La fiebre mundialista, escenario de una rebelión de las mujeres rusas

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Moscú

Tras los 20 minutos iniciales que alimentaron la ilusión de que podría reditarse el partidazo contra Alemania, México cayó y calló la fanaticada por las dos payasadas de Neymar que pusieron fin a la aventura del Tricolor en el Mundial. En tanto, Brasil y Bélgica –igual que Francia y Uruguay– lucharán el viernes siguiente por estar entre los cuatro mejores, a un paso de la final.

Con el Tri no funcionó la explicación que dio el entrenador ruso, Stanislav Cherchesov, acerca de la victoria de la Sbornaya sobre España, en el sentido de que no siempre el más fuerte gana al débil. Por lo común, el menos bueno pierde.

Mientras la Iglesia ortodoxa sigue movilizando a las masas para que le recen a San Jorge, y Rusia, en otro milagro, pueda imponerse a Croacia en cuartos, aunque sea en tanda de penales, en las redes sociales se juega otro partido, éste sin árbitro ni reglamento, acaso más importante para esta sociedad.

En un equipo están –en ambos bandos prevalecen los jugadores jóvenes– los que defienden el derecho de una mujer a acostarse con quien le dé la gana y, en el otro, los que las critican por ello, sobre todo si el afortunado es extranjero. Son posiciones irreconciliables y la polémica va más allá de estar en favor o en contra de un acostón por ejercer la libertad sexual; comienza a adquirir rasgos de persecución y acoso contra las muchachas que se atreven a desafiar a los mojigatos.

Se inició en la calle Nikólskaya de Moscú –¿donde si no ahí?– con una broma de muy mal gusto que subieron a Internet unos brasileños, que rodearon a una ingenua rubia rusa y la animaron a repetir con ellos, cual consigna de un canto de carnaval, buceta rosa, que la muchacha creía algo así como ramo de rosas y, en realidad, traducido del portugués, significa coño rosado. Una vulgaridad que indignó a los creadores de la cuenta abierta al público en VKontakte (una red social rusa) bajo el nombre, no menos vulgar, de Buceta Rosa –ya hay varias igual llamadas– sin otro propósito que el de identificar a muchachas rusas dispuestas a abrirse de piernas cuando escuchan un idioma que no es el ruso y colgarles el sambenito de prostitutas, dicho con los 159 sinónimos que tiene la palabra en la lengua de Pushkin.

Y no tardaron en sumarse al coro de detractores quienes, pidiendo a gritos que se aplique en su contra el Código Penal, proponen castigar a las libertinas con un látigo, rociar su rostro con un antiséptico líquido de color verde o hincharles la cara a puñetazos en una aleccionadora paliza. Ante las sanguinarias iniciativas, cometidas en claro fuera de lugar y sin requerir del VAR, los administradores de la red amonestaron a los adeptos del juego sucio que corren el riesgo de ver la tarjeta roja. Se calmaron, pero continúan echando en su página toda la basura que encuentran sobre las mujeres que no temen aparecer en la Nikólskaya y calles contiguas del centro moscovita.

En realidad, es aberrante generalizar. De acuerdo con una certera observación del semanario Ekspress Gazeta, las féminas rusas que se pueden ver por ahí son de seis tipos:

• Indiferentes, que no les interesa el futbol, tienen esposo y/o hijos, y mirar a hombres desconocidos no es lo suyo.

• Observadoras, igual le gusta el futbol, pero temen a los extranjeros con sus camisetas multicolores y se alejan corriendo, con risitas nerviosas, cuando notan una mirada libidinosa.

• Soñadoras, que desde hace tiempo anhelan encontrar a un príncipe azul e irse a un lejano reino en un caballo blanco. Y no regresar nunca.

• Fiesteras, que no requieren un foráneo para tener sexo. Les encanta tomarse fotos, bailar, bromear y recordar algunas frases del idioma extranjero aprendido en la escuela.

• Hembras, que de repente sienten un irresistible instinto de la reproducción. Entienden que no volverán a ver a esa persona, pero su corazón les dice que es el hombre que estaban buscando toda la vida. Cuando se vayan Juan o John, se darán cuenta de que tendrán que educar a su retoño sin la presencia del padre.

• Y cansadas, la mayoría de las mujeres rusas, que en su vida han conocido hombres locales. La pobre no aguanta más el tradicional valemadrismo ruso, el estar esperando sin moverse que ocurra no sé qué cosa, verse obligada a trabajar en dos empleos, limpiar la casa, cocinar borsch y otras sopas, observar todas las noches como su tesoro está tumbado en el sofá, tras zamparse una botella de vodka, en calzoncillos agujereados y que no quiere quitarse al creer, a punto de la intoxicación etílica, que las heridas de su prenda íntima fueron causadas por balas enemigas.

Los guardianes de la moral pública no encuentran diferencias ni matices y califican a todas de mujerzuelas, como el escritor Platon Besedin, quien después de volcar su odio en el diario MK, ahora afirma que no entendieron lo que quiso decir. La jefa de una sección de la edición rusa de Cosmopolitan, Snezhana Gribatskaya, exige que Besedin presente una disculpa formal, petición que en su primer día alcanzó 25 mil firmas de apoyo.

Tina Kandelaki, la productora en jefe de los canales de deportes Match de la televisión pública, apuntó en su blog: “En lugar de preguntarse por qué tu mujer prefiere a un brasileño, mexicano, alemán, inglés o francés, algunos de nuestros ‘hombres’ se pusieron a chillar en las redes sociales. ¿No es hora de que se vean a sí mismos? Su panza colgante, su actitud consumista respecto de la mujer. ¿Cuándo han regalado flores sin motivo, cuándo han dicho qué hermosa eres?”

Son unas “putas, meretrices, golfas, zorras…”, hasta agotar los otros 155 sinónimos que faltan en ruso, contestan los 6 mil 662 seguidores que tenía la página Buceta Rosa, la original se vanaglorian sus administradores, en VKontakte al momento de escribir estas líneas.

Las mujeres estamos hartas. No queremos vivir conforme a los criterios patriarcales, en que los hombres nos relegan a barrer la casa, a lavar la ropa, a preparar la comida, a hacer la tarea con los hijos, que nos dicen a diario que no valemos para nada y ellos necesitan descansar, que nuestra misión en la vida es darles inspiración y asegurar su confort, se suma a la polémica Anastasia Mironova, en su columna en Gazeta.ru.

Son unas “rameras, furcias, fulanas, perdidas…”, reviran sin más argumento que el insulto los puritanos hasta que no les queda otro sinónimo que escupir.

Algunos empiezan a hablar de que Rusia está viviendo una guerra de géneros. Otros creen que el fenómeno está artificialmente exagerado, pues el Mundial sólo interesa a los aficionados al futbol y no se convirtió en tema predominante en las redes sociales. La agencia noticiosa Rosbalt va aún más lejos y asegura, citando a su garganta profunda, que la polémica está inducida por los operadores políticos de la Oficina de la Presidencia rusa, que buscan distraer la atención de los temas que provocan genuino malestar en la sociedad, como la subida de la edad de jubilación y el aumento del IVA.

No hay forma de saberlo, pero lo que empezó como una broma brasileña de pésimo gusto, ya se convirtió en la rebelión del hartazgo de la mujer rusa.

                                                         
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