unió a un grupo de siete personas, entre estos sherpas, guías y alpinistas, expertos de esta zona.
Estos guías expertos son necesarios, ya que la montaña es peligrosa, el alumno relató que al menos tres personas perdieron la vida en el acenso y descenso. Para él, el reto fue duro, la altura y ascenso, afectan la respiración, la presión, necesitas oxígeno suplementario, tus pulmones sufren, tu cuerpo empieza a sentir cansancio y no debes dormirte.
“Si te duermes, ahí acabó tu historia. Es tal el reto, el peso, la altura, que tu cuerpo empieza a perder fuerza, se apaga por el cansancio. Sientes a la montaña, sientes su presencia.
Ascendimos en etapas hasta campamentos y cuando estás cerca de la cima sientes todo el peso del viaje, es el momento más difícil”, relató.
Después de 12 horas de ascenso, el estudiante logró alcanzar la punta del Everest en la cual sólo estuvo 30 minutos y para complementar su reto, sacó un teclado, que llevó para el viaje y tocó una pieza llamada “Máquina de ritmo”; él desde hace cinco años práctica piano.
“Estar allá arriba es único. Sin embargo, no es como en las películas, ves una vista bella, azul, en persona aprecias un poco y es que la altura, el cansancio y el haber terminado no te deja pensar en eso, sí, miras al mundo allá abajo, pero es cuando vuelves, observas mejor, pero lo único que piensas es en descansar y en que lo lograste”, agregó.
En el descenso, pensó que se sentía feliz y satisfecho, ya que un reto que se propuso lo alcanzó y al mirar atrás, se planteó una idea, un aprendizaje que no olvidará el resto de su vida.
“Sean perseverantes, las metas son como alcanzar la cima de una montaña. El viaje de inicio a la cumbre es lejano, difícil, duro, lo ves lejano y piensas que no podrás alcanzarlo, pero paso a paso se llega si uno es contante, creyendo en nosotros mismos y no olvidando qué es nuestra meta”, explicó.
Mucha gente no creía que podría hacerlo, comentó, cuando lo logró, pensó en esas personas, pero también en aquellos a los que les han o se han dicho “no puedes”.
“Se puede y no debemos juzgar a las personas, qué pueden y qué no pueden hacer. Es fácil platicar que fuiste, estar ahí es otra historia. Te cuestionas las razones de por qué subiste, sabes lo que es y la satisfacción de haber llegado”, compartió.
El estudiante manifestó que espera continuar con sus estudios y descansar por un tiempo; y es que, la hazaña de subir la montaña más alta de nuestro planeta tiene un costo para el cuerpo humano, tanto físico como mental.