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Un asesinato masivo en Toronto hace poco (una embestida contra peatones en una calle concurrida) fue realizado por un sospechoso que alguna vez incitó en redes a que hubiera una “rebelión de los inceles”, término que se deriva de las siglas en inglés de involuntary celibacy, o celibato involuntario. Este suceso ha atraído la atención hacia una comunidad en línea de hombres que lamentan no tener relaciones sexuales y que anhelan un orden social que les permita tener relaciones con las mujeres de su elección.
Puede que tal grupo parezca un sector radical estrafalario y pequeño, una expresión de opiniones y resentimientos añejos compartidos por un puñado de hombres solitarios.
Lo es. Sin embargo, los célibes involuntarios son también la más reciente manifestación de un movimiento mucho mayor que se asoma por debajo de la superficie de las cortesías sociales. Los expertos dicen que los inceles son solo una parte de un conjunto de ideologías, la cual ha aumentado en tamaño e influencia, que encapsula resentimientos más amplios entre los hombres de las sociedades occidentales.
Se trata del encuentro de dos de las fuerzas más perturbadoras de la sociedad moderna: el enojo entre muchos hombres por los cambios sociales que perciben como una amenaza y el auge de las redes sociales, que cambia drásticamente cómo las ideas se diseminan y cómo se forman las comunidades. El resultado es que movimientos como el de los célibes involuntarios se están volviendo más accesibles y más extremos a la vez.
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El sufrimiento de San Juan y su espíritu resiliente
Aunque no son tan comunes ataques como el de Toronto, que dejó sin vida a diez personas, el odio que se disemina en línea está conduciendo con mayor frecuencia a amenazas y llamados a la violencia. La mayoría de las veces, las amenazas tienen como blanco a las mujeres.
Una ‘ataque’ al privilegio
Para muchos hombres blancos del mundo occidental, los derechos y privilegios especiales alguna vez fueron un derecho obtenido por el acto mismo de nacer. Incluso aquellos que carecían de riquezas o poder tenían garantizado un estatus que estaba por encima del de las mujeres y las minorías.
Aunque todavía gozan de una condición preferencial en casi todos los ámbitos, desde las salas de juntas empresariales hasta los tribunales, fuerzas sociales como el movimiento #MeToo (#YoTambién) han puesto en entredicho ese estatus. Para algunos, cualquier paso tomado que busque lograr la equidad, aunque sea modesto, representa una amenaza.
“Tienen esta sensación de que ‘solíamos estar a cargo, y ahora ya no lo estamos, así que nos están atacando’”, dijo Lilliana Mason, una científica social de la Universidad de Maryland que estudia la identidad grupal y política.
“Si percibes que se te debe algo, de que tu condición merecida está bajo amenaza, entonces comienzas a luchar por ella”, comentó Mason.
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Un homenaje en Toronto a las víctimas de un ataque vehicular perpetrado por un joven que enalteció el movimiento de «incel» en redes, el 24 de abril de 2018 Credit Cole Burston/Getty Images
Con frecuencia, esa lucha se da con ataques a integrantes de cualquier grupo social que se atreva a desafiar la jerarquía establecida.
“Uno pensaría que la sociedad debería tratar bien a los hombres jóvenes porque son los constructores y los protectores de la civilización”, escribió un usuario de nombre connorWM1996 en r/MGTOW, un foro de mensajes dentro de Reddit pensado para hombres que tratan de escapar de lo que consideran opresión por parte de una sociedad dominada por las mujeres. “Pero nos tratan como idiotas buenos para nada”.
En particular, el movimiento incel promueve entre sus simpatizantes la percepción de que las reglas de la sociedad actual están pensadas para impedirles que tengan sexo. Esa manera de ver el mundo les permite pensarse como víctimas, que quedan en la soledad a causa de una conspiración, y como personas superiores a otras, porque tienen una supuesta comprensión único de cómo son las cosas.
Algunos de estos hombres terminan buscando ideologías más extremas que den cabida a sus sentimientos de enojo y pérdida que parezcan ofrecerles una solución. Otros solamente se topan con ellas sin haberlas buscado.
