Gilberto Alvarado, informante de la CIA, infiltró grupos de izquierda en México en 1963 para vincular a Cuba con el magnicidio de Kennedy. Su testimonio, inicialmente explosivo, fue desmentido revelando una trama de manipulación política durante la Guerra Fría.
proceso.com.mx
IUDAD DE MÉXICO (Proceso).– Entre las órdenes ejecutivas que firmó Donald Trump, tras su llegada a la presidencia de Estados Unidos hace un mes, se encuentra la promesa de desclasificar por completo los archivos del asesinato del expresidente John F. Kennedy.
De hacerse efectiva dicha orden, la documentación podría revelar también mayores detalles sobre la relación en la que se envolvieron las agencias de inteligencia estadunidenses: la CIA y el FBI con la extinta Dirección Federal de Seguridad de México, como de hecho ya lo hacen algunos de los documentos desclasificados hasta ahora en ambos países…
Gilberto Nolasco Alvarado Ugarte, un desertor del servicio de inteligencia nicaragüense e informante de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, ingresó a México a finales de agosto de 1963, con el fin de infiltrar las organizaciones de izquierda en su tránsito hacia Cuba, bajo la fachada de pertenecer al Frente de Liberación Nacional de Nicaragua.
Un mes después de rondar las oficinas de la embajada cubana, el 25 de noviembre Alvarado Ugarte llamó a la embajada estadunidense asegurando que contaba con información importante sobre Lee Harvey Oswald, detenido en Dallas, Texas, por el asesinato del presidente John F. Kennedy, de acuerdo con el documento de la CIA “Resumen cronológico: Gilberto Nolasco Alvarado Ugarte”, desclasificado en su última versión en 2021.
El mismo día Snight, encargado de la seguridad de la embajada estadunidense, y AC Plambeck, oficial de la estación de la CIA en México, se entrevistaron con Gilberto Alvarado, quién declaró haber visto a Lee el 18 de septiembre de 1963 en el consulado cubano de la capital mexicana, junto a otro estadunidense y un canadiense cuando recibían seis mil quinientos dólares mientras hablaban “de eliminar a alguien”.
La declaración de Alvarado Ugarte alimentaba la teoría de una posible conspiración de Cuba contra Kennedy, promovida por una parte del gobierno de Estados Unidos, por lo que el recién nombrado presidente Lyndon Johnson, mediante el Buró Federal de Investigaciones (FBI), tomó el control de las indagaciones buscando evitar una guerra frontal contra Cuba, según el periodista Jefferson Morley en su obra Nuestro hombre en México. Winston Scott y la historia secreta de la CIA.
Después de varias entrevistas por los agentes estadunidenses, la historia de Alvarado apuntaba ser falsa. Pese a la presión de Tom Mann, embajador norteamericano en México, así como del agente de la CIA David Philips, de validar la versión de Alvarado, Win Scott, jefe de la Estación de la CIA en México, se mantuvo cauteloso y solicitó un nuevo interrogatorio, más detallado y con mayores informes para acreditar o desechar los dichos del personaje.
En el fondo, Jefferson Morley sostiene que la CIA ocultó el manejo que tenía sobre Alvarado y sus actividades encubiertas. Sin embargo, documentos desclasificados muestran la interconexión con la Estación de la CIA en Managua, que a su vez también trabajaba de manera cercana con el Comité de Inteligencia Nicaragüense (CIN) del dictador Anastasio Somoza Debayle.
En las entrevistas con agentes estadunidenses, Alvarado también dijo que la información extraída de su infiltración en el Frente de Liberación Nacional la transmitía al mayor Roger Jerez, agregado militar de la embajada de Nicaragua en México, así como al general Gustavo Montiel, jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) nicaragüense.
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De acuerdo con el cable 68452, fechado el 26 de noviembre y referido en el “Resumen cronológico” de la CIA citado antes, en caso de que “sea deseable quebrar a Alvarado, la estación (de la CIA en Managua) podría hacer arreglos para que el oficial del CIN que lo manejó venga a México.”
