proceso.com.mx
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Los moneros Antonio Helguera y José Hernández, autores de Monosapiens, y Maricruz Gallut, -los tres colaboradores de Proceso-, coinciden en que el historietista y caricaturista Eduardo del Río, Rius, abrió espacios de libertad y expresión e influyó en miles de lectores.
“Él no es cualquier caricaturista, revolucionó la caricatura en su momento. Antes de él, la prensa en general y por supuesto la caricatura política estaban totalmente controladas por el gobierno. No existía la caricatura crítica en la prensa mexicana y Rius decidió abrir ese espacio”, subraya en entrevista Helguera.
Después, rememora:
“Él mismo me comentó que cuando empezó le costó que lo corrieran de todos los medios que existían. Publicaba cartones en revistas y lo despedían inmediatamente. Entonces, decidió abrir su propio camino que fue a través de sus famosas revistas. Primero fue Los Supermachos, en los 60, y después Los agachados, duró muchos años publicando sobre todo en la segunda, en la cual creó su propio estilo. Entendió perfectamente que la sociedad mexicana era despolitizada, sin educación y desinformada. Entonces, dedicó su trabajo a educarnos y a politizarnos. Y lo hizo con muchas generaciones de mexicanos.
“Después de eso se abrieron los espacios en la prensa para los caricaturistas”.
Helguera recuerda que, en 1969 esa actividad casi le costó la vida:
“En esa época acaba de sacar la revista La Garrapata, en el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y lo secuestraron agentes de la Dirección Federal de la Seguridad. Años después, supo que uno de ellos era Zorrilla, y lo entregaron a militares al pie del Nevado de Toluca, y esos militares lo condujeron hasta una fosa abierta y le dijeron que lo iban a matar.
“Igual pensó que hasta ahí llegaba, pero como ya se había dado cuenta días antes que lo seguían, le había dicho a su esposa de entonces que, si algo le pasaba, le hablara al general Lázaro Cárdenas del Río, que era su pariente, y eso hizo la mujer. Buscó al general Cárdenas, quien a su vez buscó a Díaz Ordaz y logró evitar que lo ejecutaran. Esos mismos militares lo entregaron de nuevo a los agentes de la Dirección Federal de Seguridad y ya lo devolvieron. ¡Esa no es una experiencia cualquiera!”.
Lo curioso, destaca Helguera, es que esa experiencia no le hizo mella:
“No cambió ni un centímetro en sus posiciones políticas, en sus creencias, ni se retractó de su trabajo. Nada, al contrario, siguió con mucho más ímpetu”.
Didáctica popular
Sobre ese “simulacro de fusilamiento”, la caricaturista Maricruz Ruiz Gallut, Gallut, colaboradora de Proceso, también evoca la valentía del dibujante.
Cuenta que en una Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Rius le dijo que durante las 12 horas que lo tuvieron de aquí para allá no pensaba en salvarse “porque en algún momento de algo tenía que morir y tenía claro cuál era su misión”.
Para la monera, la importancia del trabajo de Rius fue su carácter didáctico, “ligado a lo popular, para sacar al pueblo de la ignorancia”.
Y recuerda que, durante sus estudios de secundaria en el Colegio Madrid, con sus condiscípulos Helguera y Rocha (también actuales colaboradores de Proceso), se acercó por primera vez a las caricaturas de Rius.
Helguera también recordó sobre el trabajo de Rius en El Chamuco:
“Lo que sí le pesaba un poco, eso nos lo dijo una vez, cuando hacíamos la revista El Chamuco con él, es que se sentía decepcionado porque veía que el país iba muy mal. Se sentía descorazonado porque pensaba que no había logrado cambiar nada con su trabajo. Nosotros le dijimos que estaba equivocado: ‘Sí, el país estaba mal, y muy mal, en eso tiene la razón, por supuesto, pero sí hizo un trabajo importante: nos politizó a muchos’.
“Sí abrió espacios de libertad y de expresión. Lo cual se dice fácil pero es muy difícil lograrlo, y sí contribuyó enormemente a cambiar la forma de pensar. Bueno, formó el criterio de muchos mexicanos. Eso fue lo que le dijimos. Lamentablemente eso no ha sido suficiente para evitar que el país se haya deteriorado como se ha deteriorado, pero si él no hubiera estado, sería mucho peor.”
El caricaturista subió a su cuenta de Twitter (@ahelguera) un cartón de su autoría donde se ve a Rius sonriendo, mientras de su morral sale una cola de diablo.
