Informes de la DEA apuntaron que una sola instalación habría sido la responsable de desatar una “epidemia” de defunciones por consumo de fentanilo
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Al ser un opioide hasta 100 veces más fuerte que la morfina, el fentanilo ha sido una de las principales preocupaciones del Gobierno de Estados Unidos desde 2017 debido a la cantidad de sobredosis que han culminado en muertes. Y aunque la participación de cárteles como el de Sinaloa (CDS) o el de Jalisco Nueva Generación (CJNG) ha sido crucial para esta reciente crisis, hay registros de que este narcótico ha sido procesado en México al menos desde 2005.
De acuerdo con datos de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), entre 4 de abril de 2005 y el 28 de marzo de 2007, las autoridades sanitarias registraron mil 13 muertes relacionadas con fentanilo proveniente de un único laboratorio en el Estado de México.
Se trataba de un inmueble que supuestamente albergaba una empresa de nombre Distribuidora Talios S.A. de C.V., ubicada en la avenida San Rafael 72, de la colonia Parque Industrial Lerma, en el municipio de Lerma.
Los expedientes de la agencia antidrogas estadounidense detallaron que dicha compañía aparentaba ofrecer servicios legales, pero en realidad era una entidad fantasma a través de la que se encargaban productos químicos y el equipo necesarios para la manufactura de fentanilo en grandes proporciones.
La característica más preocupante del narcótico que provenía de dicho inmueble era que estaba combinado con heroína y, al momento de venderse, era distribuido entre consumidores de heroína que desconocían la letal mezcla.
Al juntar el fentanilo y la heroína, debido a que ambos son opioides, los efectos ocurren de manera más acelerada y se disminuye la oportunidad para intervenir y evitar la muerte.
Conviene resaltar que los opioides no sólo son capaces de aliviar dolores, sino que también provocan, indirectamente, que las neuronas liberen dopamina. No obstante, al exponerse a una sobredosis de estas sustancias hay una alta probabilidad de que las neuronas que controlan funciones vitales mueran. Información del Gobierno de México detalló que las personas con sobredosis mueren porque sus neuronas encargadas de promover la respiración automática dejan de funcionar.
Las autoridades estadounidenses detectaron que la “epidemia” de muertes era atribuible al fentanilo que se producía en el Edomex debido a que, cuando el laboratorio fue encontrado y asegurado, los decesos e incautaciones tuvieron una drástica disminución.
En 2006, la entonces Procuraduría General de la República (PGR) inició una investigación a petición de la DEA para rastrear el comercio del fentanilo que se procesaba en el laboratorio de Lerma.
Fue el 21 de mayo de 2006 que elementos de la Agencia Federal de Investigación (AFI) ejecutaron una orden de cateo en el inmueble y detuvieron a cinco personas: Ricardo Valdez Torres (alias “Cerebro” o “El Cocinero”), Alfredo Molina García (alias “El Güero”), Rubén Molina García, José Ramírez Sánchez y una menor de edad.
El supuesto líder de esta red de tráfico de fentanilo, identificado como Óscar Jacobo Rivera Peralta, escapó durante el operativo de las autoridades, pero fue capturado en enero de 2007 en Hermosillo, Sonora. Acorde con las investigaciones, él había sido uno de los encargados de establecer la empresa fachada.
Rivera Peralta, Valdez Torres y Alfredo Molina García fueron extraditados a Estados Unidos el 14 de diciembre de 2010 para enfrentar cargos penales en el estado de Chicago por conspiración para distribuir heroína y fentanilo. “El Cocinero” y “El Güero”, además, fueron imputados por “fabricación de fentanilo con la intención de introducirlo a EEUU”.
Las indagatorias de la DEA especificaron que la mayoría de las muertes ocasionadas por el fentanilo mezclado con heroína emanado del laboratorio en el Edomex se concentraron en Chicago, Detroit y Filadelfia.
Pese a que la crisis que dicha combinación desató a principios del presente siglo se controló tras el desmantelamiento del inmueble, los cárteles mexicanos se han encargado de encontrar nuevas formas de potenciar los efectos del fentanilo y abaratar su costo de producción.
Un ejemplo de ello es la llamada “droga zombie” o “tranq dope”, que consiste en la conjunción de fentanilo con xilacina, un sedante de bajo costo usado en el ámbito de la Veterinaria. El mayor peligro de este cruce mortal recae en que, a pesar de que se puede usar naloxona para contrarrestar los efectos del opioide, este medicamento es inútil para revertir la acción de los sedantes.