Dos días después, desde el cuartel general de la CIA en Langley, Virginia, se insistía en la cooperación del mayor Jerez, pero ahora también se recomendaba la entrada en escena del capitán Franklin Anthony Wheelock García, jefe de la sección anticomunista de la Oficina de Seguridad Nacional de Nicaragua (OFN), agente de la CIA y cercano colaborador del CIN.
“Ante la creciente evidencia de que Alvarado está inventando su historia de haber visto a Oswald tomar dinero de la embajada de Cuba, le instamos a que haga un seguimiento con su oficial local del CIN y aproveche la oportunidad de la ayuda del CIN, el cual pueden enviar a Wheelock, un buen activo de la CIA, para ayudar en el interrogatorio”, indica el cable 85616 de Agencia Central.
Para entonces era manifiesto un conflicto entre esa agencia y el FBI por la custodia y jurisdicción de Alvarado, por lo que Scott solicitó al cuartel central de la CIA la autorización para entregar a Gilberto Ugarte Alvarado a las autoridades mexicanas. Hoover, el director del Buró Federal, estuvo de acuerdo y Echeverría agradeció.
Para las investigaciones de este caso crítico, Scott estuvo en contacto permanente con el gobierno mexicano mediante LITEMPO, una red de funcionarios de alto nivel que fueron empleados como informantes de la CIA, en respaldo a las operaciones de la estación de la Ciudad de México.
Según la investigación de Morley citada antes, el programa de espionaje LITEMPO comenzó en 1960 e incluía a los expresidentes Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, entonces secretario de Gobernación, así como a Miguel Nazar Haro y Fernando Gutiérrez Barrios de la Dirección Federal de Seguridad (DFS).
Incluso desde el 23 de noviembre la DFS ya había realizado varias pesquisas e interrogatorios a los señalados por los funcionarios estadunidenses, como fue el caso de Silvia Tirado de Durán, la mexicana implicada en el asesinato de Kennedy, cuyo nombre y número telefónico de su oficina en la Embajada de Cuba en México habían sido halladas entre las pertenencias de Lee Oswald tras su detención.
Gutiérrez Barrios, conocido desde su juventud como el Pollo, pero identificado por la CIA como LITEMPO/4, recibió en custodia a Alvarado el 28 de noviembre y al día siguiente por la mañana tuvo su turno de interrogarlo. En la primera sesión del que duró una hora, Alvarado le contó la misma versión que había repetido en las ocasiones anteriores a los oficiales estadunidenses.
Según el cable 85744, LITEMPO/4 comunicó a la estación de la CIA en México que “él duda de la historia de Alvarado, así que comenzaría a trabajar para “quebrarlo”. Durante tres horas más Gutiérrez Barrios siguió interrogando a Gilberto Ugarte, junto con otro agente mexicano.
Las dos historias de Alvarado
También el cable 7156 de la estación de la CIA en México registró que el subdirector de la DFS “creía que la historia de Alvarado era una mentira fantasiosa”, pero continuaba aferrándose al mismo relato. “Aunque esto todavía es preliminar –aclaraba Gutiérrez Barrios–, Alvarado está diciendo la verdad o es el mejor mentiroso con el que he hablado en muchos años y he hablado con algunos de los mejores”.
Pero en el transcurso de esa noche y la mañana siguiente Alvarado, especialista en la mentira y el montaje, fue quebrado por los agentes de la Federal de Seguridad. LITEMPO/4 informó el 30 de noviembre que “Alvarado había firmado una declaración diciendo que su historia de haber visto a Oswald en la embajada era complemente falsa.”
