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Suelos, aguas y alimentos mexicanos están contaminados con radiactividad. A pesar de que México no posee armas atómicas y cuenta con apenas dos centrales nucleares para generar energía eléctrica, regiones del país padecen una contaminación silenciosa: no huele, no se ve y no se siente… pero puede ser mortal.
La principal fuente de esta contaminación es su vecino, Estados Unidos. Por ello, las regiones más contaminadas son las del norte del país, aquellas cercanas a la frontera mexicano-estadunidense.
Un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), producto de más de 10 años de investigación ininterrumpida, ha revelado la presencia de Cesio-137 en suelos y represas de agua en varias partes del país. La mayoría, en el norte de la nación.
De acuerdo con información proporcionada por Tania Robles, del oficial Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), las investigaciones han sido realizadas por un equipo encabezado por el doctor Epifanio Cruz Zaragoza, del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM.
Lugar de la prueba nuclear Trinity, 0,016 segundos luego de la explosión, 16 de julio de 1945. El punto más alto del hemisferio que se observa en la imagen es de unos 200 metros de alto. / wikipedia.org
Entre los hallazgos de la investigación científica se destaca que esa contaminación de suelo y agua se ha transmitido a cultivos para consumo humano.
También a través de los estudios se ha podido determinar que la principal fuente de esta contaminación han sido las pruebas atómicas que Estados Unidos ha realizado cerca de la frontera con México y las centrales nucleares instaladas muy cerca de la línea divisoria internacional.
En el estudio se asienta que desde la primera detonación de una bomba atómica en el mundo, en México hay presencia radiactiva contaminante.
Y es que esa primera detonación fue hecha por Estados Unidos en julio de 1945 en el desierto de Alamogordo, Nuevo México, a 140 kilómetros de la frontera con México, donde se encuentra, del lado mexicano, la populosa Ciudad Juárez, Chihuahua.
El Río Grande, que limita con México y con EE.UU. (Derecha), visto desde el área fronteriza de la Ciudad Juárez, México, 13 de diciembre de 2007. / Tomas Bravo / Reuters
A esa prueba, llamada Trinity, seguirían muchas más. Estados Unidos es el país que más pruebas nucleares ha realizado en todo el mundo: oficialmente lleva 1.054. La más reciente data de 1992.
La mayoría de los ensayos nucleares han sido realizados en el océano Pacífico y, dentro del territorio estadunidense, en el condado de Nye, Nevada, donde se encuentra un emplazamiento militar de pruebas, en colindancia con el estado de California.
Sin embargo, Estados Unidos siguió realizando detonaciones nucleares muy cerca de su frontera con México, como las de Carlsbald y Farmington, ambas en Nuevo México, y en el Gran Valle del Colorado, una región atravesada por el río Colorado, que desemboca en México.
Además, de los 437 reactores nucleares que poseen 30 países, 104 son de Estados Unidos. Nueve de ellos han sido instalados cerca de su frontera sur: cuatro en California, tres en Arizona y dos en Texas.
Por ello, en el estudio de la UNAM se señala que el otro río que comparten ambas naciones es también fuente de contaminación. Se trata del río Bravo, como le llaman los mexicanos, o río Grande, como lo conocen los estadunidenses. Este cause, que en una parte de su trayecto se convierte en la frontera física de ambas naciones, «arrastra grandes cantidades de químicos venenosos, tóxicos y hasta contaminantes radiactivos», afirmó Cruz Zaragoza al Conacyt.
Vista exterior de la Central Nuclear de Laguna Verde (CNLV), Veracruz, México. / wikipedia.org
Por su parte, el investigador David Lizcano Cabrera, del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ), sostuvo en una entrevista que se debe tener cuidado de que los isótopos radiactivos no se ingieran, porque posiblemente nunca salgan del cuerpo. El uranio-235, el radio-226 y el estroncio se depositan en los huesos. El yodo-125 y el yodo-131 se alojan en la tiroides. El mercurio, en el hígado.
Con respecto al Cesio-137, que fue hallado en alimentos, el investigador adscrito a la Gerencia de Seguridad Radiológica y al Departamento de Desechos Radiactivos, explica que este elemento puede ser desechado fácilmente por el organismo, «pero el problema no es que se vaya a alojar en el cuerpo, sino la radiación que emite. Con frecuencia se presenta en grandes cantidades y presenta un riesgo alto, porque no deja marcas. La energía atraviesa el cuerpo, causa cierto daño y se va en el aire, Asimismo, si se aspira es químicamente tóxico. Es un elemento artificial».
Egresado de la Universidad Autónoma del Estado de México, Lizcano Cabrera afirma que las personas que ingieren el material radiactivo, a largo plazo, pueden padecer cáncer.
Por su parte, el doctor César Ruiz, investigador del Instituto de Física de la UNAM, explica que en una contaminación radiactiva el material radiactivo emite irradiación ionizante que en ciertas cantidades puede producir un efecto biológico en la salud.
El especialista en seguridad radiológica, dosimetría y física médica, busca poner en términos sencillos en qué consiste la radiación ionizante: «arrancar electrones de donde se encuentren, sea el material que fuere y este podría ser una célula».
El investigador agrega que todo lo que existe en el universo está compuesto por átomos. Las moléculas están compuestas por ellos. La energía ionizante puede extraer los electrones que mantienen unidas a las moléculas. De ahí que al someterse a una exposición constante y a largo plazo de radiación se corre el resigo de que las moléculas que integran las células dejen de estar unidas.
México posee tres reactores nucleares. Dos de ellos se encuentran en la Central Nuclear de Laguna Verde, Veracruz, para la generación de energía eléctrica. El tercero se encuentra en el Instituto Nacional de Investigación Nuclear. El mismo se utiliza para la producción de isótopos radioactivos, la investigación científica y la capacitación de personal.