Icono del sitio NoticiasPV

Violencia no es natural y debe ser expuesta, revela madre maltratada rehabilitada por el centro de justicia

Este miércoles, hubo un silencio sepulcral en el salón de juntas de la fiscalía, mientras se dio el relato de 10 minutos de una valiente mujer maltratada que narró su triste vida.

Una madre de familia narró en 10 minutos el calvario que vivió junto con su hijo, por parte de su ahora ex pareja quien la maltrató física y emocionalmente.

La violencia no es natural y debe ser expuesta, reveló madre maltratada y rehabilitada por el centro de justicia en Puerto Vallarta.

A los medios de comunicación presentes, se les pidió no revelar el nombre de la mujer y transmitir su imagen y testimonio, así lo pidió por respeto y porque sigue su causa legal.

Este miércoles, hubo un silencio sepulcral en el salón de juntas de la fiscalía, mientras se dio el relato de 10 minutos de una valiente mujer maltratada que narró parte de su triste vida.

Lo anterior en el evento en el que la Fiscalía del Estado de Jalisco, invitó al informe del primer año de actividades del Centro de Justicia para las Mujeres de Puerto Vallarta, Jalisco que encabeza la directora general de Delitos de Violencia contra las Mujeres en Razón de Género y Trata de Personas, Mariela Martínez Lomelí.

Mujer libre de violencia: El Testimonio.

Buenas tardes, soy una mujer que como cualquiera de ustedes, tenía sueños y un proyecto de vida, pero que cuando este equipaje en el también vienen incluidas herencias culturales, de idiosincrasia, caer en situación de violencia, es una línea delgada y casi invisible.

En la cual, al principio no me percataba de que caminaba en ella como en el cuerda floja, porque viviendo en un país que normaliza la violencia en contra de las mujeres, me fui muy difícil ver la prevención.

Las cuales inician desde casa sociedad y cultura que se tradujeron de manera inconsciente en el noviazgo y matrimonio.

Con chantajes y manipulación, para mí era normal pagar el alquiler de mi departamento, pero por agradecimiento a mi pareja, después de acompañarme e n una cirugía comencé a pagar la mitad del suyo porque me cuidaba aún en estado de convalecencia.

Con el tiempo se hizo costumbre, pero ya no había manera de desistir a ello, me consideraría una mala agradecida.

Tenía que acostumbrarme a escuchar, saca las cosas rápido de mi departamento porque mañana vienen mis papás, “oye y si les decimos la verdad de que vivimos juntos y dejo de pagar dos retas”.

“No amor, esto lo hago por tu bien para que no piensen mal de ti”, relató la mujer.

Nos casamos, intimidar escasa, cada 6 o 8 meses, porque era mi culpa, por no saberme callar, cuando él tomaba, por eso era mi culpa, por no saber callar.

La intimidad era cíclica solamente si su familia venía a Puerto Vallarta, como para ponerme una mordaza en la boca y que no pudiera decir nada.

Vino un embarazo, y con ello la ilusión esto va a mejorar todo, los primeros meses si, todo era hermoso, pero llegó nochebuena a que sabe la navidad estando embarazada a ilusión, a cena navideña, esperanza, quizá la mía tenía sabor a miedo, encerrada en un clóset vacío desnuda, embarazada, recién bañada, en un rincón hecha bolita, y abrazando mi vientre para tranquilizar a mi hijo.

Cual era mi culpa, por pedirle un abrazo antes de irse a trabajar, que tuve ganas de estar con él, pero en lugar de eso recibí patadas a clóset cerrado, por que como me atrevía a pedir intimidad sin importar la integridad de mi hijo.

Pero los villancicos tranquilizaron a mi bebé, cuando su padre se fue, y como madre e hijo aún en mi vientre dormimos en compañía, esperando la navidad.

Así, inicia una historia de violencia, luego vienen las amenazas, los golpes, ríos de lágrimas que no paran, las noches de desesperación y el querer salir de casa porque se siente un arresto domiciliario.

Verme en el espejo y no reconocerme, gritar con la toalla en la boca para ahogar los gritos, y esa mujer del espejo la que me da su reflejo no soy yo, no sé quién es.

Y la odio, verla ahí y le grito y le golpeo porque está horrible, porque no se quien sea, y ya dios no me responde.

A que sabe la violencia con un abrazo, compramos un departamento, las cosas van a cambiar, al año de estar en una cama vacía, decidí cambiar de habitación, y entrar a terapia, no se enganche emocionalmente, pero muévase legalmente, me decía mi terapeuta.

Denuncie la violencia psicológica antes de que la física tome más fuerza, yo la voy a preparar emocional para que el divorcio sea una mera firma.

Un mero trámite legal, no tenga miedo yo seré su mayor testigo en la denuncia, anímese, a que saben las noches en soledad cuando te arrebatan a tu hijo, porque salirte de la habitación es para él abandono de hogar, es desesperación, a impotencia a gritos ahogados en la tina del baño, saben a suelo, saben a sus zapatos, sabe a qué de rodillas imploras te regresen a tu hijo.

El olor y el sabor de sus zapatos están tatuados en mi memoria, cuando suplicaba hincada por mi hijo.
A qué saben los abrazos a media noche, a angustia, a desesperación cuando sus brazos rodean mis brazos, y unas manos tibias rodean mi cuello queriendo asfixiar.

Pataleaba y arañaba mientras escuchaba los gritos de mi hijo suplicando papá deja a mi mamá ya no le pegues.
Mi terapeuta fue una pieza de fortaleza en mi vida, hasta que desapareció de Vallarta, dejando a mi hijo y a mí en la nada como a muchos de sus pacientes, dónde está nuestro amigo preguntaba mi hijo, “él está bien hijo, está aquí en nuestro corazón, si cierras tus ojos y corazón lo podrás ver y sentir”.

Él ya es luz, hoy sé que siempre habrá un santuario de luz aquí para A** G* S** nuestro amigo de los peces.
Mientras cada madrugada, el padre de mi hijo, me ponía la canción de Maná a todo volumen antes de irse a trabajar ¿a dónde van los desaparecidos?, escuchar las carcajadas, como un cuchillo en mis oídos.

Pero en mi corazón sentía el mensaje de mi terapeuta siempre me decía, no se enganche, pero denuncie, la vida pone a las personas correctas tengo a un grupo de abogados quienes me orientaron al centro de justicia, tenía miedo y vergüenza, creí sería juzgada.

Hazlo, yo te apoyo me decían, por ti y tu hijo, por las mujeres de Vallarta, llegué al centro me escucharon, orientaron, me dieron terapia grupal.

Me sentía con alas rotas e ilusiones destrozadas, pero sobre todo mucho miedo, escuché a más mujeres, me ví reflejada y aprendí.

Me reconocí, me regresaron mi imagen en el espejo, éramos como mariposas con alas rotas, pero esa sensación de pensar estoy haciendo lo correcto, cada vez era más fuerte, las terapias grupales fortalecieron mi ser, mi sentir y mi actuar.

Era sanarme poco a poco, sentir una fuerza en mí en cada una de las mujeres en proceso de vida, crecimos juntos, nos fortalecimos y avanzamos cada una en su ritmo y proceso, unidas y con sed de justicia.

Hoy puedo decir que la violencia no es natural, y debe ser expuesta, hoy con nuevas alas estoy lista para emprender un nuevo viaje, tengo a mi hijo como motor de y fuerza para trabajar en equipo.

De respeto y de unión, gracias a mis compañeras y al centro de justicia de la mujer, por hacernos fuertes, porque otra vez hay ganas de vivir sin esas mordazas, muchas gracias.

Salir de la versión móvil