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La declaración original de Alvarado Ugarte consultada por Proceso, junto con su fotografía y media filiación, aún se encuentra en los archivos de inteligencia mexicanos de la DFS, desclasificados en 2002 y liberados completamente a la consulta pública en 2020 (https://www.proceso.com.mx/reportajes/2020/2/1/agentes-del-cisen-custodiaron-hasta-2019-el-fondo-dfs-237976.html)
En este documento, además de registrar la misma historia contada por Alvarado una y otra vez, de manera inusitada se registró: “Que espontáneamente y después de recapacitar, desea manifestar que el norteamericano al que se ha referido en el cuerpo de su declaración, y que dice que vio el día 18 de septiembre del año en curso en el consulado cubano, tenía cierto parecido, en un 60 por ciento a Lee Harvey Oswald.
“Que después del magnicidio del presidente Kennedy, el declarante aprovechó a este en su favor para explotarlo, proporcionando versiones como las que inicialmente señaló, a fin de provocar una reacción enérgica desde el punto de vista político por parte de los Estados Unidos de Norteamérica, en contra del gobierno de Fidel Castro Ruz”, explicó el infiltrado de la CIA a la DFS.
También se indica en la declaración:
Y que no tuvo otro motivo más que el profundo odio que siente por el comunismo. Que el declarante toda su vida se ha dedicado a combatir el comunismo y que lamenta en este momento no haber logrado su objetivo, en el sentido de causar alguna reacción del gobierno norteamericano contra el de Fidel Castro.
El 29 había llegado a la Ciudad de México el general Wheelock García, quien se entrevistó brevemente con Alvarado en compañía de dos funcionarios mexicanos. En el encuentro Gilberto Ugarte volvió a su historia inicial. “Afirmó que vio a Oswald y que llamó a la Embajada de Estados Unidos para informar” aunque la embajada no respaldaba esta información.
Así también Gilberto Ugarte dijo a Wheelock que se había retractado con los mexicanos “porque lo ‘maltrataron mentalmente’, es decir, que lo amenazaron con hacerle daño físico, aunque realidad no ocurrió”, según el informe de la estación de la CIA en México al cuartel general.
Este nuevo viraje en la declaración de Alvarado llevó a la CIA a fraguar nuevos planes. De acuerdo con el cable 85565, “la sede le dice a la Estación de México que, aunque estamos seguros de que Alvarado es un mentiroso y que la retractación de su confesión es falsa, se ha decidido que debe ser sometido al polígrafo.”
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Aunque en manos del gobierno de México, Echeverría aceptó que su amigo Scott “tomara prestado” a Alvarado por algunos días. Calvin Davis, de la Oficina de Seguridad a cargo de la entrevista del polígrafo, con la asistencia de Clark Anderson del FBI como intérprete y Joe García de la oficina del Agregado legal, finalmente pusieron a Alvarado bajo la máquina de la verdad el 6 de diciembre.
“Un error honesto”, reconoció haber cometido Gilberto Alvarado, sólo hasta que los funcionarios estadunidenses le hicieron saber de notables “patrones de engaño” en la prueba. Alvarado fue devuelto a las autoridades mexicanas y el 8 de diciembre voló de vuelta a Managua.
Los exiliados cubanos en los archivos de inteligencia mexicanos
Igual que Alvarado, las organizaciones de exiliados cubanos habían estado provocando un conflicto entre Estados Unidos y Cuba, con el fin de derrocar el nuevo gobierno establecido tras la revolución castrista en 1959.
Según la investigación de Jefferson Morley citada antes, los exiliados cubanos habían sido patrocinados por la CIA mediante el programa AMSPELL, con el fin de retomar el control de la isla.
Esto también es posible documentarlo en los archivos de la DFS, los cuales revelan cómo los exiliados cubanos guardaban el sentimiento de una traición por parte de John F. Kennedy meses antes de su asesinato.
El 8 de febrero de 1963 el agente de la Dirección Federal, Miguel Nazar Haro, informó sobre una reunión de la Asociación de Comerciantes, Industriales y Profesionistas de Cuba en el exilio (ACIPCE) en la Ciudad de México. En ella estuvieron algunos de los cubanos que combatieron en la fracasada invasión de Playa Girón.