Por su parte, Hernández enfatiza sin dudarlo que Rius “es el caricaturista más importante de la historia de la caricatura en México”.
Detalla:
“No sólo fue notable por su trabajo en la ironía política, sino que es el único caricaturista cuyo trabajo ha influido en la vida de varias generaciones de lectores. Se puede hablar de grandes como Naranjo y Abel Quezada, quienes son muy significativos dentro del periodismo gráfico, pero sólo Rius influyó en las costumbres del mexicano. Es decir, muchos nos volvimos ateos, gracias a él, muchos se volvieron vegetarianos o comunistas, gracias a él. Es un fenómeno, difícil si no imposible, que se repita en la historia del periodismo en México.
–¿Cuál de sus libros le ha impactado más?
–A mí el Manual del perfecto ateo. Lo leí cuando era muy joven. Yo sí, como supongo que miles de gentes, me volví ateo. Recuerdo haber leído antes un ejemplar de Los agachados, donde hablaba sobre el tema, pero cuando leí el Manual… me abrió no sólo la posibilidad de entender el atender, sino lo importante de cuestionar las cosas. Más allá de lo religioso es el hecho de cuestionar una idea establecida. Creo que a lo largo de su trabajo Rius hizo eso: cuestionar todo para poder entenderlo.
–¿Era incomodo para la clase gobernante?
–Lo fue en un punto importante. Rius ejerció la crítica en un momento en nuestro país en el que era peligroso ejercerla. Bueno, él fue victima de un simulacro de fusilamiento en 1969. El gobierno de Gustavo Díaz Ordaz lo secuestró y se lo llevaron al Nevado de Toluca y le hicieron un simulacro de fusilamiento. Carlos Monsiváis decía que antes había que ser muy valiente para criticar al presidente del país y había que ser muy valiente para defenderlo. Rius fue muy valiente en el momento que era de mucho valor criticar al poder, y no sólo al presidente, sino a los tres grandes intocables de la prensa en México en ese entonces: el presidente, el Ejército y la Virgen de Guadalupe.
Para Hernández, Rius “fue el gran cuestionador. Contagió a miles de lectores su curiosidad y su deseo de saber más, de conocer más”.
Resalta:
“El lugar común es decir que Rius es la segunda Secretaría de Educación Publica en México. La primera es Televisa, la segunda es él y la tres es la SEP. Hace unos años lo acompañé a unas presentaciones de libros en el norte del país, fuimos a Tijuana, Sonora, en fin, y era impresionante después de la presentación de su libro las filas de lectores que durante horas y horas desfilaban para que les autografiara un volumen, y lo sorprendente era lo variopinto de sus lectores, estaban ancianos, señoras, jóvenes, niños y todos fascinados por su trabajo y muy agradecidos con él. Así como muy agradecidos yo creo que estamos todas las últimas generaciones de caricaturistas, quienes le debemos un chorro a Rius”.
En su cuenta de Twitter @monerohernández, el caricaturista agradece a su colega con una ilustración quijotesca.
En la página oficia rius.com.mx ya hay un moño negro y se aprecia su libro titulado Mis confusiones, editado por Grijalbo en 2014, con el que Rius celebró sus 60 años de monero y 80 de edad. En éste, el autor escribió en el prólogo con humor:
“En estos últimos veinte años he trabajado menos, he viajado menos y he follado menos, lo cual es completamente normal para el ser humano”.
En este libro reveló aspectos de su vida, nunca escritos ni mencionados:
“Capítulos dedicados más a mi vida sentimental y coqueta, a mis viajes, a los colegas, a mis matrimonios y otros chismes que no aparecen en Rius para principiantes”.
En los 62 capítulos que componen este libro, habló desde la pobreza ínfima que vivió en su niñez (condición que abandonó por tantos años de trabajo, escribe), hasta el día en que conoció al Che Guevara o a Diego Rivera; su incursión casi fortuita como ilustrador en una pequeña publicación y la más deliberada al medio periodístico nacional en medios como La Jornada, Novedades y Proceso; su amistad y enemistad con sus colegas dibujantes -contemporáneos o no-; sus fobias, aversiones, filias y gustos políticos, culturales y sociales. Los personajes que ha creado y a los que les dio y le han dado vida; sus gustos literarios y musicales; sus fracasos matrimoniales, su método de trabajo y anécdotas editoriales…