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Nueva York. La fiscalía comenzó su caso contra Genaro García Luna con la acusación de que el entonces jefe policiaco nacional “traicionó” a México y a Estados Unidos, al volverse cómplice del que era el cártel más poderoso de su país, mientras un ex narcotraficante dijo que atestiguó la entrega de sobornos multimillonarios al acusado. La defensa argumentó que “no hay pruebas” más que las declaraciones de los narcos que el propio ex funcionario encarceló y que este juicio es una venganza de esos criminales y oficiales corruptos.
Este lunes se inició el juicio contra el ex secretario de Seguridad Pública de México, quien apareció vestido de traje gris y sentado en la mesa de defensa. Al llegar saludó con una sonrisa y la mano sobre el corazón a su esposa y a su hija, que estaban con el público, al fondo de la sala.
Frente al jurado y apuntando a García Luna, en el argumento de apertura el fiscal asistente, Phillip Pilmar, acusó que el ex máximo funcionario de seguridad pública en México “aceptó millones de dólares de un cártel para permitir el traslado de toneladas de cocaína a Estados Unidos”. Sostuvo que, al final del juicio, este jurado determinará que “el hombre que traicionó a su país y al nuestro es culpable de todos los cargos”.
Primer testimonio
El primer testigo convocado por el equipo de fiscales federales fue el ex policía y después narcotraficante Sergio El Grande Villarreal Barragán. Detalló múltiples ocasiones en las que acompañó a su jefe, Arturo Beltrán Leyva, a reuniones en las que se le entregaba a García Luna cerca de un millón y medio de dólares cada mes.
El ahora procesado era entonces jefe de la Agencia Federal de Investigación (AFI) durante el sexenio de Vicente Fox y el pago era para que protegiera el negocio del cártel de Sinaloa. Esas entregas solían ser, dijo el testigo, en billetes de 100, empaquetados dentro de una maleta “chorizo” negra.
Villarreal contó que en una ocasión, cuando él y su gente lograron interceptar un cargamento de dos toneladas de cocaína de sus rivales del cártel del Golfo, actuaron según el acuerdo que mantenían con la AFI en estos casos: cada quien se quedaba con la mitad. Por tanto, entregaron personalmente a García Luna entre 14 y 16 millones de dólares, en billetes de 20, empacados en cajas de cartón.
También había regalos: Arturo Beltrán Leyva, quien aparentemente gustaba vestirse como un rapero rico, con ropa de lujo “exótica” y joyería y tener autos como Rolls Royce, Ferrari y Mercedes Benz, casas de lujo y animales como panteras negras y tigres blancos, le regaló a García Luna una motocicleta Harley Davidson de edición especial.
El Grande, quien mide unos dos metros de alto, declaró que, por parte del cártel de Sinaloa, el encargado de pagarle a García Luna cuando era jefe de la AFI desde 2001 era Arturo Beltrán Leyva.
Indicó que la participación de García Luna fue clave en el crecimiento del cártel, tanto en control de territorio como en el volumen de su comercio de drogas y también en “eliminar a nuestros rivales”.
Detalló que el acusado, a cambio de los sobornos, “nos daba información sobre operativos… nos ayudó a tener o quitar agentes en México, compartió información para ayudarnos a golpear a rivales”.
Afirmó que García Luna también avisaba si otras fuerzas de seguridad preparaban un ataque contra integrantes del cártel, incluyendo los impulsados por servicios de inteligencia de otros gobiernos. “Sin su apoyo, hubiera sido imposible el crecimiento del cártel”, repitió varias veces.
Cerca de Perisur
Durante horas, guiado por el interrogatorio de la fiscal asistente, Erin Reid, Villarreal Barragán brindó detalles de esta relación. Informó que los pagos multimillonarios a García Luna y su gente eran hechos por varios capos del cártel de Sinaloa: los Zambada, Joaquín El Chapo Guzmán Loera y los Beltrán Leyva, y después de una ruptura, directamente de los últimos. Se referían al jefe de la AFI como El Compa o El Tartamudo (por su problema al hablar).
El Grande subrayó que presenció por lo menos 20 reuniones entre García Luna y Arturo Beltrán Leyva en una casa de seguridad en el sur de la Ciudad de México, donde se entregaba al jefe policiaco su pago mensual.
La casa estaba cerca de Perisur, donde recogían al jefe de la AFI y algunos de sus hombres como Luis Cárdenas Palomino, para traerlos al lugar, el cual también estaba cerca de la iglesia conocida como La Paloma, que le gustaba al capo.
El testigo reportó que los cabecillas del cártel consideraban el negocio con García Luna “como la mejor inversión, no teníamos ningún problema”.
La fiscal usó a su testigo para identificar a un número de comandantes de la AFI que fueron parte del canal corrupto de García Luna, incluyendo a Cárdenas Palomino y Ramón Pequeño, también acusados en este mismo caso.
El Grande, quien sólo abordó hasta ahora el periodo de García Luna como director de la AFI, continuará declarando este martes por segundo día y sólo es el primero de varios ex narcotraficantes que se presentarán en este juicio.
“Venganza”
La defensa, encabezada por el abogado de oficio César de Castro, ofreció sus argumentos de apertura subrayando al jurado que el caso en contra de García Luna gira exclusivamente en torno a las declaraciones de narcotraficantes, que están cooperando con el gobierno a cambio de una reducción de sus sentencias o que son testigos protegidos.
Todos son culpables de algunos de “los peores delitos” y comparten otra cosa: “Fueron víctimas de esta guerra encabezada por García Luna”, señaló el defensor.
Más aún, enfatizó De Castro, “no hay pruebas” más allá de estos testimonios. “No hay dinero, no hay llamadas telefónicas, no hay fotos, no hay evidencia creíble” en el caso.
En su presentación, el abogado expuso la biografía profesional de su cliente, desde su paso por el entonces Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) hasta la Secretaría de Seguridad Pública, donde fue “la cara pública de la guerra contra las drogas”. García Luna comprobó con sus acciones que fue “enemigo de los cárteles” y de los policías y políticos corruptos, añadió el defensor.
Recordó que el ahora acusado fue quien encabezó la implementación de la Iniciativa Mérida, y que fue reconocido no sólo en su propio país, sino por sus contrapartes estadunidenses. Mostró al jurado fotos de quien fuera secretario de Seguridad Pública durante el sexenio de Felipe Calderón junto con la entonces directora de la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA), la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, senadores como John McCain y Lindsey Graham y hasta saludando al presidente Barack Obama.
Acusó que, en el fondo, este juicio es una venganza de narcotraficantes y funcionarios corruptos contra “el hombre que más odian” y advirtió al jurado que “los cárteles que él cazó y los oficiales corruptos que él saco quieren que ustedes les ayuden a buscar la venganza”.
García Luna enfrenta cinco cargos criminales y, si es declarado culpable por este jurado, enfrenta una condena máxima de cadena perpetua y mínima de 20 años de prisión. El juez Brian Cogan recordó al jurado que el acusado es presunto inocente hasta que el gobierno compruebe más allá de la duda razonable las acusaciones en su contra.