Uno de ellos fue Manuel Camargo quien, decepcionado, manifestó que “en el futuro únicamente luchará por la bandera cubana” y relató que cuando estaban en un campo de entrenamiento en Guatemala y Nicaragua, eran transportados en aviones de contrabando a los EU o en ferrocarriles de ganado, sin derecho a asomar la cara, como si fuera pecado querer liberar la patria”.
En el campo de entrenamiento en Miami, Florida –siguió narrando Camargo–, no se les avisó que irían a la invasión, sino que de repente los movilizaron, cosa que no les extrañó porque continuamente los movilizaban, pero que dos días antes de llegar a la Bahía de Cochinos les avisaron a lo que iban.
Además, en su discurso, Camargo señaló que “no recibieron el apoyo prometido sino que él calcula y cree que el gobierno de Kennedy los mandó, no a liberar Cuba, sino a un experimento para palpar la reacción de la América Latina ante este paso, así como de la movilización militar de Fidel Castro (…).”
En informes del mismo expediente se aprecia cómo las organizaciones de exiliados en Cuba insistían en su objetivo de generar presión. Por ejemplo, en otra reunión de la misma asociación, los miembros acordaron “enviar un telegrama a la reunión de Presidentes de Centroamérica, en Costa Rica, la cual se iniciará el 18 del presente mes, con la presencia del Presidente de los EEUU, John F. Kennedy, en los que se pedirá una inmediata acción bélica en contra de Cuba, para obtener la liberación de la isla de manos del comunismo.”
Pese a los discursos bipolares característicos de la Guerra Fría, el presidente Kennedy comenzó a inclinarse hacia una posición más moderada con respecto de Cuba, lo cual causó su alejamiento de las organizaciones de cubanos exiliados.
Esto fue claro cuando el 9 de abril, según un informe de Nazar Haro y Carlos Solana, “se supo que José Miró Cardona, presidente del Consejo (Revolucionario de Cuba en el Exilio) con sede en Miami, Fla. se entrevistó en Washington con el presidente John F. Kennedy de los EEUU, para solicitar de éste, mayor apoyo para los anticastristas en contra del gobierno actual cubano. Pero habiendo sido negativa la contestación, José Miró Cardona optó por renunciar como Presidente del Consejo.”
Asimismo la ACIPCE preparó un boletín en el que señalaban extrañeza por el “inexplicable viraje de la política exterior norteamericana que nos obliga a considerar incumplidas las promesas que encerraban las palabras del presidente Kennedy.”
Al parecer los exiliados anticastristas esperaban retomar la relación con el presidente, ya que en agosto de 1963 Alberto Menocal filtró a la DFS que se estarían alistando para trasladarse a campos de entrenamiento en Nicaragua donde se les unirían otros cubanos provenientes de campos de entrenamiento en Estados Unidos.
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“De un momento a otro recibirán instrucciones para trasladarse a la República de Nicaragua, donde se abrirán campos de entrenamiento con el fin de prepararlos para combatir en contra del régimen del Dr. Fidel Castro”, según el informe de inteligencia en el expediente 12-9.
Sin embargo, no fue así y los sentimientos de traición, decepción e injusticia inundó a las organizaciones de exiliados cubanos. “En breve tiempo caerá por su propio peso (el gobierno de Castro), entonces les permitirán hacer realidad el retorno a su patria que hoy desgraciadamente estaba bajo la bota rusa, por condescendencia e indiferencia del gobierno norteamericano que ha permitido tamaña ignominia”, informaba la DFS sobre un discurso de Amaro Álvarez Tormo, líder del ACIPCE en México el 15 de noviembre de 1965.
“Le tenían gran fe a la política que en un principio esbozó el presidente Kennedy –continuaba el informe– y que por causas no confesables ha dado un giro inesperado al grado de cooperar con los países de la Unión Soviética, y que si fuera necesario, exhortaba a los presentes a hacerse solidarios de una formal protesta para obligar al presidente Kennedy a que cumpliera lo que tanto les prometió.”