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CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Cuando el grito de “¡Javier no murió, el narcogobierno lo mató!” ya habían pasado dos horas de un mitin frente a la Secretaría de Gobernación (Segob), donde llegaron más de 500 periodistas y otros cientos de ciudadanos en protesta por los ocho asesinatos de reporteros, tan solo en el 2017.
Durante esas dos horas, la tristeza y la rabia se escuchaban en las conversaciones de los reporteros de todas las edades que se concentraron en las puertas principales de la dependencia encargada de la seguridad nacional.
“¿Hasta cuándo va a parar esto? No hay duda…. ¡Fue el Estado! ¡Fue el gobierno!”, gritaban algunos de los asistentes cuando ya había terminado el acto, pero los reporteros seguían sin moverse, como esperando algo.
La figura de un moño de luto fue proyectada en la pared principal de la Segob y los periodistas seguían reunidos conversando las dificultades del oficio en tiempos de guerra contra el narcotráfico. “No se ve para cuándo va a parar esto”, repetían unos con gesto preocupado.
Por momentos, como pasa en los funerales o en las fiestas, hubo unidad entre los reporteros, representantes de organizaciones de derechos humanos y de protección a los periodistas que se dieron cita en el lugar. Todos conversaban sus cuitas de los riesgos que se corren para cubrir una nota en las zonas controladas por el narco.
“No hay ninguna protección”, era la oración que se repetía entre los periodistas mexicanos y extranjeros, la mayoría de ellos corresponsales de guerra sin el título nobiliario que dan las agencias internacionales.
Lydia Cacho comenzó la hilera de lectores de los libros de Javier Valdez, mejor conocido como El Bato entre los reporteros que lo trataron. Luego siguió Mardonio Carballo y más tarde, Jorge Meléndez, Témoris Grecko y al final Carmen Aristegui, quien hizo un llamado a la unidad.
Las fotos de los periodistas muertos en los gobiernos de Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón fueron puestas en las rejas del edificio oficial con múltiples leyendas exigiendo justicia y el grito de “¡Ya basta!”.
Mientras, en el micrófono se escuchaba la voz de doña María, a quien le desaparecieron dos hijos. La mujer exigió justicia para todas las víctimas de la guerra contra el narcotráfico, entre ellos los periodistas.
Los coros de justicia no pararon a lo largo de los minutos que duró uno de los mítines más nutridos de periodistas tras la muerte de otros periodistas.
Y a pesar de los coros y los gritos, las puertas de la Secretaría de Gobernación nunca se abrieron.