Se aviva la llama extremista
El extremismo siempre ha existido, pero hasta hace poco su propagación era limitada. Existía el desafío básico de reunir a gente con ideas afines desperdigada a lo largo de grandes distancias. Más allá de eso, estaba el estigma social en contra de ideas que se perciben como ajenas a la corriente dominante. Las redes sociales han disminuido ambas barreras.
Ahora, los hombres que buscan explicar —y justificar— su enojo solo necesitan unos cuantos clics para encontrar comunidades enteras que se crean en torno a promesas de restaurar el poder y el control masculinos. En el pasado, quizá habrían estado relegadas a unos cuantos bares y salas de estar, pero ahora existen en rincones más oscuros de algunos de los sitios de las redes sociales más populares.
Aunque puede que esos hombres nunca se reúnan en persona, esas redes les permiten desarrollar una identidad poderosa. Los hombres que antes se sintieron desconectados y perdidos, ahora pueden tener una sensación de pertenencia e importancia.
“Estas comunidades en línea tienen una función muy importante en ese respecto”, comentó Michael Kimmel, sociólogo que dirige el Centro para el Estudio del Hombre y las Masculinidades de la Universidad Stony Brook. “La gente te alienta a sentir más y con mayor intensidad, y después valoran eso que dices que se siente más y es más intenso”.
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Una protesta en Francia con pancartas que dicen: «No más acoso», «Una violación cada 8 minutos en Francia» y «Rompamos juntos el silencio», el 29 de octubre de 2017. Credit Claude Paris/Associated Press
Violencia para ‘desquitarse’
El control sobre las mujeres ha sido desde hace mucho tiempo una forma en la que los hombres muestran su estatus, comentó Kimmel. Eso ha hecho que las ideologías que prometen salvaguardar el poder que tienen los hombres sobre las mujeres sean especialmente atractivas para algunos.
Los célibes involuntarios son solo un subgrupo particularmente extremo de la “hombrósfera”, un conjunto de ideologías en línea que también incluye a los grupos para “salvaguardar” los derechos de los hombres y los conocidos como “artistas del ligue”. En esas comunidades, los adeptos pueden encontrar uno de los antídotos más poderosos para el sentimiento de que la sociedad los ha dejado atrás: la sensación de pertenecer a algo poderoso.
Un grupo de Reddit, r/TheRedPill, tiene más de un cuarto de millón de suscriptores, y ofrece una cosmovisión que coincide hasta cierto punto con la de los célibes involuntarios. Promete a sus seguidores que, si cumplen sus reglas de vida, muchas de las cuales incluyen manipular o ejercer presión contra las mujeres para que tengan sexo con ellos, se volverán machos “alfa” de estatus elevado (su nombre hace referencia al momento en la película Matrix cuando el protagonista toma la píldora roja y con ello empieza a ver la naturaleza falsa de su mundo).
“Ya sea que estemos hablando de grupos en pro de los derechos masculinos o del movimiento de los célibes involuntarios o la píldora roja”, dijo Kimmel, “detrás de ese privilegio ofendido subyace buena parte de ese enojo masculino”.
Y cuando los grupos extremistas diferencian entre mujeres y hombres como “ellas” y “nosotros”, eso puede convertirse en una vía para justificar la violencia.
Ocho de las diez personas atropelladas en Toronto cuando el conductor arremetió contra los peatones eran mujeres. Otras formas de violencia de género, que incluyen la violación y el abuso doméstico, son mucho más comunes que un ataque como ese. Cuando a las mujeres se les retrata como el enemigo opresor, a sus atacantes se les facilita tratar de legitimar sus acciones ante sí mismos, comentó Kimmel.
“Lo presentan como que ‘ellas’ los hacen sentir ‘menos’”, explicó el sociólogo. “Entonces la violación es como creen que pueden quedar en el mismo terreno. La violencia es la manera en la que se desquitan. ‘Ella tiene el poder y lo voy a reclamar’”.