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NUEVA YORK (Proceso).- Sonriente, Victor J. Vazquez, agente de la DEA, subió al estrado para ser interrogado por la fiscal Andrea Goldbarg sobre cómo fue que, vestidos con uniformes de la Marina de México, efectivos de la DEA, de la CIA y del Cuerpo de Alguaciles de Estados Unidos capturaron al Chapo Guzmán el 22 de febrero de 2015.
En realidad este semanario ofreció detalles de la captura en la edición 2020, correspondiente al 19 de julio de 2015 y en la cual se citaron fuentes no identificadas. Ahora, tras el testimonio de Vazquez en la Corte en Brooklyn –donde se lleva a cabo el juicio contra Guzmán–, el reportero puede decir abiertamente que fue este agente de la DEA quien le dio la información.
Al mando
Para confirmar lo que en aquel momento reveló, Vazquez mostró al reportero videos y fotografías de la captura, que tomó con su celular en la habitación del hotel Miramar, en Mazatlán. En una de las fotos aparece una mano sobre la cabeza del Chapo. Esa mano es del agente de la DEA.
Durante su testimonio, el jueves 17, Vazquez dijo que actualmente es supervisor de grupo de la DEA en Lima, Perú; que nació en Durango y que de diciembre de 2008 a julio de 2014 trabajó en México en lo relativo a dos organizaciones de narcotráfico: la Familia Michoacana y el Cártel de Sinaloa.
Contó que en enero de 2014 recibió la asignación de “capturar a las tres cabezas del Cártel de Sinaloa: Rafael Caro Quintero, El Mayo Zambada y Joaquín Guzmán Loera”.
Describió que en el arranque de aquel año “se incrustó” con un grupo especial de efectivos de la Secretaría de Marina (Semar) de México para conseguir ese objetivo, dejando fuera a la Policía Federal porque sus integrantes “estaban corrompidos y coludidos con los narcos”.
Destacó que fue el 19 de enero de 2014 cuando se inició oficialmente el operativo de captura de los tres capos. Junto con los marinos instaló una base de operaciones en La Paz, Baja California Sur. “Íbamos contra el cártel más poderoso del mundo”, narraba, contento, el agente de la DEA.
Además de contar con la asistencia tecnológica de agencias federales de Estados Unidos, los marinos mexicanos llevaron a La Paz un poderoso arsenal y 17 helicópteros artillados Black Hawk para desplazamiento y ataque, los cuales fueron proporcionados por el gobierno estadunidense al mexicano en el sexenio de Felipe Calderón, como parte de la Iniciativa Mérida.
“Estuvimos casi un mes en La Paz. Fuimos allí por temor a la corrupción, a que se filtrara lo que estábamos haciendo; no queríamos informar a nadie”, explicaba al jurado el agente de la DEA.
El Chapo observaba a Vazquez con mucha atención, como para no perderse ningún detalle de lo que relataba, interrogado por Goldbarg. Hablaba con autoridad, dando a entender que él, y no los marinos, era quien llevaba la batuta de la operación.
Llegó el 13 de febrero de 2014. Vazquez anotó que al atardecer, él y unos 40 o 45 marinos salieron de La Paz rumbo a Culiacán en cuatro helicópteros artillados. El objetivo era capturar al Mayo en un rancho donde presuntamente estaba escondido.
“Fuimos al rancho. Lo cateamos, pero no lo encontramos; permanecimos dos días más en la zona y no pudimos localizar al Mayo”, contó el agente de la DEA.
Para ilustrar su narración de este operativo fallido, la fiscalía presentó dos videos tomados por el mismo agente. Uno, grabado cuando volaban rumbo al rancho, a las afueras de Culiacán; otro, dentro de la casa donde no encontraron al Mayo. Lo único que localizaron en el lugar, de acuerdo con lo dicho por Vazquez, fueron cientos de armas largas enterradas en tinacos en las inmediaciones del rancho.
El agente y los marinos no regresaron a La Paz; de Culiacán se trasladaron a la base de la Semar en Topolobampo.
“Estando en Topolobampo decidimos ir por Joaquín Guzmán Loera”, apuntó el agente de la DEA al arrancar la audiencia 31 del juicio contra El Chapo, la mañana del jueves 17.
Ya sin los helicópteros, sino en autos y camionetas, el 16 de febrero de 2014 Vazquez y los marinos fueron a Culiacán.
El agente continuaba contando la historia en primera persona, sin dejar de dar a entender que él, un agente extranjero, era el jefe de ese equipo de marinos mexicanos.
Los objetivos inmediatos de Vazquez eran dos allegados del Chapo: Cóndor, su guardaespaldas y lugarteniente más cercano, y Nariz, el mandadero del capo.
Por medio de informantes y por la intercepción de mensajes de texto y de llamadas telefónicas que desde Estados Unidos hacían la DEA y otras agencias para apoyar a Vazquez, éste y los marinos capturaron a Nariz en su casa, en Culiacán. El mandadero del Chapo comenzó a hablar y al instante reveló cuáles eran las guaridas de su jefe.
Para resaltar la labor de su testigo, Goldbarg presentó como documento de prueba la foto de Nariz. En el interrogatorio al que Vazquez sometió a Nariz la madrugada del 17 de febrero de 2014, el detenido dijo que El Chapo estaba en una casa de seguridad identificada con el código número 3. “Pero me estaba mintiendo; El Chapo estaba en el (código) 5”, destacó el agente de la DEA.
