La Nochebuena tocó la tierra de nadie y, tan repentina como una jugada de alarido, una tregua se estableció en uno de los tantos campos de batalla que en ese momento asfixiaba a Europa.
CIUDAD DE MÉXICO (apro).- La tierra de nadie fue el umbral que separaba a dos naciones, dos ideologías, dos bandos; a pesar de las diferencias obvias, todos eran iguales: eran seres humanos.
La Gran Guerra se inició el 28 de julio de 1914; el Imperio Británico, el Imperio Ruso, el Reino de Italia, Estados Unidos, Francia, el Imperio Austrohúngaro, el Imperio Alemán, el Imperio Otomano y el Reino de Bulgaria fueron los principales protagonistas de una de las batallas más hostiles a lo largo de la historia.
Pero incluso dentro de aquella obra tan trágica hubo un momento para aliviar el dolor y cambiar las armas por un balón.
El dominio sobre los territorios coloniales provocaba roces cada vez más frecuentes entre diversos países que resolvían sus diferencias a través de acuerdos “diplomáticos”, para así disipar cualquier tipo de amenaza mayor, por ejemplo, un conflicto bélico.
Las alianzas que se llegaban a formar entre naciones duraban poco, pues cambiaban frecuentemente dependiendo de los intereses que mejor les convenían.
Sin embargo, en la medida en que las necesidades expansionistas de las potencias industriales iban en aumento, también lo hacían las confrontaciones que, al mismo tiempo, fueron haciéndose menos controlables. Europa dejó de ser el mapa central para aquellos que querían más territorio; voltearon y miraron a su alrededor, deseando controlar otros continentes.
A esto se sumó la inestabilidad interna de cada país. El Imperio Ruso se veía amenazado por una inminente revolución (8 de marzo-8 de noviembre de 1917), el Imperio Austrohúngaro se encontraba en un desgaste por la constante disputa entre las diversas nacionalidades que le comprendían y que ya no podían ser controladas por el gobierno.
Por su parte, los enfrentamientos políticos nacionales en el Imperio Alemán paralizaron su política exterior, mientras que los gobiernos del Imperio Británico y de Francia, respectivamente, hicieron frente a las protestas obreras en demanda de mayores derechos laborales y mejores condiciones de vida.
Sin duda, el caso de mayor relevancia era el de los pueblos que se encontraban bajo el yugo de ciertos países y que luchaban por obtener su autonomía. Por ejemplo, el territorio de los Balcanes; hoy día Albania, Bosnia y Herzegovina, Bulgaria, Croacia, Eslovenia (únicamente una pequeña parte al sur del país), Grecia (parcialmente, salvo las islas), Italia (Friuli-Venecia Julia), Kosovo, Macedonia, Montenegro, Rumania (Dobruja), Serbia y Turquía.
Fue precisamente en una de esas naciones donde se definió el rumbo de la historia, pues el 28 de junio de 1914, en Sarajevo, Serbia, fue asesinado el archiduque del Imperio Austrohúngaro, Francisco Fernando. La Gran Guerra estalló oficialmente el 28 de julio de 1914. Este hecho, por supuesto, repercutió en distintos campos sociales. El futbol no fue la excepción.
Consecuencias de la Gran Guerra en el balompié
En Gran Bretaña, en la temporada 1914/15, el Everton fue el club que se alzó con la corona de la Football League First Division (hoy día, Premier League). Sin embargo, debido al inicio de la Gran Guerra, el futbol se detuvo durante las campañas de 1915/16, 1916/17, 1917/18, 1918/19; fue hasta la temporada 1919/20 que el balón rodó de nuevo y el West Bromwich Albion se coronó como monarca.
Una de las consecuencias más importantes que tuvo el conflicto bélico en el balompié fue el alistamiento de los futbolistas: en lugar de correr sobre el césped, lo hicieran en las líneas enemigas. Los jugadores cambiaron botines por botas, así como el balón por fusiles, dejaron de resguardar el arco con el alma y empezaron a cuidar con fiereza las trincheras.
A diferencia de lo que ocurría con la sociedad civil, el gobierno británico dio a los futbolistas la posibilidad de elegir si ir al campo de batalla o quedarse en casa, justificando que su deber era mantenerse ligados al deporte y, llegado el momento, volver a entretener al pueblo. Eso causó gran malestar social, pues la gente consideraba que no debía existir ningún tipo de privilegio para nadie en tales circunstancias.
