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Yo, yo, yo… y yo. Cualquier momento y cualquier pretexto son más que suficientes para posar delante de la cámara del teléfono móvil, hacerse un ‘selfie’ y compartirlo en las redes sociales. No sorprende toparse a cada paso con adolescentes que se autorretratan en cada esquina a cada segundo. Tampoco se somete a juicio que la intimidad de todos ellos pueda ser un escaparate público compartido. La interiorización social de este comportamiento generalizado, basado en el culto a la autoimagen, está alimentando en silencio el narcisismo de las nuevas generaciones. Llega la ‘Generación del yo’. Así lo demuestran las últimas investigaciones que constatan un aumento, bastante preocupante, del narcisismo entre el sector más joven de la población.
Para Christopher Barry, profesor de psicología en la Universidad del Sur Mississippi y editor principal de ‘El narcisismo y el maquiavelismo de la juventud’ (publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría), es como hablar de la antesala de «un país donde todo el mundo actúa como en un ‘reality show’ de concursantes obsesionados con el poder, el estatus y la apariencia, donde es cómodo manipular a otros para su beneficio personal. ‘Estoy aquí para ganar, no para hacer amigos’, sería el lema nacional».
Esta sociedad tendría altos índices de criminalidad… La cirugía estética sería una rutina, el materialismo rampante y todo el mundo buscaría la fama o la notoriedad. También sería un lugar con altas tasas de ansiedad y depresión. «Eso es porque los narcisistas -personas con un sentido inflado de su importancia y habilidades- tienen problemas para mantener amigos, a pesar de que son buenos para hacerlos», determina el profesor Barry.
En ‘Los egos se inflan con el tiempo’, elaborado en Estados Unidos a partir del análisis de 85 estudios realizados entre 1982 y 2006 con 16.500 alumnos universitarios, se revela que casi dos tercios de los jóvenes actuales son más narcisistas que los de generaciones anteriores.
Durante los últimos tres decenios o un poco más, los investigadores han estado evaluando el narcisismo y la empatía a través de cuestionarios desarrollados a finales de 1970. El diseñado para evaluar este aspecto es el Inventario de Personalidad Narcisista (NPI). El creado para evaluar la empatía es el Índice de Reactividad Interpersonal. Muchas investigaciones han demostrado que las puntuaciones en estos cuestionarios se correlacionan de forma fiable con el comportamiento del mundo real. Por ejemplo, aquellos que tengan una calificación alta en el narcisismo sobrevaloran sus propias capacidades, son agresivos ante la menor crítica y tienen más riesgo de cometer delitos de ‘guante blanco’ que la población que puntúa más bajo en esta escala.
Por el contrario, los que obtienen calificaciones más bajas en empatía tienen más probabilidades de participar en actos de intimidación y menos de ayudar los demás. Ambos cuestionarios han constatado cambios muy significativos, estadísticamente hablando. Datos como que el 70% de los estudiantes actuales obtiene la puntuación más alta en narcisismo y la más baja en empatía que la que conseguían estos jóvenes hace 30 años.
A estas evidencias se suma un grupo de investigadores de la Universidad de Michigan (EEUU). Elliot Panek y su equipo han puesto en el punto de mira las redes sociales. Al parecer, y tal y como documentan en la versión online de ‘Computer in Human Behavior’, «los alumnos que puntúan más alto en narcisismo son los que más a menudo usan Twitter». Pero entre los adultos de mediana edad, «los más narcisistas son los que publican frecuentemente en Facebook».
El estudio se llevó a cabo con 486 estudiantes universitarios. Las tres cuartas partes eran mujeres y la edad media, 19 años. Los participantes respondieron sobre su uso de las redes, además de realizarles una evaluación de la personalidad para medir diferentes aspectos del narcisismo, incluyendo exhibicionismo, superioridad, autoridad y autosuficiencia. En la segunda parte, escogieron a 93 adultos, en su mayoría mujeres, para completar el cuestionario.
Los investigadores examinaron además si el narcisismo se relaciona con la cantidad de publicaciones diarias en Facebook y en Twitter, así como el tiempo dedicado a navegar por estas redes sociales, incluyendo la lectura de los mensajes y los comentarios de los demás.
Según el doctor Panek, el estudio muestra que «los estudiantes universitarios narcisistas y sus homólogos adultos utilizan los medios sociales de diferentes maneras para aumentar su ego y la percepción de control». Los investigadores no pudieron determinar si el narcisismo conduce a un mayor uso de redes, si el uso de las mismas promueve este rasgo de la personalidad o si otros factores explican esta relación. «Pero este trabajo es uno de los primeros en comparar la relación entre el narcisismo y los diferentes tipos de redes en distintos grupos de edad», insisten en sus conclusiones.