Esa madrugada y hasta ya entrada la tarde, Vazquez y los marinos mexicanos catearon cinco casas de seguridad en Culiacán. Casi todas tenían puertas reforzadas de acero y túneles que se conectaban con la red de aguas negras. Los pasadizos estaban bajo las tinas de baño, que se levantaban con sistemas hidráulicos y eléctricos.
La código 5 fue diferente. La fiscalía presentó como documento de prueba un video tomado por Vazquez afuera de la casa y dentro de la misma, donde se ve a Nariz activando el sistema de levantamiento de la tina, y cuando el agente de la DEA y los marinos se turnan para abrir a golpes la puerta reforzada de la residencia.
En torno a estos hechos, y como documentos de prueba de la fiscalía, se presentaron fotografías de Vazquez vestido con un uniforme de marino mexicano, armado con un rifle de alto poder y una pistola.
Cuando por fin entraron a la casa 5, corrieron al baño de la recámara principal y levantaron la tina para entrar al túnel.
El agente de la DEA acotó que aunque no encontraron a Guzmán, “algunos marinos que se metieron al túnel le aseguraron que escucharon al capo correr dentro del pasadizo. No pudieron perseguirlo”.
En esa residencia localizaron armas de alto poder, drogas y un álbum de fotografías, donde había algunas de dos hijos del Chapo: Ovidio y Joaquín. Vazquez los identificó a pedido de Goldbarg.
Entre las fotografías de armas mostradas por la fiscalía en la Corte en Brooklyn destaca una pistola calibre 38 súper con las iniciales JGL en las cachas incrustadas con piedras preciosas.
La aprehensión
Luego de ese fracaso, el grupo de Vazquez capturó a otro lugarteniente del Chapo, Picudo, quien les dijo que su jefe se había ido a esconder a Mazatlán.
Entre las 4:00 y las 4:30 horas del 22 de febrero de 2014, Vazquez y los marinos llegaron al hotel Miramar, en Mazatlán. El agente narró que frente al inmueble estaban estacionadas dos patrullas de la Policía Municipal, pero que no interfirieron con el operativo.
“Éramos unos 24 elementos”, dijo el agente, aún sonriente y orgulloso.
Vazquez enfatizó que él se quedó en el lobby y que fueron los marinos los que subieron al cuarto piso y capturaron al Chapo, quien dormía con su esposa, Emma Coronel. También estaban sus pequeñas mellizas y una niñera. Abajo ya habían detenido a Cóndor, que no opuso resistencia.
“Lo bajaron al estacionamiento; los marinos querían que yo confirmara su identidad. Tomé mi celular y me fui a donde lo tenían. Le dije: ‘Eres tú, eres tú’ y lo paré”, añadió Vazquez, dando a entender que al Chapo lo tenían hincado sus captores.
Tocó el turno de Eduardo Balarezo –otro de los abogados del Chapo– de interrogar al agente. Guzmán estaba muy atento.
–¿Cuál era su papel en esa operación en Mazatlán? –preguntó el abogado.
–De asesor y proveer información.
–¿Iba usted armado?
–¡Objeción! –gritó la fiscal Goldbarg, pero Vazquez ya había respondido que no.
–¿Era usted el único agente estadunidense presente en esa operación en el hotel Miramar? –insistió Balarezo. A Vazquez le cambió el rostro y sin poder esconder su incomodidad y enojo no contestó.
La fiscal objetó y solicitó al juez una sesión privada junto con los abogados del Chapo.
Al reanudarse el interrogatorio de Balarezo, a Vazquez se le notaba molesto. El abogado continuó preguntándole sobre si iba armado, si estaba seguro de que él no entró a la habitación donde fue capturado El Chapo, pero la fiscal objetaba y objetaba y pedía sesiones privadas con el juez.
Arrinconado, Balarezo hizo su jugada: solicitó que se presentara la fotografía que Goldbarg expuso como documento de prueba, en la que se ve a Vazquez armado y vestido con el uniforme de la Marina mexicana.
“¿Qué es esto que lleva usted colgando del hombro?”, le preguntó Balarezo a Vazquez, mientras dibujaba en la fotografía un círculo rojo sobre el cañón del rifle de alto poder que portaba.
Mirando hacía Goldbarg, Vazquez parecía implorarle con los ojos que objetara, pero el juez lo obligó a responder. “Un arma”, dijo muy molesto y titubeante el agente de la DEA.
–¿Por qué portaba el rifle?
–Objeción –insistió Goldbarg, pero el juez denegó.
–Para protección. Culiacán es una ciudad peligrosa, dominada por el Cártel de Sinaloa –respondió Vazquez.
–¿Tenía usted autorización para portar armas en México?
–Objeción –volvió a gritar Goldbarg.
–Con su teléfono usted tomó video y fotografías del momento de la captura, ¿no es cierto? –preguntó Balarezo.
–Objeción.
–Aceptada la objeción –concedió el juez Brian Cogan.
–¿Ve esta fotografía? –insistió Balarezo mostrando la imagen de la captura del Chapo, donde al sinaloense se le ve con el torso desnudo y sobre su cabeza, una mano.
–Sí.
–¿No es esta su mano, la que está sobre la cabeza del señor Guzmán?
–Objeción –gritó Goldbarg otra vez, sin poder evitar que unos segundos antes muy enojado Vazquez dijera: “No”.
La fiscal pidió otra sesión privada con el juez. Concluido el cónclave, Balarezo dio por terminado el interrogatorio.
Vazquez se levantó y, antes salir de la sala, volteó a ver al Chapo…