Las manchas grisáceas y negras que visten una ladera del volcán El Ceboruco y que hasta sobrepasan un costado de la carretera Guadalajara-Tepic, son los vestigios de la última erupción de lava, cenizas y roca registrada alrededor del año de 1870.
Dicho coloso, ubicado en el estado de Nayarit y que está a 100 kilómetros de la ciudad de Guadalajara, sigue vivo y en los últimos mil años ha registrado seis erupciones, de acuerdo con el Centro Nacional de Prevención de Desastres, por lo que es considerado entre los cinco volcanes de mayor riesgo en México.
En el área de influencia cercana al volcán se asientan poblaciones como Chapalilla, Santa Isabel, Marquezado, Ahucatlán, Jala, Ixtlán del Río, Tequepexpan, entre otras, además de dos carreteras nacionales, por lo que resulta importante mitigar el riesgo de la población.
Ante esto, investigadores de la Universidad de Guadalajara (UdeG) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) continúan la vigilancia y el estudio del coloso, a fin de conocer el nivel de sismicidad en el área y las fuerzas que ocurren en su interior.
En octubre de 2017 especialistas de ambas instituciones educativas iniciaron el proyecto; en febrero pasado, instalaron una red temporal para vigilar el volcán, financiada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
Se trata de equipos de banda ancha de última tecnología, que son menos sensibles a la temperatura, por lo que pueden instalarse casi en la superficie y no requieren mucho mantenimiento para su operación. Uno se encuentra ubicado en el Instituto Tecnológico de Jala, otro a las faldas del volcán.
Conocer la sismicidad del coloso permitirá registrar, entender y determinar en qué sitios se están acumulando los esfuerzos, es decir, donde se está liberando la energía, detalló la investigadora del Departamento de Ciencias Exactas del Centro Universitario de la Costa (CUCosta), Araceli Zamora Camacho.
“Un sistema volcánico es como una olla exprés, que empieza a tener una sobrepresión y si no hay una liberación de energía, entonces se va acumulando y eso le da un carácter de mucho mayor peligro”, dijo.
Zamora Camacho explicó que los sismos avisan del estado interno del volcán, puesto que registrarlos en determinada cantidad alertará que hay una sobrepresión, que se está metiendo material y está haciendo esfuerzos para romper la roca; de lo contrario, el volcán se encontrará en niveles bajos de actividad.
Ejemplificó que el volcán de Colima es muy activo “y lo que se ha visto es que el nivel de sismicidad de eventos aumenta considerablemente antes de una erupción. Entonces, nosotros, caracterizando el tipo de evento, podemos saber qué es lo que está ocurriendo adentro”.
Los especialistas ya realizan las primeras mediciones en El Ceboruco. Con un estudio de seis meses pretenden tener los primeros resultados de actividad. La idea es estudiar a largo plazo el volcán.
La información que arroje el monitoreo permitirá dar alertas, tal como sucede con los estudios que se realiza en el volcán Popocatépetl.
En este trabajo participan el estudioso Víctor Hugo Márquez Ramírez y Juan Manuel Espíndola, ambos de la UNAM, entre otros.