Los ‘hackers’ rusos, ¿de nuevo al ataque? La ‘conspiranoia’ aterriza en México

actualidad.rt.com

Según medios mexicanos, el presidente ruso, Vladímir Putin, bien podría ser considerado el orgullo del KGB, ya que habría logrado lo que nadie había hecho hasta ahora: poner presidentes.

A la usanza norteamericana, que ha sembrado con esmero —y sin pruebas— la idea de que el Kremlin orquestó una campaña para garantizar el triunfo del empresario Donald Trump en EE.UU., en México han empezado a repetir la fórmula a pocos meses del arranque la campaña presidencial de 2018.

¿En qué consiste la supuesta estrategia de Moscú? Pues en lo habitual: el uso de ‘hackers’ para cambiar las tendencias en redes sociales; de medios de comunicación como RT y Sputnik, acusados de ser agentes de propaganda; y, por supuesto, el «robo» de información a candidatos para favorecer a «líderes populistas autoritarios».

«No hay evidencia sólida»

En abril de este año, uno de los candidatos presidenciales independientes, Armando Ríos Píter, dijo a ‘The Hill’ que la supuesta injerencia de Rusia en los comicios de 2018 no debía ser «minimizada», porque «si intervino en EE.UU.» hay razones para «pensar» que México puede ser «objetivo de ataque».

Sin embargo, lo curioso es que el encabezado de esa misma nota reza que «no hay evidencia sólida para sugerir que Moscú» esté interesado en incidir en la elección. La imprecisión sobre este asunto se repite en varios medios con diversas fórmulas: «se cree que», «se especula», «es probable», «no se descarta». ¿Hay certezas que sostengan esas afirmaciones? Ninguna.

«No hay evidencia»: Google desmiente que RT usara YouTube para influir en las elecciones de EE.UU.
Pero esos señalamientos a la ligera no son un problema para los columnistas, puesto que el sustento más esgrimido son los informes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés), y del Buró Federal de Investigaciones (FBI), que hasta la fecha no han presentado pruebas concluyentes que demuestren que Moscú actuó para favorecer la candidatura del actual huésped de la Casa Blanca.

A pesar de que esa misma excusa sirvió a Twitter y Facebook para bloquear el contenido publicitario de RT y de Sputnik, este martes el consejero general de Google, Kent Walker, y el director de Aplicación de la Ley y Seguridad de Información de la misma compañía, Richard Salgado, publicaron una investigación que rebate la tesis de que ambos medios habrían manipulado la plataforma para favorecer a un candidato en particular.

«Nuestra investigación no ha encontrado evidencia de la manipulación de nuestro plataforma ni de violaciones de nuestra política», reza el documento. Además, los supuestos ‘anuncios electorales rusos’ ocuparon apenas el 0,74% del contenido de Twitter y el 0,0004% de Facebook. Un desempeño que podría considerarse marginal para influir decisivamente en la opinión de los electores.

Sí, pero no

Un editorial del diario ‘Yucatán Times’ califica abiertamente a Putin como «manipulador de elecciones» y refiere como «prueba» los recientes resultados electorales en EE.UU., aunque también pone el acento en los comicios efectuados en Francia, Alemania y Países Bajos.

Según ese rotativo, por fortuna esos últimos tres países protegieron su sistema electoral «contra cualquier tipo de ciberataque», lo que impidió que se cumplieran los supuestos designios del Kremlin. Es decir, ¿es la omnipotente mano de Moscú capaz de cambiar los resultados de unos comicios, pero igualmente puede fallar?

En Alemania, por ejemplo, ese mismo medio asegura que RT y Sputnik son una suerte de Santa Claus que emplean una «fábrica de troles» en redes sociales para manipular a la opinión pública, al tiempo que contratan a piratas informáticos «que se cree» que pertenecen al «servicio secreto» ruso.

En lo que concierne a México, la figura citada para acusar a Putin de tener interés de manipular los resultados es el jugador de ajedrez ruso Gary Kasparov: «No sé si México es de alguna manera importante [para el Kremlin]. Pero si lo es, por supuesto que lo hará». Sobre esa vaga suposición, una severa acusación.

Nuestro hombre en México

Para algunos columnistas, el periodista John Ackerman es la encarnación del mítico personaje de la novela de Graham Greene: es «nuestro hombre en México», como lo bautizó en broma el comentarista estadounidense Max Keiser.

Ese mote acuñado por Kaiser es «la prueba», según algunos comentaristas mexicanos, de que Putin ha iniciado su carrera para designar a dedo al próximo inquilino de Los Pinos. «Ya están en México y actuarán en favor de Andrés Manuel López Obrador. Esta es la segunda llamada. La segunda», reza uno de los comentarios.

Ackerman se ríe de esos señalamientos. Para él, lo que ocurre es que en su país hay «represión» contra los periodistas que ejercen el oficio de manera independiente e intentan romper «con la naturaleza monocromática de los medios en México».

«Quienes dependen de este negocio [de la información] se asustan cuando se abren otras posibilidades para la libertad de expresión y para un mercado mediático más plural». Ese temor, asegura, es el que mueve a algunos sectores a tramar elucubraciones sobre una supuesta «conspiración» y ajustarse a la «moda» de los debates en EE.UU.

Además, la «rusofobia» es de nuevo cuño. Ackerman explica que Rusia y México han tenido una relación larga y fuerte, que no se empañó ni siquiera durante las gélidas tensiones de la Guerra Fría, y que algunos políticos intentan revertirla ahora de forma «hipócrita» y acomodaticia.

Foto ilustrativaLos ‘anuncios electorales rusos’ fueron el 0,74% y el 0,004% del contenido de Twitter y Facebook
«Es contradictorio y ridículo —argumenta— porque esos mismos que, supuestamente, quieren fomentar esa xenofobia contra los rusos son los más entreguistas y amantes de los EE.UU. Su miedo no es por Rusia sino a la pluralidad, al hecho de que RT no se somete a la censura y los saca del terreno de confort».

De cualquier forma, la conspiranoia rusa ha aterrizado en México y promete quedarse hasta después de los comicios. Sobre eso, Ackerman se limita a agregar: «Nuestro problema no está afuera, no está en Rusia. Está aquí adentro y es el control absoluto sobre el mensaje, de cara a las elecciones, para garantizar la continuidad del sistema».

                                                         
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