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El ancestral pueblo de los pápagos –dividido por la frontera entre Arizona y Sonora– pidió al gobierno federal su intervención para impedir que el muro que pretende construir el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, termine por separar a la comunidad, sus costumbres e incluso los servicios comunitarios: la clínica está del lado estadunidense y el panteón del mexicano.
El muro afectaría el territorio de los tohono o’odham –gente del desierto–, que abarca 120 kilómetros de frontera, por lo que la cancillería turnó el caso a la Comisión para el Diálogo con los Pueblos Indígenas de México, que a su vez ya envió abogados a entrevistarse con los pápagos.
La población en México es de 500 personas y en Estados Unidos de casi 30 mil, según un documento preparado por la comisión a cargo de Jaime Martínez Veloz.
El territorio pápago quedó dividido con el tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848, y en Estados Unidos se logró un acuerdo que cedió una zona para crear una reservación. Hasta 1928 un decreto del presidente Plutarco Elías Calles constituyó el ejido Congregación del Pozo Verde, con el que se confirmaron los derechos a los pápagos sobre 2.8 hectáreas.
Más tarde, en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado, se agregaron las comunidades de Quitavac, Pozo Prieto, San Francisquito y Las Norias, que aun así no representan ni 15 por ciento del territorio original pápago, según explicó la comisión.
En un comunicado del consejo supremo de los tohono o’odham, la gobernadora étnica de Pozo Prieto, Alicia Chuhuhua, recordó que su población ha habitado las tierras del desierto desde tiempo inmemorial.
“Nuestros ancestros se adaptaron a vivir en un ecosistema frágil y con pocos recursos, por lo que ser seminómadas no fue opcional. El amor que sentimos por nuestra tierra jamás ha sido comprendido por los españoles, los estadunidenses ni los mexicanos, quienes llegaron a apropiarse de nuestra tierra ancestral y se la dividieron sin tomarnos en cuenta.
Esta división de nuestro territorio ha puesto en peligro a nuestra lengua y nuestra cultura, asegura.
El consejo supremo resaltó que lamentablemente las divisiones no han concluido y su etnia enfrenta un conflicto agrario derivado de la venta de su tierra en el sexenio de Miguel Alemán y otro más grave aún, por la intención de Trump de erigir un muro.
Construir un muro que atravesaría el desierto sólo debilitaría nuestra ya fragmentada cultura, asestaría un último golpe. Más allá del efecto que eso tendría para nuestra cultura, el muro pone en peligro el ecosistema del desierto, añade.
Además, informa que el consejo supremo decidió, como órgano autónomo y constituido por las autoridades tradicionales reconocidas por el gobierno mexicano, presentar una petición ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para detener la construcción de esta barrera física que se pretende construir en nuestra casa.
La solicitud de mediación fue enviada al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y a Martínez Veloz, para que el gobierno mexicano pueda elaborar la medida cautelar que los pápagos presentarán ante la CIDH.
“La etnia tohono o’odham confía en que ambos funcionarios harán todo lo que está en su poder para evitar que el muro de odio que nos pretende separar no sea construido”, resalta el comunicado.
También pidieron que intervengan para dar seguimiento a la petición que se presentó desde el año pasado a la secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles Berlanga, de hacer valer el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre pueblos indígenas y tribales, que ampara su derecho a la posesión del predio El Bajío, precisamente donde se encuentra el paso más seguro para los pápagos hacia Estados Unidos.