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Nada frenó la histórica marcha en contra de la violencia de género

‘Estamos hartas de que nos maten’, gritaron en Revolución, La Diana, el Zócalo…
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Las mexicanas gritaron y lo hicieron con estruendo.

Solidarias, abrazadas, maquilladas, con el cabello teñido, con paliacates verdes y brillantina morada. El grueso de 120 mil gargantas, al menos, se hizo escuchar: “ni una más, ni una asesinada más”.

Eran las menos que, encapuchadas y armadas con aerosol y martillos pintaban y golpeaban cada estatua a su paso; fueron pocas, pero muy ruidosas, las que golpearon cada cristal que encontraron, cada puerta, cada negocio y que en sus consignas escribían: “quisiera ser monumento para que me cuides, o ¡esas no son las formas!”

Las cuentas de la policía hablan de 80 mil participantes en una marcha que será histórica porque antecede a un paro nacional para reclamar por los feminicidios y la violencia contra las mujeres, que hoy con silencio le dirán al gobierno: “estamos hartas de que nos maten”.

Desde el Monumento a la Revolución, la Glorieta de la Diana, Bucareli, avenida Juárez, Cinco de Mayo y hasta el Zócalo, a las dos de la tarde se cumplió una cita que apuntaba a todo tipo de asistentes.

Niñas con sus madres, señoras de la tercera edad, estudiantes, periodistas, doctoras, afanadoras, anarquistas, antorchistas y una que otra personalidad extraviada, todas se sumaban al “el Estado opresor se va a caer, el feminismo va a vencer”.

Miles y miles avanzaban sin callar; pocos hombres se envalentonaron a sumarse luego de que se les autorizó hacerlo, y a todas luces demostraban sentirse imbuidos por la feminidad que se transpiraba.

Pintas, vallas golpeadas, incendios en hoteles, puertas derribadas, bancos vandalizados con frases de “el Estado opresor es un macho violador”, fueron opacados por las peticiones de la marcha central que conminaba a un “No a la violencia”.

Fueron 5 horas de caminata que se resumía en un interminable río morado, color elegido para este activismo contra el feminicidio, que deja 10 mujeres asesinadas al día.

Por momentos, ese gran bloque fue atravesado por granaderos que corrieron a proteger el Hemiciclo a Juárez, o que sometieron a algunos hombres embozados.

Gases lacrimógenos en la esquina de 5 de Mayo y Eje Central hicieron llorar a más de 10 policías de las llamadas Ateneas, mujeres también. No fueron del todo ignoradas, una joven se paró frente a la retaguardia y les gritó: “muchas gracias”; una que otra sonrió ante el gesto.

Otras policías fueron aguerridas y sacudieron a las encapuchadas, esas que golpearon ventanales de negocios, y a cambio recibieron gritos y pintas en sus escudos, como “me cuidan mis amigas no la policía”.

“Señor, señora, no sea indiferente, matan a mujeres en la cara de la gente”, fue una frase que no dejó de escucharse, aun cuando tres bombas hechizas retumbaron en las puertas de Palacio Nacional y en la esquina de la jefatura de Gobierno y la avenida Pino Suárez.

A todas luces se veía el intento, al final fallido, de dispersar la marcha con esos actos que impactaron en algunas familias que, como en una huida hormiga, comenzaron a irse.

Ya en el Zócalo y luego de 32 oradoras reclamando trabajo digno, pago igualitario, derecho a decidir, mayores controles de la policía, justicia para las asesinadas, el ruido siguió.

Sólo hubo un silencio pasadas las ocho y sobre el suelo del centro de la capital quedaron decenas de nombres de esas mujeres que han sido noticia por haber sido desolladas, vulneradas, violadas, desaparecidas.

Incidencias del 8M

Estos son algunos datos de lo que dejó la marcha de ayer

Al menos 80 mil mujeres participaron en la marcha, según datos oficiales

38 atenciones médicas se realizaron

18 policías resultaron lesionadas y tres fueron hospitalizadas por quemaduras

Tres civiles requirieron hospitalización

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