A partir de ello, la Oficina de Guerra y The FA (Asociación de futbol inglés) crearon el 17º Batallón del Regimiento de Middlesex, también conocido como “Football Batallion” (Batallón de Futbol), con la intención de alentar a los jóvenes a alistarse para la guerra y demostrar que los futbolistas profesionales estaban preparados para “hacer su parte”.
De acuerdo con la página oficial de The FA, el Batallón de Futbol se formó en el ayuntamiento de Fulham el 15 de diciembre de 1914; integrado por futbolistas profesionales y amateurs, además de árbitros, funcionarios y personal de los clubes, se reforzó también con aficionados. Alrededor de 60 clubes de Primera y Segunda División de Inglaterra enviaron 200 jugadores al Batallón de futbol.
La tregua de Navidad
Llegó el 24 de diciembre de 1914. Habían pasado ya cinco meses desde el inicio de la barbarie y las hostilidades no cesaban. Europa se estremecía entre el horror, los lamentos y el olor a metralla.
La Nochebuena tocó la tierra de nadie y, tan repentina como una jugada de alarido, una tregua se estableció en uno de los tantos campos de batalla que en ese momento asfixiaba a Europa. Los soldados alemanes y británicos que férreamente luchaban por matarse el uno al otro en la frontera entre Francia y Bélgica, de pronto forjaron una amistad que perduró en la fugacidad; el motivo para mirarse como seres humanos fue el futbol.
El sargento británico Bernard J. Brooks explicó la situación tan peculiar en una carta que envió a su gobierno para hablar sobre lo que ocurría en aquella primera línea:
“Es diciembre de 1914 en el frente occidental. Todo está tranquilo, silencioso. La guerra acabaría para Navidad, era lo que todos esperábamos, pero no ha sido así. Hemos luchado hasta llegar a un punto muerto. Durante meses, un incontable número de soldados han caído. Los cañones, las ametralladoras, el alambre de espino, el fango, han tenido efectos devastadores”.
“El barro se ha congelado y eso es algo que hay que agradecer. Todo está en calma esta noche, todo está silencioso. Podemos oír las canciones y los gritos. La música y las risas. Los alemanes empezaron a cantar y a gritar, todo en buen inglés. Sus bandas tocaban villancicos navideños y el ‘God save the King’ (Dios salve a la reina)”.
“Un cuervo graznaba en un árbol en la tierra de nadie, nada más vivía. Era el único árbol que quedaba en pie. Era el día de Navidad y los alemanes pidieron un alto al fuego. Estaban cansados de hacer la guerra. Ahora todo el mundo, todos los soldados están en tierra de nadie. Y todos van de un lado a otro para felicitarse, con sonrisas en sus rostros y felicidad en sus corazones.
¡Futbol! ¡El futbol en tierra de nadie, por amor de Dios! No es el mejor de los campos, pero había que hacerlo. Teníamos cascos como postes y un balón y dos equipos, ¿qué más necesitábamos?”.
Los ingleses sacaron un balón de las trincheras y así dio inicio el peculiar partido. El futbol como pretexto para la celebración unió a enemigos a muerte convirtiéndolos en amigos entrañables.
“No fue fácil jugar en un campo helado, pero seguimos. No teníamos árbitro. Jugamos al mismo juego, nos gusta la misma cerveza, pisamos el mismo suelo. Bajo los uniformes todos somos iguales. Realmente era difícil saber que estábamos en guerra. Ellos, como nosotros, tenían madres e hijos, mujeres que les esperaban en casa para recibirles”.
Pero el momento de ser hermanos se fue difuminando y los soldados fueron llamados de nuevo a sus trincheras. Los jugadores se dieron la mano por última vez. Durante el tiempo que duró aquel partido no se hizo ningún disparo.
De acuerdo con la carta de Bernard J. Brooks, el encuentro entre alemanes e ingleses terminó 3-2 a favor de los teutones. Aunque el marcador termina por ser algo anecdótico, ya que, al menos por una noche, ambos bandos fueron vencedores. Y aún esos cánticos navideños, risas, golpes al balón, abrazos fraternales y gritos de gol retumban entre las trincheras de la tierra de nadie.
Según la ONU (Organización de las Naciones Unidas), la Gran Guerra cobró la vida de 8.5 millones de personas. En cifras de la FA, de los 600 miembros que formaron parte del 17º Batallón del Regimiento de Middlesex, alrededor de 500 murieron en batalla.