Como explica José Luis Carrasco, jefe de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital Hospital San Carlos de Madrid, éste es un fenómeno relacionado «con la imagen especular, la que te devuelve la mirada de los otros. En la medida en que la cultura ha derivado en la idolatría de lo aparente y de lo inmediato, el culto a la propia imagen ha adquirido preeminencia en la organización psíquica de los individuos».
Y las redes sociales, insiste el experto, permiten ofrecer «una imagen inauténtica, interpretar un personaje elaborado con elementos parciales de la persona y con elementos fantaseados. En realidad, facilitan construir un sí mismo idealizado y presentarlo de cara a los demás. Por ello, se convierten en un vehículo propicio para jóvenes con problemas de inmadurez y de inconsistencia de la autoimagen».
En las redes sociales
Para Miriam González Pablo, del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP), «los últimos estudios indican que existe un aumento del narcisismo». Un problema íntimamente relacionado con la falta de autoestima: «Es un camino diferente de mostrar esa carencia, una manera de enmascarar miedos y falta de capacidades para desarrollar determinadas competencias, mostrando un comportamiento de superioridad. Reclaman que se les reconozca esas capacidades que ellos mismos han ensalzado. Cuando esto no se produce, manifiestan su baja o nula tolerancia a la frustración, enfadándose o haciendo cualquier cosa para recuperar ese equilibrio que necesitan para sentirse bien», agrega.
Podría parecer que las redes sociales alimentan este comportamiento pero, si hacemos un análisis más calmado, se puede decir que «han posibilitado una manera diferente de comunicación y han incrementado exponencialmente las personas con las que podemos contactar. Esto hace que los narcisistas, quienes necesitan del reconocimiento social, sean más visibles ya que, a través de las redes sociales, pueden ver reforzada su autoimagen. Todos sabemos que muestran su mejor cara y sus éxitos. Sin embargo, sus conductas reiteradas les llevan a tener graves problemas en los grupos con los que se relacionan: familia, amigos, trabajo… Incluso, pueden empujarles a caer en el abuso y la adicción», apostilla la psicóloga.
El doctor Carrasco comparte su opinión: «Todo radica en un problema de autoestima y su versión enfermiza conlleva dos fenómenos: una autoimagen inestable; y una compensación mediante una autoimagen grandiosa. Así, este problema es el reflejo de un enorme complejo de inferioridad y de falta de validez. Es una huida angustiada de esta percepción».
El narcisista inhibe la empatía, su necesidad desesperada de autoafirmación y reconocimiento sustraen toda su capacidad afectiva por los objetos externos hacia sí mismo como objeto. «El resto no le interesa afectivamente. No tiene consideración por sus necesidades afectivas. Algunos narcisistas son además fríos (los más peligrosos); otros son sensitivos recubiertos por una costra defensiva», apostilla.
Los cimientos
Establecer lo que se esconde detrás de este aumento del narcisismo es una tarea ardua. Tal vez, los estudiantes son ahora más honestos en admitir tendencias egoístas de lo que eran hace 30 años. Sin embargo, los expertos rechazan esta hipótesis. Otra teoría apunta a la tendencia a inculcar la autoestima, gestada en la década de los 80, cuando se aconsejó a padres y educadores que adquirieran un papel más activo en la construcción de la autoestima a través de frases como «qué guapo eres; mi hija es la más lista, eres especial…».
Para el doctor Carrasco, «esta teoría tiene parte de lógica. El deseo de los padres ha derivado hacia la obtención de logros aparentes por parte de los hijos, en la misma medida en que se ha alejado de la predilección de tener un hijo trabajador y bueno. Los padres tienden a presentar los éxitos de sus hijos. Para triunfar hay que ser astuto, listo, duro, pegar primero. Los buenos pueden ser unos pringaos».
El narcisista está solo, no conecta afectivamente con los otros. «Y la vanidad es su posición ante el mundo, su estrategia para hacer de la imagen el termómetro de la validez personal. Aunque esa imagen sea falsa», declara el psiquiatra del Hospital Clínico.
Ponerle freno es posible con «la implantación de tareas comunitarias obligatorias para los jóvenes y la educación de padres y profesores en la detección de las actitudes narcisistas y en la no potenciación de las mismas. Al fin y al cabo, como diría Freud, el narcisista busca, sin saberlo, satisfacer el deseo narcisista de sus padres», afirma el doctor Carrasco.
Cómo detectarlo
José Luis Carrasco, jefe de la Unidad de Trastornos de la Personalidad del Hospital San Carlos de Madrid, coordinador de Investigación del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Clínico y coordinador científico SOMMOS, detalla los signos que pueden ayudar a los padres a detectar el narcisismo en sus hijos: «Se muestran obsesionados por la imagen (corporal, estilista, competitiva escolar,..); hablan de forma despreciativa de los otros; tienen un sentido del humor enfadadizo, envidias excesivas, falta de afectividad o tendencia a mentir sobre sí mismos».